Daniil Medvedev, el niño malcriado que ataca la cima del tenis mundial
Problemas de salud y de control de emociones, que mantiene hasta hoy, no impidieron que el ruso se convirtiera tras el último US Open en la sensación del tenis mundial. “Se veía que tenía futuro”, recuerda Cristóbal Saavedra, quien lo enfrentó cuando el moscovita recién asomaba en el ranking ATP.

Diego Hermosilla14 de septiembre, 2021
El pequeño Daniil Medvedev apareció por una cancha de tenis en Moscú, cerca del año 2005, y le sacó el adhesivo con el precio a la raqueta que de camino al club adquirió con su familia en un supermercado. Fue la única compra, porque el resto de la indumentaria ya la tenía, salvo las zapatillas: tenían vivos rosados pues una de sus hermanas se las había cedido. Poco glamour para el inicio en este deporte de un joven, hoy de 25 años, que es número dos del mundo y reciente campeón del US Open.
La historia había partido poco antes, cuando Olga, la madre del “Oso”, había visto en un muro de la piscina que frecuentaban un aviso de clases de tenis. A ella y al propio Daniil les pareció más atractivo que la natación y una actividad que también podría compatibilizar con la música, otra pasión del niño.
Allí fue clave Ekaterina Kryuchkova, la profesora que dictaba las clases. Sería su primera entrenadora y quien le enseñaría “a correr cada punto hasta el final”, según ha contado el jugador. En esos días consiguió también su primer autógrafo, el de Vera Zvonareva, ex número dos de la WTA, que fue al campo a dar consejos a los niños.
Pero hubo un problema en el camino: llevaba poco en el tenis cuando le detectaron problemas cardíacos y un doctor incluso advirtió que no podría hacer deporte de alto rendimiento. Pero no cejó, como tampoco lo hizo cuando, siendo un adolescente, Medvedev tuvo que operarse de una rodilla. La recuperación de varios meses pudo perfectamente hacerlo olvidar el tenis, pero no fue así.
¿Disfrutaba del tenis el hoy campeón de Nueva York? Lo tomaba con entusiasmo, aunque había sufrimiento también, especialmente cuando perdía. "Sus gritos y llantos se escuchaban a 500 metros", contó una vez su padre, Sergey. El mismo tenista recordó que “cuando tenía 16, 14 años, podía ponerme a pelear con el público porque aplaudían una doble falta o algo así. Les gritaba y ellos me gritaban".
A esa altura, la familia ya se había mudado a Francia para que Daniil tuviera mejores condiciones para desarrollarse. Atrás quedaban sus estudios de economía y comercio y de educación física. Ese 2014, al fin los Medvedev cumplían un sueño, pues habían planeado llegar en marzo de 1996 a París para que su hijo tuviera con la nacionalidad francesa, pero Daniil nació semanas antes, en febrero, en Moscú.
Testigo de esa época es Cristóbal Saavedra, quien derrotó a Daniil en dos futuros consecutivos en la República de Georgia, en agosto de 2014, cuando el ruso tenía 18 años y era 1.751° del mundo (el chileno era 385°). “Ante Medvedev, me acuerdo que en los partidos quedaba esa sensación de que aunque uno jugara bien, iba a perder”, recuerda el extenista. Saavedra, de 24 años en ese entonces, asegura que “se notaba que iba a jugar bien en el futuro. Normalmente uno juega con chicos y sabe que puede ser bueno, normal o que va a tener que luchar si quiere sobresalir, pero Daniil me dio la sensación de que se iba a meter fácilmente en el circuito. Tenía un saque difícil de leer, de revés mejor no buscarlo, tenía solución para todo. Un poco como ahora”.
Sobre la relación familiar, el hoy entrenador permanente de Gonzalo Lama y part time de Nicolás Jarry, comenta que “en esos días él no viajaba con entrenador. Me acuerdo que afuera lo esperaba su mamá, él ya era bien alto, su mamá era chica, pero igual le pegó una retada bien fuerte después de perder una semifinal con Gianluca Mager”. Este año, Olga Medvedeva dijo sobre su hijo que "cuando entra a la cancha se transforma. Yo no lo reconozco".
Ya más grande, el asunto del mal genio no lo superó. En la edición 2019 del US Open, en un match contra el español Feliciano López, le hizo un gesto obsceno al público y maltrató al pasapelotas que le entregó mal una toalla, por lo que recibió una sanción del juez de silla. "Si no fuera por ustedes no ganaba, estaba cansado, sufrí de calambres. Todos sepan, cuando se duerman esta noche, que gané gracias a ustedes. Cuanto más me abucheen, más ganaré", les dijo ese día en inglés a los espectadores.

Daniil Medvedev insultando al público en el US Open 2019. Foto: France Presse
No es lo único, en 2016 fue expulsado de un challenger en Estados Unidos por cuestionar la imparcialidad de la jueza, a la que acusó de beneficiar a su oponente por compartir el color de la piel con él; y un año después en Wimbledon le lanzó monedas a un umpire, lo que le significó un castigo similar al que recibió en 2018 por una rabieta en Miami, los raquetazos de 2019 al pasto del All England y negarse a darle la mano a un árbitro.
Son las caras de Daniil Medvedev, que asegura que fue a su primer concierto a los 12 años (un recital del rapero 50 Cent), que cuando aún era un niño ganó mucho dinero en un tragamonedas en Finlandia; que es hincha del Bayern Munich, de David Alaba y de Robert Lewandowski, y que con su primer cheque importante viajó de Bratislava a Austria a comprarse ropa en un mall de descuentos. Eso fue en 2016, cuando entró al top 100 del mundo; en 2019 ya no sería problema, pues firmó su primer contrato importante de equipamiento deportivo, con Lacoste.
Es el 2 del mundo, que sabe también cuidarse. Dejó los dulces y croissants al desayuno y los cambió por una más saludable crema de avena. También deja en casa los videojuegos (FIFA y NHL son sus favoritos), pues, según ha confesado, “me gustan mucho y si los llevara a los torneos no tendría estos resultados, me vuelvo loco y juego demasiado”.
Son las complejidades del único jugador fuera del "Big Four" (Djokovic-Federer-Nadal-Murray) en ser top 2 del ranking desde Lleyton Hewitt en 2005 y el primer tenista en la Era Open en derrotar a los tres mejores del mundo en el mismo torneo (las ATP Finals de 2020). Un logro, aunque dice que no tiene en mente, por ahora, atacar el lugar de privilegio del ranking ATP.
El tercer ruso en ganar un Grand Slam (tras Yevgeny Kafelnikov y Marat Safin), se imaginaba jugando contra Rafael Nadal y Roger Federer cuando jugaba al frontón en su casa en Moscú, y ya los pasó a ambos en el escalafón. Novak Djokovic está en la mira, pero a largo plazo.