Señor Director:
Cristián Cox tuerce mañosamente el espíritu y la letra de lo dicho en
mi columna del lunes acerca de la formación docente y su urgencia. Seguro lo traiciona una mala conciencia, pasada y presente.
Si me atrevo a interpelar a los responsables para que actúen con sentido de urgencia, es precisamente porque me preocupa la educación de los niños chilenos, y la de sus actuales y futuros profesores. Y es en ese espíritu de preocupación que di a conocer experiencias frescas que, pienso, ayudan, o pueden ayudarnos, a salir de una situación inaceptable y viciada.
Los vergonzosos resultados durante cinco años consecutivos en la prueba chilena Inicia, y asimismo los alcanzados en las pruebas internacionales, no admiten más actitudes esterilizantes. Que un ingeniero no pueda enseñar matemática o física, que un médico no pueda enseñar biología, no resiste análisis. Decir que eso contribuye a "desprofesionalizar la docencia", la verdad, no lo había pensado, pero si es así, me alegra mucho, pues sin quererlo, lo dicho por el propio Cox acusa la raíz del problema.
En efecto, mi propuesta, hecha a la luz de una buena idea probada en Holanda, apunta a que profesionales que saben algo y que tienen una buena experiencia laboral puedan enseñar, mediando un proceso de habilitación bien acreditado. La razón que me llevó a proponerla es, justamente, que hoy los "profesionales de la docencia" se muestran incapaces de resolver este grave problema. No hay peor ciego que el que no quiere ver.
Conozco a destacados profesionales, exitosos en su exigente tarea, que estarían bien dispuestos a considerar una solicitud para cambiar su actividad y desempeñarse en una tarea docente escolar, o al menos destinarle un tiempo compatible con su trabajo. Incluso, algunos me han dicho que lo harían gratuitamente, como un servicio.
En este mismo diario, hace algunos días, leí unas ideas sugerentes propuestas por la decana de la Facultad de Educación de la UDLA,
Pilar Romaguera. Las consideré una buena ayuda para responder las complejas preguntas que la educación debe atender con especial cuidado en nuestro tiempo: quién debe enseñar, qué se debe enseñar, cuándo, cómo emplear los estupendos medios de comunicación disponibles. Ojalá otros decanos se sumen en esa línea propositiva, que sin duda será más fecunda para atender nuestra urgencia educativa.
Aníbal Vial Echeverría