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RenovarEditorial
Viernes 29 de septiembre de 2023
Nueva directora del Bellas Artes
El nombramiento representa una innovación en la naturaleza del cargo.
Tras la renuncia de Fernando Pérez Oyarzún, Premio Nacional de Arquitectura, a la dirección del Museo Nacional de Bellas Artes, luego de dos períodos en el cargo, ha sido nombrada como su sucesora Varinia Brodsky, licenciada en arte y con una maestría en museografía, quien ejercía la subrogancia de Pérez. El nombramiento de Brodsky, electa vía concurso, representa una innovación en la naturaleza del cargo, pues por primera vez no es un artista o una persona distinguida de la academia quien asume, sino que se trata de una figura proveniente del mundo de la gestión y la curaduría. Brodsky tiene una vasta experiencia en esta área, desde su trabajo anterior en el Museo de Arte Contemporáneo, junto con Francisco Brugnoli, y como coordinadora de arte del Bellas Artes, nombrada por el mismo director saliente en 2022.
El curador es una figura que, desde hace ya varias décadas, ha venido ganando cada vez más relevancia en el mundo de los museos y galerías, como una persona experta en un área del conocimiento cuya tarea es la organización de exposiciones. El curador define qué verá el público y cómo lo hará, al relacionar obras de acuerdo con una narrativa que él ofrece al espectador. Si bien las instituciones culturales siguen contando con curadores permanentes encargados de la gestión de su colección, existen también los curadores independientes que trabajan en exposiciones temporales. Incluso —y muestra de la evolución que ha habido en este tema— en no pocos casos el curador ha sido definido también como un artista, que al relacionar piezas de una determinada forma, las dota de un sentido nuevo, creando una obra original.
Por lo mismo, se trata de una figura cuya función tampoco ha estado exenta de polémica, pues muchas veces su protagonismo ensombrece la obra más genuina de un artista, que ve intervenido su trabajo con narrativas o puestas en escena extrañas a su personal cosmovisión. De hecho, recientemente, la destacada artista textil chilena Carolina Yrarrázabal decía, en entrevista con este medio: “he evitado someterme a los criterios de los curadores, que muchas veces nada tienen que ver con las necesidades expresivas del artista”.
En el caso de museos institucionales como el Bellas Artes, que alberga la colección permanente más relevante de nuestra historia artística, es precisamente esta colección la que es objeto de numerosas reinterpretaciones y relecturas por parte de la curaduría experta, que no siempre respeta la obra en su identidad artística más propia, y más bien la hace objeto de narrativas sofisticadas y de difícil comprensión para el público. Muchas veces la curaduría de una muestra puede tener una dimensión crítica, afirmaba el exdirector Pérez Oyarzún, la que puede ser vista con una connotación negativa, pero también tiene un carácter revitalizador. “Obliga a mirar las obras con atención, y con ello, se tiene la oportunidad de renovar su vigencia”.
Este predicamento, al parecer, se acentuará con la nueva dirección. Varinia Brodsky ha afirmado que un museo como el Bellas Artes debe cuestionarse y autodesafiarse. “Esto no es solo un espacio de contemplación o solo de experiencia estética. El museo es sitio de transformación”. Pero esta visión debiera conjugarse con otras múltiples miradas e intereses que tiene un museo nacional, ligadas a la formación del público y a la proyección de una tradición histórica que se ha ido formando a través de los siglos, valores que en grado importante definen su carácter.
El curador es una figura que, desde hace ya varias décadas, ha venido ganando cada vez más relevancia en el mundo de los museos y galerías, como una persona experta en un área del conocimiento cuya tarea es la organización de exposiciones. El curador define qué verá el público y cómo lo hará, al relacionar obras de acuerdo con una narrativa que él ofrece al espectador. Si bien las instituciones culturales siguen contando con curadores permanentes encargados de la gestión de su colección, existen también los curadores independientes que trabajan en exposiciones temporales. Incluso —y muestra de la evolución que ha habido en este tema— en no pocos casos el curador ha sido definido también como un artista, que al relacionar piezas de una determinada forma, las dota de un sentido nuevo, creando una obra original.
Por lo mismo, se trata de una figura cuya función tampoco ha estado exenta de polémica, pues muchas veces su protagonismo ensombrece la obra más genuina de un artista, que ve intervenido su trabajo con narrativas o puestas en escena extrañas a su personal cosmovisión. De hecho, recientemente, la destacada artista textil chilena Carolina Yrarrázabal decía, en entrevista con este medio: “he evitado someterme a los criterios de los curadores, que muchas veces nada tienen que ver con las necesidades expresivas del artista”.
En el caso de museos institucionales como el Bellas Artes, que alberga la colección permanente más relevante de nuestra historia artística, es precisamente esta colección la que es objeto de numerosas reinterpretaciones y relecturas por parte de la curaduría experta, que no siempre respeta la obra en su identidad artística más propia, y más bien la hace objeto de narrativas sofisticadas y de difícil comprensión para el público. Muchas veces la curaduría de una muestra puede tener una dimensión crítica, afirmaba el exdirector Pérez Oyarzún, la que puede ser vista con una connotación negativa, pero también tiene un carácter revitalizador. “Obliga a mirar las obras con atención, y con ello, se tiene la oportunidad de renovar su vigencia”.
Este predicamento, al parecer, se acentuará con la nueva dirección. Varinia Brodsky ha afirmado que un museo como el Bellas Artes debe cuestionarse y autodesafiarse. “Esto no es solo un espacio de contemplación o solo de experiencia estética. El museo es sitio de transformación”. Pero esta visión debiera conjugarse con otras múltiples miradas e intereses que tiene un museo nacional, ligadas a la formación del público y a la proyección de una tradición histórica que se ha ido formando a través de los siglos, valores que en grado importante definen su carácter.