Esa hipotética columna
Este primer centenario sorprende al Cacique esperando un castigo de la Confederación Sudamericana por las actuaciones de un grupo de hinchas y dirigentes que esta hermosa historia no se merece.
Si mi amigo, compadre y colega Julio Salviat y yo hubiéramos creído en 1975, cuando publicamos “De David a Chamaco”, que en 2025 íbamos a estar tan lúcidos como entonces, habríamos seguido tomando apuntes para escribir la historia del centenario de Colo Colo. Hemos recordado eso en estos días, cuando el Cacique ha llegado a los 100 y nosotros a los 82.
Si hubiéramos creído eso, ¿qué estaría pensando para esta columna? Tantas cosas, por supuesto.
En primer lugar, pensaría en David Arellano, la principal figura de la historia alba. Inteligente, organizador, activo, disciplinado, verdadero motor del nacimiento del club. Las virtudes descritas las mostraba en la cancha y en la vida institucional. Como profesor que era, enseñaba a sus compañeros y también aprendía, como cuando agradeció a José Piendibene, el capitán de Peñarol, después de haber sufrido una feroz goleada (5-1) a manos del equipouruguayo: “Le agradezco la lección que nos han dado”. No era un simple decir, era una gratitud sincera de un hombre correcto. Lo aprendido lo trasmitiría luego al equipo, por lo que puede decirse que fue el primer entrenador que tuvo un equipo chileno.
Su muerte en Valladolid, en 1927, lo transformó en el primer mártir del club y el duelo se inscribiría para siempre en el luto de las camisetas albas.
También estaría pensando en su hermano Alberto, también profesor, impulsor de la creación de la institución y fundador del Círculo de Periodistas Deportivos. Y pensaría en la madre de los Arellano (agreguemos a Francisco), doña Rosario, señalada como “la madre espiritual” de la institución.
Pensaría en la tremenda audacia alba para hacer los cimientos de su tremenda popularidad. Primero, su gira por el sur del país y luego, cuando recién tenía dos años de existencia, a Europa.
Tampoco olvidaría recordar en esa hipotética columna que en el mismo año 1925 se hablaba del “juego científico del invicto” porque el equipo, dirigido por el mismo David, no jugaba a la pelota, sino que era tácticamente organizado. Recordaría que la camiseta era blanca porque, según propuso Juan Quiñones el día de la fundación “significa la pureza de nuestros procedimientos”.
Recordaría especialmente “los siete mandamientos” de los jugadores en 1925, inspirados en las palabras de David: “Todos nos sentimos iguales y ligados por un vínculo superior: el cariño al club en que militamos y que nació de nosotros mismos. Colo Colo es para nosotros más que un nombre; es un lazo de indestructible unión”.
Todo eso no podría olvidarse en una columna que no escribí ni escribiré porque esta vez sí que no llegaré al próximo centenario.
Porque este primer centenario sorprende al Cacique esperando un castigo de la Confederación Sudamericana por las actuaciones de un grupo de hinchas y dirigentes que esta hermosa historia no se merece.

Edgardo Marín
es periodista egresado de la Universidad Católica, donde estudió a la par de su trabajo periodístico. Ha sido reportero y comentarista en diarios, revistas, radios y canales de televisión, además de investigador y autor de libros de historia del fútbol. Premio Nacional de Periodismo de Deportes 1993.