Amigos y familiares de Tupper, a 25 años de su muerte: “Hoy sería dueño de una librería y tendría varios hijos”
El 20 julio de 1995, producto de una depresión que tenía desde niño, el futbolista de Universidad Católica decidió quitarse la vida. Familiares, amigos y compañeros recuerdan su infancia, sus temores, contradicciones y el fatal día en Costa Rica, pero también cuentan cómo lo verían hoy, a los 51 años.

—“Véalo usted, ya no tiene signos vitales”.
—“No, no tiene…”.
Como estudiante de Educación Física, Juvenal Olmos había estado en contacto con la muerte cuando en la cátedra de Anatomía visitaba periódicamente el Instituto Médico Legal. Pero sus inquietudes lo llevaron todavía más allá: a principios de 1995 decidió realizar un curso de primeros auxilios en Santa Rosa de Las Condes “sobre accidentes, reanimación y respiración. Los cadáveres no me paralizaban”, relata.
Sabía cómo actuar en caso de urgencia. Y cuando vio lo que vio, el 20 de julio de hace 25 años, no dudó un segundo: “Tomábamos desayuno en el comedor, cuando de repente todos empezaron a gritar. Salimos corriendo. Había una baranda, una escala de caracol que daba hacia abajo y ahí estaba el ‘Mumo’. Quedaron todos petrificados. Bajé, lo vi. ‘Tranquilo, Juve, tranquilo, es tu compañero’, pensé. Era una sensación extraña. Le tomé los signos vitales en la muñeca, en el cuello. Y nada. Pensé en hacerle respiración boca a boca... ‘Se fue’, dije. En eso llegaron los paramédicos y les pedí que lo revisaran”.
—“Véalo usted, ya no tiene signos vitales”.
—“No, no tiene…”.
Raimundo Tupper Lyon llegó al mundo el 7 de enero de 1969 para cumplir un sueño familiar: ser futbolista. “Dormía abrazado a la pelota. A los siete años, con Andrés Olivares, que también jugó en la UC y también falleció, hacían maravillas en el barrio. El ‘Mumo’ pasó a ser mi regalón y el de todos. Yo lo iba a buscar y a dejar al colegio, también lo llevaba a las canchas de Quilín”, recuerda su hermano Andrés antes de lamentarse: “Nunca logramos que fuera extrovertido o que hablara mucho. Después de los partidos, olvídate, costaba muchísimo que dijera algo”.
Rodrigo Gómez —quien conoció a Tupper en 1981, en la Tercera Infantil de Universidad Católica— coincide: “De chico fue muy tímido, iba al psicólogo”. Y agrega: “Con Alberto Fouillioux y Andrés Silva hicimos un lindo grupo de amigos. Teníamos gustos parecidos: escuchábamos conciertos en Laser Disc de Silvio Rodríguez, Joan Manuel Serrat, Joaquín Sabina, Peter Gabriel, U2, James Taylor. Íbamos al Drugstore y a la disquería Fusión”.

Un Tupper distinto, disfrutando del matrimonio de Carlos Soto, su compañero en la UC. También aparecen Cornez, Neira, Lepe y Olmos. Crédito: Archivo Personal
Su conducta introvertida marcó su etapa en la Católica. “Yo iba todos los viernes al Instituto Filosófico Hermético. Manuel Pellegrini me daba permiso para no comer con el equipo, pero sí debía concentrarme. El ‘Mumo’ y Nelson Parraguez esperaban que llegara, tipo 22:30 horas, y me preguntaban ‘qué estudiaste hoy’. Eran temas de superación personal, proyectos imaginarios que teníamos que aterrizar. Le parecía interesante; hablábamos mucho del tema, pero jamás imaginé que tenía un problema más serio”, cuenta Olmos.
Comenzaba junio de 2005 y Andrés Tupper recibió un llamado que pulverizó su vida. “Estaba en Buenos Aires y mi mamá me dice ‘por favor, regresa apenas puedas, Raimundo nos contó que tiene depresión’. Viajé y estuve todo el día conversando con él, pero no entendí muy bien qué le pasaba. No se pudo explicar. A los días nos fuimos todos los hermanos a la plaza, a Zapallar. Lo pasamos bien, comimos rico, conversamos, nos reímos, pero tampoco logramos entrarle. No pudimos. De vuelta a Santiago hablamos con un siquiatra que sugirió internarlo. ‘Ni cagando’, me dijo el ‘Mumo’, porque me tienen que medicar y no podría jugar por eso del dóping’. Me lo llevé una semana a mi casa. Lo pasó bien con mis hijos, aunque como no estaba entrenando no se veía contento. Mientras, mi mamá le pintó su pieza, le cambió el ambiente”.
Por esos días, en tanto, la UC jugaba con Coquimbo Unido en la Cuarta Región. “Nunca me había desgarrado y ese día me desgarré el aductor derecho. No viajé a Costa Rica. Nunca más me volví a desgarrar. Tampoco fue Andrés Romero, que también se había lesionado, otro de sus amigos. El destino”, es la pena de Gómez.
Raimundo puso la depresión como una enfermedad más, sacó el tema a la luz pública… La mayoría de sus cosas quedaron en la casa de mis padres Andrés Tupper hermano de Raimundo
Relata Tupper: “Pellegrini le dice que lo lleva siempre y cuando recupere el peso, porque estaba muy flaco. Y el ‘Mumo’ se puso muy contento, comía, comía y comía. Poco antes, la gira se cayó. Lo llamé y nuevamente se había bajoneado. Me llamó mi mamá. Hablamos. Finalmente se hizo el viaje, y le volvió a subir el ánimo. Quedó de pasar a mi casa un domingo por la noche, porque yo viajaba a Lima por trabajo… Nunca fue”.
Con los pasajes en mano, el ‘Mumo’ empezó las despedidas: antes de partir fue a Reebok, su auspiciador, y retiró productos como nunca: dejó bolsos con ropa, poleras, buzos y zapatillas en las casas de sus hermanos. “Me dejó, también, unos gorros jamaicanos y un puro”, especifica Andrés.
Ya en Costa Rica se mostró alegre, cambiado, apostando fichas de 100 dólares en el casino. Raro en él, siempre muy cuidadoso con su dinero.
EL AYER Y HOY DE UN INOLVIDABLE
“Pellegrini me dice ‘mirá que voy a poner al ‘Mumo’ con vos’”, rememora Sergio Fabián Vázquez. Juntos compartieron la habitación 621 del Hotel Centro Colón. “No me pareció extraño, porque ya habíamos concentrado. Tampoco imaginaba nada más: del equipo solo Manuel, Parraguez y Gómez sabían que tenía depresión”, sostiene.
El defensa argentino fue la última persona que conversó con Tupper. “Hablamos, sin parar, desde las 22:30 hasta las siete de la mañana. Tenía un conflicto con él mismo, al punto de no poder mirarse al espejo... Él hablaba y hablaba, caminaba y caminaba, cuando le dije ‘es hora de dormir que en un rato jugamos y no nos vamos a poder mover…’. Descansé 20 minutos, porque vi que el ‘Mumo’ se iba. ‘Voy a desayunar’, dice. Me apuro, lavo los dientes, pero ya había bajado. Llego al comedor, pregunto por él y me dicen que había subido. No pasa mucho rato cuando dicen que alguien había tenido un accidente… De inmediato supe, por lo que habíamos conversado, que había sido él”.

Tupper jugando la final de la Copa Libertadores de 1993, ante Sao Paulo. Un año antes, el ‘Mumo’ había superado una depresión. Crédito: El Mercurio
La noticia no demoró en llegar a Chile. “Entrenaba en San Carlos, hacía bicicleta, mientras el ‘Moto’ Romero estaba en una camilla. De pronto entra Leo Vera, un funcionario, y me dice ‘tengo algo que decirte’”, relata Gómez. Tal como Vázquez, su mente pensó en Tupper. “Qué le pasó al Mumo’, pregunté. Imaginé que algo, pero nunca que se había muerto”, profundiza.
“Estaba en una reunión, en Lima, y Pablo Guzmán, mi socio, recibe un llamado de Santiago. Pasaban los minutos y nadie me decía nada, pero sus caras estaban demacradas. Todos se miraban hasta que dijo ‘Raimundo se murió’. Jamás me lo habría imaginado o nunca lo hubiese dejado subir a ese avión”, se lamenta su hermano.
El tratamiento con los especialistas Arturo Grau y Alfredo Ruiz no había resultado.
“Pasaron las horas, viene Manuel y me dice ‘Juvenal, vístalo usted’. Le respondí que no podía hacerlo solo. Me ayudó Parraguez, nadie más quería. Y yo tampoco, el tema me había alterado, pero nadie más quería… Pensé en su familia que estaba en Santiago: ‘Trata de vestirlo bonito’, me dije. No sé si le puse ropa normal o buzo. No recuerdo. Me tocó vestir a mi papá, también, y uno se pregunta muchas cosas”, narra Olmos.
Lo del ‘Mumo’ marcó un antes y un después de cómo se abordó la depresión. Antes no se conversaba, no se tomaba en serio, era un tema tabú. A lo más decían que uno tenía estrés Rodrigo Gómez amigo de Tupper
El dolor recién comenzaba: Gómez reunió al grupo de amigos y fueron hasta donde Natacha Rovira, la polola del ‘Mumo’, en tanto Andrés Tupper llegó directo al departamento de sus padres. “Terrible… Después fui al aeropuerto, Vázquez me vio y me dijo ‘no lo pude salvar, no lo pude salvar, perdóname… Anoche hablamos de vos, de tus hermanos…’”, rememora. Olmos seguía cuestionándose cosas: “¿Por qué no nos dijo de esa enfermedad a todos, quizás lo hubiéramos ayudado mejor? Supe que había dejado sus medicamentos, que los había suspendido”.
A 25 años, las reflexiones aclaran, quizás, muchas interrogantes. “Raimundo se cuestionaba que tenía todo, pero la cabeza no le permitía ser feliz. Tenía plata, amigos, y no lograba ser feliz”, explica Gómez. “Su patología era de niño, no adquirida por burlas o bullying. No sé qué pudo gatillarlo, pero sí que lo planificó, porque fue al lugar más alto”, piensa Olmos. “Decía que todo le había llegado muy fácil, que no se lo merecía. Jugaba en la UC, tenía plata, era seleccionado. Nunca dijo que se sentía deprimido, solo lo veíamos como un chico tímido”, es la palabra de Andrés Tupper. Y, enseguida, aborda el tema más duro: “Al tiempo hablamos con un siquiatra y nos dijo que cuando un depresivo toma la decisión de suicidarse se mejora, porque ya sabe cuándo se le acabarán los problemas… Y nunca pensó hacerlo en Chile, porque mi mamá y mi papá lo hubiesen visto. Costa Rica era su oportunidad”.

Más de siete mil personas llegaron a San Carlos de Apoquindo para despedir al hoy símbolo de los cruzados. Crédito: El Mercurio
El funeral, multitudinario, emocionó a todo el país. “Me di cuenta que el tema había escapado a la familia y a la UC. Era impresionante la cantidad de gente, jamás lo hubiese imaginado. En la misa estaba con una polera roja que me había regalado el ‘Mumo’. Mi papá se enojó: ‘¡Cómo se te ocurre!’, me dijo. La verdad, me importaba una raja”, reflexiona Tupper.
¿Cómo sería Tupper hoy? “Cuesta imaginarlo”, responde Olmos. “Entre salir o leer un libro prefería leer; entre el ruido y la tranquilidad, prefería la tranquilidad. Era muy parecido a Parraguez. Una librería sería lo suyo”, sostiene. El 'Piri' no duda: “En familia, en una casa con una buena biblioteca y un buen equipo de música, en una actividad relacionada con el deporte o en algún emprendimiento comercial... Viajando y manteniendo a sus amigos de siempre”. Gómez también tiene la película clara: “En una onda muy familiar, disfrutando de sus gustos. Quizás trabajando en los medios de comunicación, aunque no le gustaban tanto… Lo pienso dueño de una librería”, asegura Gómez.
Le gustaban mucho los asados. Con el grupo de amigos veraneábamos juntos. Y era muy generoso: ellos recién salían de la U y el ‘Mumo’ los invitaba a comer Rodrigo Gómez excompañero de Tupper
“Socio de una librería. Y como era querendón de los niños, hubiera sido padre de varios”, certifica su hermano. “¿Sabe?”, pregunta. “Ya no me bajoneo, pero se echa de menos con mucho cariño y siempre lo recuerdo: tengo una foto suya en el velador, lo veo cuando me levanto y cuando me acuesto. Sí me da pena cuando mi papá se acuerda de él: hace poco dieron los partidos del Mundial Juvenil del 87 y le dio pena. Ver a mi papá sufrir de dolor me caga, porque él no lo va a superar nunca. Era su razón de vivir… Fue lindo lo que vivimos con él”.

Raúl Neira
es redactor de Deportes El Mercurio y especializado en fútbol. Con más de 25 años de carrera, ha estado en la Copa Confederaciones de Rusia 2017, la Copa América de Chile 2015, copas Libertadores, sorteos y partidos clasificatorios a la Copa del Mundo.