Señor Director:
En
reciente carta, Daniel Loewe, profesor de la Escuela de Gobierno de la Universidad Adolfo Ibáñez, critica a
monseñor Chomali, obispo de Concepción, porque este ha recordado, una vez más, la tradicional doctrina católica de respeto a la vida humana desde que la persona es tal -esto es, desde el momento mismo de la concepción: unión de óvulo femenino y espermio masculino-, denunciando al aborto provocado artificialmente como lo que es, un homicidio. Y que lo es, aunque muchas veces no pueda imputarse a la madre, sino a quienes la presionan para que lo provoque.
También, porque ha afirmado la doctrina tradicional de que la sexualidad humana tiene como objetivo primordial la procreación, y que en ese sentido ella supone, como condición básica pero no única, el que se emplee en relaciones entre un varón y una mujer, y que emplearla en relaciones de carácter homosexual conlleva siempre una situación de peligro para los que se involucran en ellas. Y que por eso la Iglesia manda tenerlas como reprobables, sin perjuicio de todo el respeto que merecen las personas que tienen tendencia a la homosexualidad.
Por último, porque ha defendido la vida humana hasta que esta cese por causas naturales, enfermedades incluidas, haciendo hincapié en que nadie puede atentar ni contra la vida propia ni contra la ajena. Y que no es disculpa el que alguien pida a otro que le infiera la muerte, aunque se encuentre en una situación de enfermo terminal. Que otro es el camino para hacer llevadera esa situación indudablemente dura.
El señor Loewe afirma que estos argumentos de monseñor Chomali provienen de una lectura religiosa ideologizada tanto de la naturaleza como de lo que la razón indicaría. Y que ellos constituirían "una más de las luchas que la Iglesia Católica libra contra la modernidad y, en los últimos tiempos, contra la obsolescencia que la amenaza". Lo que Loewe no advierte es que esa obsolescencia ha amenazado a la Iglesia desde su origen hace ya más de dos mil años y que, sin embargo, a pesar de apariencias engañosas, goza de muy buena salud. Y que, precisamente, porque esos argumentos han sido parte de la doctrina de la Iglesia durante todo este tiempo, es por lo que la humanidad se ha visto protegida en su caminar histórico hasta llegar al punto en que la vemos hoy.
La Iglesia no saca su doctrina de una manga ideologizada, sino que la formula a la vista de lo que es nuestra naturaleza individual y social y es esto lo que le da su validez. La pretensión de Loewe de achacarla a un prejuicio ideológico de carácter religioso no es más que un atajo que él toma para evitar una discusión seria acerca de lo que esa naturaleza nos enseña. La ideología, en este caso, corre por cuenta del señor Loewe y no de monseñor Chomali.
Por último, corresponde negar que "la modernidad" como tal sea la expresión de las aberraciones que enseña Loewe. Que en ella haya quien lo hace, él mismo lo demuestra, pero está muy equivocado cuando afirma que la esencia de lo moderno sea el asociarse a cuanto disparate aparezca por ahí. No está de más señalar que en este sentido la Iglesia se ha demostrado también como paradojal y permanentemente moderna.
Jorge Sandrock C.Profesor de la Universidad Adolfo Ibáñez
Gonzalo Ibáñez S.M.Ex rector de la Universidad Adolfo Ibáñez