Santiago de Chile.   Vie 26-04-2024
16:53

Gustavo Huerta, el imperecedero: La receta del segundo DT que lleva más tiempo en el mismo club en Sudamérica

El entrenador protagoniza su séptima temporada consecutiva en Cobresal, lapso en que vio pasar 92 colegas por el resto de los banquillos de Primera. En octubre de 2017 tomó un club al borde del descenso a la tercera categoría y lo estabilizó hasta ubicarlo en copas internacionales. “No me he floreado todo este tiempo, siempre hay alguien que no te quiere, eso me mantiene alerta”, dice el estratega de 65 años, conocedor profundo del trato con el futbolista.
Foto: Photosport.
Claudio Herrera de la Fuente03 de febrero, 2023
Un minuto, dice Gustavo Huerta, es lo que demora en vehículo desde su casa al centro de entrenamiento de Cobresal. “Dos a lo máximo”, precisa, reflejando el contexto de vida que se puede lograr en El Salvador.

“Es un lujo trabajar aquí”, dirá durante la charla el técnico más longevo de Primera (65 años) y que anota un registro a nivel subcontinental casi exótico para los tiempos que corren: es el segundo entrenador que lleva más tiempo en el cargo considerando los clubes que competirán en la máxima categoría 2023 de los diez países de Conmebol, iniciando su cuarto ciclo en Cobresal a partir de octubre de 2017. Iguala la estabilidad de Pool Gavilánez en el Guayaquil City, lazo que comenzó un mes antes en la entidad ecuatoriana. La salida de Marcelo Gallardo de River Plate (2014-2022) obligó a escudriñar nuevos casos de procesos largos, donde también sobresalen José María Morr en Metropolitanos de Venezuela (2019), Jaime García en Ñublense (2019), Francisco Arce en Cerro Porteño (2020) y no muchos más.

Huerta ha sido testigo de una danza local sin frenos de entrenadores, porque entre los restantes 15 equipos actuales de Primera contabilizan 92 técnicos a partir del décimo mes de 2017. Por ejemplo, en dicho período Universidad de Chile testeó 11 estrategas, Universidad Católica tuvo a seis y Colo Colo, cinco.


“La permanencia de los técnicos, en todas las categorías, es muy difícil. Incluso en el fútbol de la ANFA son pocos los que duran tanto tiempo. La verdad, yo no busco eso (lograr un récord de estadía), el otro día una periodista me mencionaba una estadística de partidos mía en el club y yo no tenía idea. No llevo ningún registro. Lo fundamental es el día a día, levantarme todos los días con ganas. Igual desgasta, reconozco que termino el año hecho pedazos, pero descanso mucho en mi cuerpo técnico, que es un apoyo inmenso. A esta edad siento enormes ganas de entrenar, estar en mi oficina, con mi computador y con mis cuadernos a la antigua, buscando información del rival, que no se escapen detalles, es un gusto”, expone Huerta.

—¿Cómo logra que esto sea siempre desafiante y no lo atrape la monotonía?

“En esa parte hay una fortaleza del club y está el desafío de uno de convencer a los jugadores a diario. No quiero ser arrogante, pero alguna historia tengo acá, desde mi etapa de jugador, conozco al revés y al derecho la idiosincrasia del cobresalino y sé que esto es de mucho esfuerzo; el minero exige, porque a ellos la empresa también les exige, y vamos por ese camino. Traer jugadores a El Salvador es un tema, no se pueden pagar grandes cantidades, pero tampoco estamos tan lejos de la media salarial. Acá ofrecemos reencantarse con el fútbol, una buena vida familiar, que para algunos puede ser difícil al no existir un mall, no hay dónde gastar la plata, pero el club ofrece todas las comodidades. Lo que sí tampoco queremos es que esa tranquilidad se transforme en relajo, en eso estamos alerta, si se entrena a las 10 AM, el jugador debe estar a las 8:30 para desayunar todos juntos y hacer rutinas preventivas. Y a la hora del trabajo, todo se hace al máximo, no es solo un rato para juntar transpiración, todo se hace con un fin”.

Lo que sí tampoco queremos es que esa tranquilidad (de El Salvador) se transforme en relajo, en eso estamos alerta, si se entrena a las 10 AM, el jugador debe estar a las 8:30 para desayunar todos juntos y hacer rutinas preventivas. Y a la hora del trabajo, todo se hace al máximo, no es solo un rato para juntar transpiración, todo se hace con un fin

El exzaguero retrocede la memoria a 2017, cuando lo llamaron de emergencia a suceder a Rubén Vallejos, con Cobresal colgando de la Primera B, atorado con el descenso. “No le tomé el peso”, confiesa Huerta. “El club como que estaba viviendo todavía del título de 2015, pero la realidad era otra: estaba en la B y bajando (a Segunda Profesional) por el promedio, a seis fechas del final. Recuerdo que hice mi primer entrenamiento un miércoles y el plantel venía de perder en Talca, había viajado en bus, estaba destruido físicamente. Debuté ante Cobreloa y perdíamos en su momento 4-0 (cayeron 4-2). Ahí pegué un remezón fuerte a nivel de jugadores y empezamos a viajar en avión, al partido siguiente fuimos a Santiago y le ganamos a Magallanes, luego superamos al Morning e Iberia y nos salvamos, fue un esfuerzo grande de todos para volver a Primera en 2018. Había un vicio en ese momento, un plantel muy numeroso y muchos jugadores de 22 o 23 años formados en el club y que no jugaban, porque los chicos terminaban su serie juvenil en Santiago y luego subían al primer equipo, venían al norte con 20 años y demoraban uno o dos años en adaptarse, aquí el club les daba de todo y algunos no estaban ni ahí con esforzarse. Eso lo terminamos y empezamos a traer chicos de 16 y 17 años para que fueran competitivos a los 20 y no a los 23”.

¿Pensó que se alargaría tanto su estadía?

“No, es que excepto en 2022, todas los temporadas he estado en la cuerda floja en algún momento, quizás eso me ha servido, uno no es monedita de oro y no le puede gustar a todo el mundo, siempre hay alguien que no me quería, no es que me estaba floreando todos los años, pero yo también sé lo que he aportado, este club ha sido recontra importante en mi vida”.

Cobresal busca mejorar sus registros del 2022 (5°) y deambula entre el 4-3-3 y 4-4-2. “Queremos que Waterman y Lezcano jueguen más juntos”, dice el DT, que ahora espera recuperar la mejor versión de Leonardo Valencia. Foto: Photosport

Huerta reconoce que sus fortalezas están en su cuerpo técnico. “Estoy bien rodeado, son muchas personas: nutrición, psicólogo, cuerpo médico, analista, preparador de arqueros. Tengo un muy buen ayudante en Carlos Escudero, él tiene mucho conocimiento, encabeza muchos de los trabajos de cancha, no me gusta el ayudante que me lleve los petos, Juan Escalante es un PF argentino, nos ha ayudado un montón, tiene experiencia en equipos de altura. Después, lo más importante, los jugadores: por suerte tenemos un grupo de tipos grandes que están en la misma sintonía nuestra. El futbolista actual, sobre todo el más joven, mira poco fútbol, eso es fácil de ver en una cena: cuando está puesto un partido en la TV, terminan de comer y se retiran, son pocos los que se quedan mirando, ahí se nota”.

“Soy un agradecido del futbolista, de los compañeros que tuve cuando fui jugador y de los que dirigí, de los aportaron y de los que aportillaron, porque también eso me mantuvo siempre alerta; me fijo en la reacción de los jugadores que no están jugando, los que hablan por abajo, porque también hay algunos que van por los clubes echando entrenadores”, sentencia.

Admite que la función de director técnico es “muy compleja” y que excede las materias de la cancha. El mando, apunta, trae soledad. “Es así, los triunfos son de todos y las derrotas, del técnico. Uno va aprendiendo a tolerar el perder. Yo acepto casi todo: un arquero que se come un gol, un mal pase, un gol perdido, pero no tolero la falta de actitud, eso no lo negocio”.

Uno va aprendiendo a tolerar el perder. Yo acepto casi todo: un arquero que se come un gol, un mal pase, un gol perdido, pero no tolero la falta de actitud, eso no lo negocio

Las mejores versiones de Cobresal, según el paladar de Huerta, se remontan a 2005. “Llegamos a semifinales (Clausura), con gran nivel en ataque: estaban Juan Quiroga, César Díaz, Renzo Yáñez, (Rodrigo) Viligrón en el medio; después, el equipo de 2020, cuando Marcelo Cañete nos dio un salto de calidad en el juego”, amplía.

—¿Entrenadores más jóvenes se acercan a consultarle o conocer su metodología?

“No, casi nadie, sí los chicos que son del club en Santiago y especialmente los que no fueron futbolistas profesionales. Eso lo aprendí cuando trabajé en el INAF, porque siempre pensé que el fútbol era para los futbolistas”.

—Y el resto eran marcianos.

“Sí, pero muchas veces aprendí más de los que no fueron jugadores, tenían más entusiasmo, ganas y vocación que algunos que fueron jugadores de mucho nombre, pero con una flojera inmensa. No generalizo, pero pasa”.

—Si no hubiese sido futbolista ni entrenador, ¿qué sería de su vida?

“Capaz que hubiese sido comerciante como mi padre, pero de niño tomé el fútbol con una tremenda pasión y eso trato de transmitir hasta el día de hoy. No fui un jugador de excepción, siempre dependí de mis compañeros, pero siempre rendí. Fui cumpliendo mis sueños: jugar en un equipo importante, representé al país, jugar un torneo internacional, estando en Ovalle mi papá me llevó a un partido en La Serena y quedé loco con ese estadio, con los años pude salir pude salir campeón ahí como técnico (1996). Viendo el Mundial de 1974 dije ‘me gustaría estar ahí algún día’ y gracias a Dios un día iluminado Nelson Acosta me invitó a su staff y pude estar en Francia 98, soñaba despierto (…) No sé cuándo me llegará el retiro, pero tengo las mismas ganas que a los 34 cuando comencé a dirigir. Tengo fuerzas, ideas. Considero un lujo trabajar en Cobresal, por eso me aferro aquí”.

Con aura de inagotable, el ciclo de Huerta no se detiene. Tras la entrevista vespertina vendrá una nueva práctica de fútbol pensando en Copiapó, el rival de este domingo. Otra vez a la cancha. A un minuto. Dos a lo máximo.
Claudio Herrera De La Fuente

es redactor de Deportes El Mercurio, especializado en fútbol y en atletismo de fondo, especialmente en maratón y pruebas de ultradistancia, con más de 20 años de experiencia en periodismo escrito.

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