Javier Castrilli, jefe de los árbitros chilenos: “Los avatares en el fútbol no pueden estar por encima de la justicia, la razón y la verdad”
No quería ser árbitro. Tampoco futbolista. De pelo largo y sudadera, al referato llegó por casualidad y se convirtió en un personaje de hielo. Acá el “Juez de Hierro” en un recorrido por su pétreo camino que en 232 partidos expulsó a 202 jugadores, Maradona incluido. Hoy es el jefe de los árbitros en Chile. No viene a poner caras.

Antonio Valencia30 de octubre, 2021
Ocurrió hace un cuarto de siglo y dio la vuelta al mundo. Maradona le hablaba a una roca. Nada. Ni un gesto. Ni una mirada de Castrilli. Después de ir ganando con gol de Caniggia —festejado con el beso de Diego—, Boca perdía 1-3 con Vélez de Chilavert, las gradas hervían contra el árbitro.
Maradona se iba expulsado, pero regresaba a pedir explicaciones a Javier Castrilli, hoy jefe de los árbitros chilenos.
“Explíqueme por qué, maestro, ¿pero usted que está, muerto? No está muerto, explíqueme, por favor se lo pido”, decía Maradona sin tener ni un soplo de respuesta del inmutable réferi.
—A Maradona lo echó por incitación a la violencia, ¿no?
“Sí, y está en el informe. En esa oportunidad, en medio del conflicto, cuando la hinchada de Boca estaba rompiendo la alambrada y no precisamente para saludarme, Maradona a cinco metros me señalaba a mí y a los incidentes, no una, sino en dos o tres oportunidades, en una señal inequívoca de que él estaba haciéndome responsable de todo lo que pasaba con la hinchada justo en momentos en que la policía tiraba gases lacrimógenos y los bomberos lanzaban agua fría para calmar a la gente. Y procedí a sacarle la tarjeta roja, y cuando voy a su encuentro enarbolando la tarjeta, él pega un giro en 180 grados, se va y me deja desairado. Pero él sabía por qué lo había expulsado. ¿Por qué le iba yo a dar una explicación si él ya sabía por qué?”.
—Con Maradona a centímetros, su cara parecía de mármol.
“Como corresponde. Al enfrentar una situación crítica uno tiene que dar muestras exteriores que puedan llegar a propiciar un efecto pared para que nadie pueda penetrar. ‘Nunca podrán penetrar mi piel’, decía Michael Jordan, uno de los deportistas más grandes. Y eso es lo que yo sentía cuando era árbitro. Yo era total y absolutamente impermeable a las presiones y a situaciones que incluso pudiesen atentar contra mi propia seguridad física”.
—¿Tan duro de piel? ¿Ha llorado Castrilli?
“No es el momento de las confesiones. A confesarme voy a la iglesia. Y para mí vos no sos un sacerdote. No me vas a confundir. Ahí te veo la cola de Satanás dando vuelta, jeje… Mire, uno tiene que construir las condiciones mínimas indispensables para permanecer impermeable. Interpretar que los vocablos que socialmente pueden ser tomados como malas palabras, son simples imágenes acústicas que no pueden llegar a impactar ni ofendernos”.
Castrilli no quería ser árbitro. Tampoco futbolista. “Yo jugaba de 10. Soy zurdo. Los zurdos tenemos cierta habilidad. ¿10 con gol? Ni al arcoíris, je. Era futbolista de potrero. Cuando trabajé en una fábrica participaba en los torneos de la unión obrera metalúrgica y en el referato teníamos un equipo”.
—¿Y lo expulsaron alguna vez?
“Jamás. Una sola vez y fue en broma, en un torneo de árbitros. Antes de empezar el partido el réferi me dijo: ¡Te voy a echar, te voy a echar! Y me echó sin causa justa, por supuesto, jajá”.
—De su propia medicina.
“Naaa”.
—De qué equipo era hincha.
“De ninguno. Me daba lo mismo. En mi familia la enorme mayoría era de San Lorenzo, también había de Huracán o de Ferro. De pibe íbamos a la cancha de Ferro, de Atlanta, por cercanía geográfica”.

Javier Castrilli asumió la jefatura de los árbitros y a poco andar tres réferis dejaron la actividad. El “Juez de Hierro” dice que no los despidió, sino que dieron un paso al costado. No será el único cambio. Foto: Comunicaciones ANFP
—Garabateó árbitros entonces.
“Algunas cositas, je, las necesarias para condimentar el espíritu festivo del fútbol que es tan depositario de las pasiones. Ese es el lenguaje, es la música maravillosa que uno escucha cuando es árbitro…”
—¿Y por qué se hizo árbitro?
“De casualidad, si es que existen. Alguien dijo que la casualidad es el seudónimo que usa Dios cuando no quiere firmar con su nombre. Yo buscaba ser colega suyo: periodista deportivo. Las vueltas de la vida. Y un día leí que estaba abierta la escuela de árbitros en la AFA y fui, pues a los 17 años pensé que las reglas del fútbol eran el idioma universal y las voy a necesitar si quiero ser periodista. Y fui a la AFA en zapatillas, short, musculosa y pelo largo”.
—¡Castrilli con pelo largo!
“Y sí. Y cuando entré a la AFA me atendió un señor de saco y corbata, me mira de arriba abajo con una cara y me dice: ‘¿Qué viene a hacer acá? ¿Qué edad tiene?’ Y me dice que no, que tenía que ser mayor de edad, entonces 21 años, para poder ser árbitro. Se da media vuelta y se va. Y le digo, ‘pero si yo estoy emancipado’. Y me miró como que si yo lo hubiese insultado, como si le hubiese hablado en sánscrito. Y se fue. Pero atrás, había otro señor elegante de saco y corbata, se asoma por la ventanilla y me dice: ‘¿Usted quiere ser árbitro? Córtese ese pelo y venga con saco mañana’. Lo tomé como un reto al destino. A esa edad, yo iba a ser padre y estaba ya casado, e igual si a uno le hablan en tono firme se ponen los pelos de punta. ‘¿Está seguro que me va inscribir si hago eso?’, pregunté. ‘¡Acá no mentimos!’, me dijo, jajá. Así empezó todo. Llegué a la casa y le dije a mi viejo que me iba a cortar el pelo. ‘¿¡Vos te vas a cortar el pelo!? ¿Te agarró un bus acaso?’. Volví y la misma persona que me dijo que me fuera me anotó. Y era un prócer, Humberto Dellacasa, fue instructor mío, fue uno de los que me formó en valores, en el auténtico rol de un árbitro, la transparencia, honestidad, la verdad y la justicia”.
—Arbitró más de una década en el fútbol amateur antes del profesionalismo. ¿Empezó expulsando ya?
“Es ser justo, aplicar reglas. En toda comunidad deben existir reglas y límites entre lo prohibido y lo permitido. El opuesto es el caos, el sálvese quien pueda, el reino de la selva. El opuesto es excluir al otro, no integrarlo, es desconocer y negarlo con la prepotencia del poder. Las reglas del juego establecen obligaciones y generan derechos, que a su vez generan ventajas deportivas. Los árbitros aplicamos las reglas con sentido común, no ser un exégeta. El árbitro no es un simple equilibrista de situaciones conflictivas que se ve reflejado en una marioneta, en un arlequín al servicio de los ventarrones y de los aires que corren del poder de turno. El árbitro está para ser justo, equitativo y darle a cada uno lo que le corresponde. Hay quienes observan esta constelación de conceptos como si yo fuera rudo, rígido, estricto, de expulsiones prematuras”.
—¿Lo quisieron agredir alguna vez?
“Me forjé dirigiendo a campo abierto, sin alambrado ni policías. Allí la seguridad era uno mismo. Una vez, en la localidad de Selva, provincia de Santiago del Estero, dirigí al primero del torneo, que era el local, contra el segundo, que iba a un punto. Faltando dos minutos para el final, iban cero a cero y cobré un penal para la visita. Me rodeó la gente y me quedó grabado un hincha: estaba vestido de gaucho mostrándome el facón, un cuchillo, en el elástico de su bombacha, como diciéndome ‘de acá no te vas vivo’”.
—¿Y qué hizo usted?
“Los hice retirar, yo solo, sin policía. Se retiran de acá porque tengo que continuar el juego. Y se fueron. Cuando uno actúa convencido, ese poder, esa energía que aflora desde lo más profundo, muchas veces persuade. Y logré que esos que me insultaban, desistieran de su actitud. Y se ejecutó el penal. Y cuando convirtieron el gol, el número 2 me dice: ‘Hijo de mil p…, la que te parió’. Me di vuelta y le saqué la roja. Y me tira el manotazo, me agarra del cuello, pero me logro zafar y con la misma tarjeta para zafarme le pego un derechazo en su pecho y lo tiro hacia atrás. Se me partió la tarjeta por el impacto. Me rodearon de nuevo pero zafé. Así me formé, eso te da templanza. Uno va adquiriendo percepción de si en alto nivel de conflictividad está en condiciones de enfrentar semejante compromiso. Fuera de la cancha eso lo va galvanizando a uno contra los improperios, los insultos, acusaciones, contra todos los ataques que caracterizaron mi vida”.
—¿Pero salió arrancando alguna vez?
“Nunca. Jamás. Aparte me persigue un apotegma: escapar para adelante. Siempre hay que enfrentar la situación, las crisis se resuelven dando la cara porque no hay absolutamente nada que esconder. A través de la razón, el conocimiento y la experiencia de vida puede encontrar soluciones a situaciones muy complejas”.
—¿Quién y cuándo lo apodó ‘Sheriff’ y ‘Juez de Hierro’?
“Fue para un superclásico en los 90. En la TV se vendía el producto, el partido, con un video donde se caricaturizaba con los jugadores como en el Lejano Oeste, con sombreros y pistolas. Era el gran duelo del domingo, y a mí el creativo me puso con indumentaria y estrella, como el sheriff. Y eso quedó, al igual que el de ‘Juez de Hierro’ por decisiones extremas en algunos partidos que derivaron en un sinnúmero de controversias.”
—Usted ha dicho que lo han estereotipado, pero expulsó a 202 jugadores en 232 partidos, y en seis clásicos Boca-River echó a 16 y amonestó a 49.
“Lo tengo que corregir. Fueron muchos más partidos y muchas más tarjetas rojas, je. Esos son nada más que los oficiales”.
—En un Boca-River expulsó a “Beto” Márcico por hacer el gesto de la camiseta de River al línea.
“Sí, el señor Márcico señala al juez de línea haciéndole el gesto de que tenía puesta la camiseta de River después de marcar un saque de banda para Boca. Eso fue en un lateral a los 10 minutos en La Bombonera. El árbitro asistente me avisa con un gesto, y yo sin necesidad de ir a preguntarle al asistente para no vender a mi compañero, expulsé a Márcico por acusar al asistente de parcialidad manifiesta”.
—También echó a cuatro de River más el técnico en un partido contra Newell’s, ¿cómo fue la secuencia?
“Tiene mucha historia por lo que representa el discurso dominante. La prensa de ignorante me criticó y dijo que los expulsé por protestar, y no fue así, porque la protesta no es causal de expulsión. El árbitro tiene que ser consciente de los puntos y las comas, que no le falte ni le sobre para no ser imprudente ni hacer abuso de autoridad, tiene que saber desde dónde y hasta dónde para ajustarse a derecho. Dijeron que me había extralimitado, que arruiné el espectáculo, que no había terminado el juego con 22 jugadores, que quería ser la estrella, el eje central y cosas que siempre se escuchan”.
—¿Cuál fue la secuencia?
“Esto es historia y merece ser mencionada con nombres y apellidos. Era un partido decisivo para el campeonato. Se jugaba el minuto 30. El Newell’s de Bielsa le llevaba un punto a River y visita a River a dos fechas del término del campeonato. El estadio estaba de bote a bote. No entraba un alfiler de punta. Toda la expectativa del país estaba en ese partido. A los 30’, el señor Oscar Acosta, de River, hizo una falta de ataque tomando con sus brazos al defensor que era el ‘Toto’ Berizzo. Yo lo amonesto, y él viene caminando a decirme: ‘Vos sos un cagón’. Y obvio, lo expulsé. Cuando lo estoy echando, viene Jorge Higuaín, padre del Pipita, y me dice gritando, ‘Javier, yo te estoy hablando bien, pero ¿por qué lo expulsaste a Oscarcito?’ Yo lo miro, arqueo las cejas y le digo: porque me dijo ‘sos un cagón’. Y me responde: ‘¡¡¿Y por eso lo echaste?!!’... y mientras yo escribía el incidente en la tarjeta se asoma por encima de un hombro la cara del arquero de River, Ángel David Comizzo, y me dice: ‘¡¡Nos estás arruinando el campeonato!!’. Decir eso no es un insulto, no es un improperio para la investidura arbitral, es un rezongo por la expulsión. Y le digo ‘bueno, basta’ y los amonesto por protestar en forma airada. Y cuando estoy levantando la tarjeta amarilla va y me dice ‘¡andá a cagar!’ y me aplaude en la cara. Guardé la amarilla y procedí a sacar la tarjeta roja. Y al lado estaba el señor Fabián Basualdo, lateral derecho de River, que me apoya el dedo índice en la nariz y me dice: ‘Hoy nos viniste a robar el partido, sos un hijo de puta’. Y yo que tenía roja en la mano, se la mostré también a Basualdo. Así, eso que tenía ser una fiesta, en 30 segundos se transformó en un desastre por el exabrupto de los jugadores. Cuando termina el primer tiempo, voy a cruzar la cancha para entrar a mi vestuario, pero me estaba esperando Daniel Passarella, técnico de River. Entonces un policía me dice si mejor no salía yo por el banderín de esquina, y le respondo: ‘¿Usted qué quiere, que me tome un taxi y pegue la vuelta por la calle para entrar a mi vestuario? No, el que está mal es Passarella y yo tengo que pasar por ahí’. Me acerco, paso por el lado y me dice de todo, menos bonito”.
—Y expulsó a Passarella.
“Y en el segundo tiempo expulsé a Higuaín por una falta a Fernando Gamboa. Newell´s ganó 5-0. Pero mire: cuando termina el campeonato, Passarella echa de River a los cuatro jugadores que yo expulsé. Y meses después me cruzo con Passarella en un avión, me pidió disculpas. Después en el Mundial de Francia 98, cuando ya era el DT de Argentina, me invita a ver el partido en Marsella junto a su familia”.
—River lo demandó por US$3 millones por lucro cesante, acusando el daño que les produjo.
“Por eso uno sigue creyendo en la justicia. Esa palabra es inconmensurable. Me saco el sombrero y me pongo de pie ante los jueces y ante quien componen los distintos tribunales. La justicia para mí es el lugar sagrado”.
—A Grondona, jefe de la AFA, le pidieron su cabeza por esos dos partidos. Macri entre ellos.
“Me lo dijo Grondona antes de morir. Dávicce, presidente de River, pidió mi cabeza, y River me hizo un juicio por 3 millones de dólares. Y en el desgraciado partido de Vélez y Boca donde tuve que expulsar a varios jugadores, entre ellos Maradona, Macri fue a pedir a Grondona que me destituya. Pero a pesar de las diferencias que tuve con Grondona que obligaron mi renuncia en 1998 al arbitraje, reconozco que Grondona jamás me soltó la mano. Los avatares y la coyuntura en el fútbol no pueden estar por encima de la justicia. la razón y la verdad”.
—Su conducta y discurso van contra la corrupción, ¿cómo se fue a meter a la política?
“Porque siempre quise cambiar la realidad que me rodea. Busco la excelencia en todo. Soy un obsesivo en ese sentido. Y cruzo la vereda de la crítica. Había un político que sostenía que meterse en política es tirarle la honra a los chanchos, pero si no nos metemos en política y no nos involucramos siempre le dejamos el terreno a quienes lo vienen haciendo mal. Y siempre es el mismo grupete de uno u otro bando. Y participé en estructura de Macri a la que renuncié porque no me gustó”.
—En su presentación habló contra el racismo y la xenofobia en el fútbol.
“Sería interesante hablar sobre toda manifestación de violencia”.
—Pero hasta los jugadores lo naturalizan. Acá en Chile una vez Agustín Orion insultó a Jean Beausejour diciéndole “ahí tenés mono”, pero “Bose” nunca lo denunció..
“Hay que estar en contra de toda manifestación de la violencia simbólica. Trabaje muchos años y estudié la violencia en el fútbol. Fui invitado por la embajada británica para estudiar el hooliganismo en Inglaterra, España e Italia, y con la violencia simbólica debemos trabajar con organismo estatales, porque desde la tribuna también se irradia violencia de género. Y tenemos que combatir eso. Todo esto va de la mano también del combate a la simulación y la trampa. El fútbol educa y no tenemos que desaprovecharlo y dejar que sea una apología de la ilicitud al considerar una mano, una trampa, la mano de Dios. Dios no está para hacer trampa. Tenemos que tener conciencia del daño si naturalizamos esa violencia. Violencia es ganar con trampa. Es violencia institucional cuando todo el aparato que debiera garantizar esa seguridad jurídica falla y cae víctima de esa trampa. Y algunos simpáticos lo toman como si fuera parte del folklore del fútbol, de la viveza criolla y que el fútbol lo juegan los vivos. Todos esos argumentos hay que desbaratarlos porque no hacen daños sin darnos cuenta. El fútbol penetra en nuestros hogares y nuestros hijos los ven y copian esos esquemas, que son esquemas de corrupción. Tenemos que romper ese círculo vicioso para no llegar a tener sociedades estructuralmente corruptas”.
—¿Cuándo hará nuevos cambios en el referato?
“Siempre: Cocodrilo que duerme ya es cartera”.
“NO CASTIGUÉ A TOBAR, NO VOY A ENTREGAR SU CABEZA”
“Una de las primeras medidas que tomé acá fue todos los informes de los árbitros vayan directamente al Tribunal de Disciplina y no nosotros, porque no tenemos nada que ver. Y mire qué oportunidad tan brillante tuvimos al hacer esto, porque el informe de Tobar (el de UC versus Wanderers) fue inmediatamente al tribunal, y eso es para que el informe esté impoluto, para que nadie diga que el informe esté contaminado, porque siempre va a aparecer un imbécil que va a decir pavadas. Pero qué otra cosa se puede esperar de un burro que no sea una patada”, grafica Castrilli.
—¿Y no cree que el simulador no tiene toda la culpa, que Tobar y el asistente también?
“Por supuesto, el simulador no es el único culpable. ¿Cuántos de ustedes justificando al simulador también lo son? Porque con el fútbol se educa. Y no podemos hacer de esto un culto de la indisciplina y de la trampa. ¿Qué quieren, que también celebremos la trampa de Dios y lograr un objetivo fuera de la ley? ¿Eso es lo que queremos? ¿Queremos consagrar la trampa, institucionalizarla? ¿Burlar a los jueces para obtener un resultado? No nos damos cuenta de la importancia del fútbol. El fútbol es un transmisor de valores, un vehículo donde tiene que estar la transparencia, la igualdad ante la ley, la equidad, y tiene que estar resguardada la seguridad jurídica porque además el fútbol es un negocio, donde todos y cada uno de los árbitros viven en una campana de cristal: todo ahí debe estar resguardado por ese manto de transparencia. Son cosas muy delicadas, porque siempre se va a dudar de la honestidad”.

Casrtilli ungió a Roberto Tobar como uno de los mejores árbitros del mundo y la semana pasada se despachó uno de los mayores yerros de su carrera. Aún así, Castrilli lo perdonó. Foto: Photosport
—Pero el asistente levanta la banderola e induce a error a Tobar.
“Ese día hubo varios que se equivocaron. Todos reconocieron el error. Ahí está la estatura de hombre de bien al reconocerlo, eso es lo más importante”.
—¿Tobar fue castigado?
“No, no fue castigado”.
—¿Por qué?
“Mire, le digo una cosa, a lo mejor no se enteró. Yo castigo a través de resoluciones que las firmo de puño y letra y las hago públicas. Si yo hubiese castigado a Tobar, yo la firmo. No le mando un telegrama ni le aviso por otro. Se entera primero él y después lo doy a la difusión, cosa que no ocurrió. Todo lo demás son lecturas que… uno que tiene 44 años en el fútbol sabe que van a ocurrir y corren por cuenta de quien las realiza”.
—¿Por qué no castigó a Tobar?
“La jugada en que el jugador de la UC se iba solo frente al arco, ¿esa jugada le corresponde a Tobar o al árbitro asistente? Al asistente”.
—¿Pero qué debió pasar que fuese castigado ante un error grave como ese?
“La gravedad no es tal”.
—¿Por las atenuantes?
“Todo tiene un contexto. Si soy justo con los clubes y presidentes de equipos… Vivo todo el día recibiendo llamados y me mandan videos de las jugadas. Cuando yo considero que el árbitro incidió en el desarrollo y en el resultado por la cantidad y gravedad de errores cometidos, obviamente tomo una decisión, pero de la misma manera que busco la justicia y la verdad para los equipos, es mi deber buscar lo mismo para los árbitros. La primera jugada no es patrimonio exclusivo del árbitro, sino del que toma la decisión equivocada de levantar el banderín pudiendo haber habilitado y si se produce el gol ahí levantarlo, es el árbitro asistente. Poblete se llama el asistente, que dicho sea de paso lo tengo citado acá. Todo lleva un proceso, no todas las decisiones se toman en el minuto. En la primera no tiene responsabilidad Tobar. En la segunda, la expulsión de Lanaro, ¿quién me va a decir que se equivocó Tobar? El impacto de su pie en la boca del estómago existió, y ese segundo que lo deja levantado y tira golpecito hacia arriba es conducta violenta que debe ser sancionada. Fue decisión muy difícil que Tobar tomó con corrección. Y en la tercera jugada hubo un montón de factores que llevaron a Tobar a tomar una decisión equivocada. La actitud de los jugadores no se puede soslayar, como tampoco el banderazo del que también fue víctima de esa simulación. Sumado que Tobar no podía acudir al VAR porque no era expulsión directa, hacen que todo eso sean factores innegablemente atenuantes, incluso en el propio reconocimiento de Tobar, que todo lo ocurrido no amerita una sanción. Por más que me lo pida no la gente de la Universidad Católica, toda Sudamérica me puede estar pidiendo la cabeza de Tobar y yo no se la voy a entregar si considero que no es justo. Uno analiza y va a buscar esa verdad y esa justicia independientemente de lo que algunos quieren escuchar”.
—Otro incidente: ¿supo del sumario contra el juez Aranda, acusado de agredir a un jugador?
“No puedo sancionar por algo que hizo antes que yo asumiera el cargo. Fue acción y absolutamente desafortunada y reprochable. Si me traen elementos objetivos de que un árbitro insulta a un jugador, ese árbitro de deja de ser árbitro porque no hay peor cosa que el abuso de autoridad. Y el árbitro tiene que tener compromiso con la verdad, no con la mentira. No me sirve un árbitro que mienta. Un árbitro no puede distorsionar la realidad y si le dicen ‘usted es un hijo de puta’, tiene que poner en el informe ‘usted es un hijo de puta’, no cambiar los términos, no puede poner me insultó, debe decir textual. Si estoy condenando la falta de respeto, si hablo de árbitros jóvenes para que traten con mesura y cuidado a los jugadores del fútbol joven, que no les griten que no les falten el respeto, cómo no voy a estar de acuerdo de que se equivocó un árbitro que le pita en el oído a un jugador, por favor”.
—¿Gamboa, Rojas y Deischler fueron despedidos?
“Hay que sacarnos el sombrero por el gesto de darle espacio a la sangre joven”.
—Pareció que fue decisión suya hacer ese corte, porque si decidieron dar un paso al costado, lo daban al término del campeonato, ¿no?
“Las apariencias engañan. Usted vio la apariencia. Lo que hice con Deischler de ir a saludarlo al final del partido lo ofrecí a los otros muchachos. Y le dije, ‘miren que están hablando pavadas, para evitar lo que se está diciendo, les ofrezco esto’. Más no puedo. Si quieren hacemos una conferencia de prensa los cuatro. El paso del tiempo es inexorable”.
—Por el tope de 45 años.
“Claro. Tenemos todo el universo de la planta arbitral con una franja etaria muy, muy elevada. Tenemos que buscar árbitros menores de 30 años para que tengan una idea hacia dónde apuntamos: al futuro. Hay que generar las condiciones para un transición general acelerada”.
—Usted ha dicho que en toda actividad hay grupos enquistados aferrados a sus posiciones. ¿Encontró eso en el referato? Hay un conflicto declarado entre árbitros de primera división y el sindicato. ¿Cómo ve ese conflicto?
“Mire, yo no estoy para meterme en las cuestiones domésticas ni luchas intestinas. En todo grupo humano existirán diferencias. Pero no estoy para meterme en una interna sindical. No estoy para defender árbitros, estoy para conducir árbitros, con o sin el sindicato. Vamos a lograr persuadir a todos de que este es el camino y que nos acompañen. Más sabe el diablo por viejo. Tengo 44 años en esto, uno es consciente que en todos los grupos existen diferencias, pero que las diriman entre ellos y no comprometan el futuro del arbitraje. Es un problema intestino que lo deberán resolver”.
—Hoy los árbitros con escudo FIFA reciben $1,8 millón y el resto de los jueces de primera división $1,2 millón, dirijan o no. Y si dirigen o van al VAR, cobran el extra correspondiente. ¿Qué le parece este esquema?
“No existe profesionalismo que no vaya acompañado de un reconocimiento económico, porque si no es cháchara, palabras que se las lleva el viento. Yo quiero árbitros megaprofesionales, hiperprofesionales, súperprofesionales, que les paguen mucho más, pero que también estén dispuestos a pagar ellos para dirigir, porque la función arbitral es vocacional. Y en ese entregar todo tienen que estar dispuestos a dirigir sin cobrar un solo centavo, a que los árbitros internacionales vayan a ver a los chicos que se inician sin cobrar un peso, porque me da vergüenza ajena ver si existen personeros del mercantilismo arbitral. Bajo ningún aspecto puedo concebir a un árbitro internacional a ir a ver joven o una joven en sus primeros pasos como a ellos los fueron a ver, quieran cobrar por ir a ver a sus compañeros que recién se inician, cuando ellos tienen que marcar el camino y ser los puntos de referencia. En cuanto yo esté presente, quiero que lo sientan en la sangre y no en el bolsillo”.
—¿Encontró prácticas reñidas con la ética?
“Si llego a encontrar eso, será el primero en enterarse”.
—¿Irregularidades por licencias médicas?
“Pequeñas mezquindades siempre hay. Las miserias humanas están en todos lados”.
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