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La olvidada historia de Silvana Urroz, la mejor tenista chilena de los últimos 50 años

Hija de un mundialista de Brasil 1950, dejó Chile a los 16 años para buscar su futuro como deportista. Llegó a ser 117ª del mundo, ganó un partido en Roland Garros y protagonizó una exhibición con Martina Navratilova y Billie Jean King, Murió a los 41 años, de cáncer.
Héctor Opazo M.01 de agosto, 2020
Hace casi 24 años, el 10 de agosto de 1996, un cáncer uterino cobró la vida de Silvana Urroz, la mejor tenista de Chile del último medio siglo.

Tenía apenas 41 años.

En su carrera, llegó a ser 117ª del mundo, un puesto que nadie más alcanzó ni antes ni después de ella (Anita Lizana fue mejor, pero en su época no existía el ranking WTA), además de ser la primera tenista en la Era Open que ganó un partido en un cuadro principal —Daniela Seguel igualó ese logro en Bogotá — y la única, hasta hoy, que suma una victoria en un Grand Slam.

Su historia parte en las canchas de tenis del extinto complejo Santa Rosa de Las Condes, cuando apenas tenía seis años y era alumna del colegio de las Monjas Argentinas en Pedro de Valdivia.

“Íbamos juntos a entrenar y ella empezó a destacar rápidamente. Luego, al tiempo, empezó a hacerles clases a sus compañeras de colegio. Fue seleccionada infantil, intermedia y se notaba que era su pasión”, cuenta Francisco Urroz, el mayor de los cuatro hermanos (los otros son María Cristina y Mario), y padre de Francisco, seleccionado de rugby seven y quince, y Manuela, figura de las “Diablas” del hockey césped.

Urroz destacó en singles y dobles. Jugaba bien en arcilla y sobre césped. Archivo Familiar.

“Era una de las mejores desde pequeñita. Tenía un estilo adelantado a los tiempos, porque no se quedaba en el fondo, sino que subía a la red constantemente, era muy rápida”, recuerda Giorgio Ranieri, compañero de prácticas en Santa Rosa y exgerente de la Federación de Tenis.

“Fuimos de la primera escuela de tenis de la Católica, creada por Mario Caracci y nos hacía clases el profesor Hernán Guzmán. Teníamos siete u ocho años y nos hicimos amigas inseparables. Jugamos dobles juntas, íbamos a giras a Argentina y no nos separamos más”, cuenta Mariela González, partner durante la época infantil de Urroz y hoy radicada en París.

“Tenía muy claro que iba a ser tenista profesional. Siempre estuvo muy segura de lo que hacía. Por eso se fue a Estados Unidos, igual que Anita Lizana. Si no lo hacía, seguramente no habría llegado tan alto”, evalúa Luis Guzmán, entrenador de tenis, que compartió en la UC con Urroz.

A los 16 años, saliendo de cuarto medio en el colegio de Providencia, llegó la decisión que cambiaría la vida de Silvana. “Iba a la embajada de Estados Unidos a conseguir las direcciones de las universidades. Mandó más de 30 cartas pidiendo una beca y varias le respondieron. Pero tenía que conseguir el permiso de mis papás”, cuenta Francisco.

El padre de la tenista, llamado también Francisco Urroz, sabía de deporte: fue futbolista profesional, vistió las camisetas de Unión Española y Colo Colo e incluso llegó a la selección chilena, a la que defendió en el Mundial de Brasil 1950.

“Le dio permiso, claro. Y se fue al Navarro Junior College y luego a la Lamar University (ambos en Texas), donde se tituló de Educación Física, y aprovechó de jugar todos los torneos universitarios”, cuenta el hermano. “Me iba a ir con ella, pero mis papás no me dejaron”, aporta González.

"Era muy alegre, tenía perfil de líder", dicen los amigos de Silvana. En la imagen, con su esposo Mario Valle y su hijo Enzo. Archivo Familiar.

Tras terminar sus estudios se hizo profesional. Y los resultados no tardaron en llegar: jugó Roland Garros, Wimbledon y el US Open sorteando las clasificaciones. En París, incluso, llegó a pasar una ronda en singles, mientras que también se apuntaba en dobles y dobles mixtos, para recaudar algo más de dinero y financiar los enormes gastos de su carrera. “Llegó a tercera ronda de dobles en Wimbledon, un tremendo mérito. Después de ella, solo Daniela Seguel ha jugado un Grand Slam en dúos (2014)”, precisa el periodista Carlos Ramírez, quien siguió de cerca la carera de Silvana.

“En Europa se compró una especie de casa rodante para ir a los torneos y muchas veces dormía allí para ahorrar el dinero del hotel. Los premios eran muy bajos comparados con los de los hombres y ni hablar de lo que se entrega hoy”, dice Francisco Urroz.

Radicada en Europa, viajaba antes de Navidad para pasar las fiestas con su familia, aunque también aprovechaba de jugar en casa. Incluso, protagonizó una exhibición en 1980 junto a Martina Navratilova, Billie Jean King y la holandesa Betty Stove en el gimnasio La Tortuga, de Talcahuano.

Urroz (al centro) en una cena familiar. Era junio de 1979 y pasaba por su mejor momento tenístico. Crédito: Archivo familiar

“Fue toda una experiencia. Imagina lo que significa tener a las mejores del mundo y Silvana les jugó mano a mano”, rememora Mario Urroz, el tercero en la lista de hermanos.

Luego de terminar su carrera, se instaló con su marido, Mario Valle, en un condominio en Boca Ratón (Florida, EE.UU.), donde siguió vinculada al tenis, haciendo clases e instalando tiendas de venta de raquetas, pelotas y una serie de productos de la disciplina.

“Nos seguimos escribiendo cartas, todos los meses recibía una de su parte y yo se la respondía. Todavía las tengo guardadas en mi casa”, cuenta Mariela González, quien alaba las bondades de su amistad de toda la vida.

“Era muy cariñosa, muy espontánea. Siempre tuvo espíritu de lucha, lo que le sirvió para llegar hasta donde llegó en el tenis. Recuerdo que era muy decidida, tenía un gran sentido de liderazgo. La admiraba mucho y era una gran amiga”, cuenta.

Allá la pilló el agresivo cáncer, que no cedió ante los tratamientos que intentó, incluyendo trasplante de médula, quimioterapia y más.

“Luchó siempre. Me tocó estar con ella en sus últimos momentos, porque los hermanos nos turnamos para acompañarla. Y murió en mis brazos, porque Mario tenía que trabajar… Ella quería vivir, le pedía al doctor que la salvara…”, rememora con la voz quebrada su hermano mayor.

“Es una pena que sea tan poco conocida acá en Chile. Hace un tiempo hicimos un reconocimiento a las grandes figuras que pasaron por el Stadio Italiano y nadie la ubicaba. Me dio mucha pena”, lamenta Giorgio Ranieri.

Su hermano Francisco lanza una idea: “Hace tiempo que tenemos la idea de organizar un torneo que lleve el nombre de Silvana, pero hay que tener mucho dinero. Queremos homenajear su nombre con un campeonato".

Sería un merecido homenaje.
Héctor Opazo M.

es coordinador de Deportes El Mercurio. Periodista de la Universidad de Chile, participó en la cobertura de los Juegos Panamericanos de Toronto 2015 y en los JJ.OO. de Río 2016, entre otros eventos.

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