Santiago de Chile.   Vie 29-03-2024
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San Felipe campeón 1971, la proeza cumplió medio siglo

El 11 de diciembre de 1971 el humilde club del Aconcagua levantó el título por primera y última vez, apuntando la imbatida marca de conquistar el campeonato nacional en las dos divisiones consecutivamente. Una campaña notable con el pícaro Luis Santibáñez en la banca y mil historias que contar: saqueado por un árbitro, ayudado por otro y con su fortín fue castigado por culpa de sus hinchas. De local era imbatible. Allí reventó rivales a punta de fútbol, goles, calor infernal y hasta ardientes braseros en el camarín. Una corona como pocas, narrada por sus ilustres sobrevivientes.
H. Opazo y A Valencia12 de diciembre, 2021
"Al principio nadie nos daba bola y después éramos portada en todos los diarios y revistas”, recuerda Wilson Castillo, lateral izquierdo de Unión San Felipe campeón 1971

El sábado se cumplieron 50 años del hito más importante en la historia del club, que tocó su primer (y único) título de Primera División apenas doce meses después de haber logrado la corona en Segunda, una marca inédita y jamás emulada en el fútbol chileno.

De la mano de Luis Santibáñez y con históricos nombres como Humberto Tapia, Marcelo Bellavigna, Manuel Gaete, Uruguay Graffigna y Heriberto Briones, el cuadro aconcagüino vencía 2-1 a Lota Schwager con goles de Graffigna y Ricardo Rojas, y conseguía lo que parecía un milagro cuando el campeonato partía. Un sueño iluso de unos pocos.

“De los potreros a la Libertadores”, un eslogan creado en alguna sala de redacción y que el equipo hizo suyo en los festejos de ese lejano 11 de diciembre de 1971, y que se construyó, peldaño a peldaño, incluso fuera del propio patio.

“Nos castigaron el estadio por tres partidos porque el público agredió a un árbitro en un polémico duelo con Huachipato, que no nos cobraron dos penales y nos expulsaron un jugador”, recuerda Castillo.

“Nos castigaron el estadio y jugamos en Quillota y La Calera de local, pero el árbitro nos estaba saqueando y los hinchas tiraron piedras, entraron y le aforraron”, narra Antonio “Cocoa” Villarroel. “Con Huachipato hay otra historia”, dice.

—Cuente.

“Nosotros éramos un equipo de cancha seca, porque San Felipe es puro calor. Nos costaba en la lluvia y el barro. Y cuando fuimos a jugar contra Huachipato en La Higuera llovió mucho sábado y domingo. No queríamos jugar. Y pasó que en el mismo hotel nuestro estaba el árbitro Carlos Robles padre, que se acerca a don Lucho Santibáñez, nuestro entrenador, y le pregunta: ‘¿Cómo están para jugar?’. ‘Mal, no somos un equipo de barro’, le respondió el DT. ‘Ya poh Guatón, suspendo y lo cambio para el martes’, le contestó Robles. Y así fue. Ya no llovía, día lindo y le ganamos al Huachipato de Tito Fouillioux y del ‘Guatón’ Laube (3-2). Y sí, nos dio una pequeña ayuda el árbitro”.

Luis Santibáñez marcó una época en el fútbol chileno de los ’70 y ’80. El controvertido entrenador llegaría a ser seleccionador nacional en el Mundial de España 1982. Foto: Revista Estadio

Castillo sigue el recorrido del campeón.

“En Quillota empatamos con Green Cross (2-2), después le ganamos a Colo Colo en el Nacional y ahí nos encaminamos al título”.

“Éramos un equipo humilde. No podíamos pagar más de lo que teníamos, pero pagábamos al día. Los jugadores a veces ganaban más porque en esa época el ganador se llevaba el 30% de la recaudación y el 15% si era empate. Y con el estadio de San Felipe llenito, entraban diez a doce mil personas”, comenta Juan Sabaj, ex director de la rama de fútbol del campeón. “Soy de los pocos dirigentes que quedamos. Fui fundador del club”, agrega.

“Del plantel quedamos como once vivos”, precisa “Cocoa” Villarroel. “Yo era de los más cabros y de los que menos ganaba: 1.200 escudos, porque en esos años no existía el peso. Sántibáñez ganaba 15 mil escudos. Y cuando ganamos a Colo Colo en el Estadio Nacional lleno, con 80 mil personas, me llegaron 15 mil escudos gracias al borderó. Gané en un día lo que me pagaban de sueldo en todo el año”.

Castillo retoma. “Con estadio lleno derrotamos a Everton en Quillota, fuimos a ganar a La Serena 2-1 en un partido por la noche, después vencimos 3-1 a la UC en el antiguo estadio de La Calera… Fue un final espectacular hasta llegar a ese partido con Lota, con 12 mil personas en nuestro estadio”, recuerda con memoria prodigiosa Castillo.

“Yo jugaba en San Luis y don Luis Santibáñez me fue a buscar junto con Uruguay Graffigna y Humberto Tapia, quienes lamentablemente ya fallecieron, para fortalecer ese equipo que había ganado el Ascenso en 1970. Nos fue muy fácil incorporarnos, porque de verdad era un tremendo grupo humano”, añade el exlateral izquierdo.

El exdefensor y hoy comentarista radial recuerda bien la calidad de plantel que tenía entonces Unión San Felipe. “Tapia era un arquero sólido, yo entraba de lateral izquierdo, (Marcelo) Bellavigna y (Boris) Canales eran los centrales y Gastón Alarcón daba la salida por la derecha; arriba jugaban dos tanques como eran Graffigna y Ricardo Rojas, quienes les hacían la vida imposible a los defensas rivales. En el medio, ‘Manolo’ Gaete era espectacular, con mucho fútbol; (Antonio) ‘Cocoa’ Villarroel tenía gran inventiva; por las bandas estaba la zurda mágica de Heriberto Briones, y por la derecha el ‘Poroto’ (Manuel) Núñez era un puntero endiablado. Las alternativas también eran muy buenas: el ‘Huaso’ (Rafael) Henríquez abría las defensas por la banda izquierda, Jaime Ramírez Banda aportaba experiencia; Víctor Díaz era un jugador polifuncional y don ‘Lucho’ lo utilizaba para hacer marcas personales; lo mismo que René Álvarez en la defensa; Hernán Olmos era titular como lateral izquierdo hasta que me tocó reemplazarlo a falta de 12 fechas…”, recita Castillo.

“Es que era bueno el equipo. El mejor, el talentoso era ‘Manolo’ Gaete que jugaba de 6, después venía yo y los de arriba, dos punteros y dos centrodelanteros, se aburrían se hacer goles”, resume “Cocoa” Castillo.


HASTA EL BRASERO JUEGA

San Felipe tomó la punta en solitario faltando cinco fechas y levantó la copa con un invicto de doce partidos. El gestor de la hazaña era un joven entrenador antofagastino, que apenas tenía experiencia en Antofagasta Portuario, Trasandino y Coquimbo Unido antes de llegar a Unión San Felipe en 1970, donde le encargaron la misión de evitar bochornos en el Ascenso: Óscar Luis Santibáñez Díaz.

“Santibáñez había estado antes en San Felipe, en la series menores y como ayudante de Ulises Ramos. Era vivaracho, muy inteligente para plantear los partidos. También les decía a los jugadores, todos jóvenes e impetuosos: ‘Cuídense, que podemos ser campeones’, y lo decía para que se portaran bien, para que no farrearan. Tuvimos que concentrarnos en el hotel Termas de Jahuel”, aporta Sabaj. “También concentrábamos en el hotel Reinares y hasta en el regimiento”, complementa Villarroel.

“Don Lucho fue un adelantado a los tiempos, lo trataban de que era defensivo, pero ganó muchas cosas, fue campeón con Unión Española, en Ecuador, estuvo en Medio Oriente… Insisto: era un adelantado a su época, su filosofía era salir a presionar tanto de local como de visita, pero con flexibilidad, a veces nos resguardábamos para dosificar. Teníamos varios sistemas, como el 4-3-3 o el 3-5-2 dependiendo del partido”, rememora Castillo.


“Él decía ‘primero quiero gente responsable, que tenga hambre de triunfar’. Siempre decía que cuando dejáramos de correr se iba todo a las pailas, pero de verdad ese plantel tenía ganas de triunfar, tenía hambre y eso fue vital”, detalla.

Villarroel sincera. “Don Lucho nos decía que los partidos no se ganaban en la cancha, sino que afuera de la cancha. En San Felipe hace mucho calor, y jugábamos con 34, 35 grados. Entrenábamos a las una de la tarde para acostumbrarnos y los rivales duraban un tiempo. El calor los reventaba, no nos ganaba nadie, ¿quién iba a aguantar ese calor? Y les metíamos braseros en el camarín, jeje”.

—¿Braseros?

“Claro, y más calor había, jaja. Si jugábamos de local a las tres de la tarde, a las doce del día empezaban a prender los braseros. ¡El calor que hacía en ese camarín…! De eso se encargaba el ayudante del utilero. También mojábamos harto la cancha para que con el calor saliera vapor azumagado... Y nosotros corríamos y corríamos, no parábamos de correr, de marcar. No nos ganaba nadie de local”.

—Igual hay historias de Santibáñez...

“Nunca vi nada raro, ni pichicata ni nada de eso en San Felipe, tampoco al hombre del maletín. Éramos jóvenes, humildes y queríamos ser campeones nomás. Don Lucho nos decía que ganando dos partidos de local y uno de visita estábamos. A veces hicimos canasta completa. Le ganamos a los tres grandes, a Colo Colo allá y acá, el Colo Colo de Caszely, Galindo, Leonel Herrera, Beyruth, Messen... A la U le ganamos 4-3 en Santa Laura y era la U de Spedaletti, el ‘Chico’ Araya, Alberto Quintano, el “Flaco” Bigorra, el “Gringo” Nef. Nuestra bestia negra era La Calera: era el único que nos veía la cara. De local perdimos 4-1 y al otro día no queríamos ni salir a la calle… nos hizo dos goles Pedro Graffigna, hermano de nuestro goleador Uruguay Graffigna. Y casi se agarran a combos los hermanos ese día porque le gritaba los goles. Los tuvimos que separar. Casi queda la crema”.

En el cierre, “Cocoa” Villarroel resume la epopeya “Fueron los años más felices del club. Subimos el 70 como campeones de segunda, el 71 salimos campeones y el 72 jugamos la Copa Libertadores. Un record inigualado. Fue extraordinario. Fue simplemente histórico”.

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