La educación vive, junto con un profundo cuestionamiento a sus estructuras en nuestro país, un cambio radical a nivel mundial, liderado por internet y las nuevas tecnologías de información y comunicación, la demanda masiva por educación superior, la globalización y la entrada de nuevos actores a la esfera educativa.
Como fruto de ello se despliegan ante nuestros ojos una multiplicidad de hardwares , softwares y emprendimientos de diversa índole, como cursos en línea masivos y abiertos al público (MOOC, acrónimo en inglés de Massive Open Online Course ), recursos educativos abiertos (REA), aulas virtuales ( blen ded ), la clase del revés ( flipped classrooms , modelo por el que los estudiantes acceden en casa a los contenidos, mientras las tareas se desarrollan en el aula), cloud-schools (método por el que los niños pueden explorar y aprender unos de otros, utilizando los recursos y tutorización a través de la nube informática) y uso de redes sociales para fines educativos, entre muchos otros.
Los actores también se multiplican. La Unesco ha llamado a los gobiernos a utilizar recursos educativos abiertos (REA) en sus sistemas; en el impulso a los MOOC participan empresas de capital de riesgo, universidades de élite y ONG globales, y el BID ha apoyado la iniciativa de la Khan Academy en el sistema escolar de la región. El Consejo Nacional de Innovación anticipa una avalancha de transformaciones en la educación superior para las próximas décadas.
Entre las iniciativas, quizás la más "glamorosa" sean los MOOC, dictados de manera gratuita por los mejores académicos del mundo, y la predicción más acertada sea -como lo ha planteado Jamil Salmi- que la educación superior será universal.
En el corazón de estas transformaciones está la utilización de nuevas tecnologías en educación, donde lo digital ofrece tres promesas: mejorar la calidad (ya hay estudios que señalan que metodologías de clases híbridas superan a las presenciales); cerrar brechas de inequidad por condiciones socioeconómicas, mediante aprendizajes individualizados, y disminuir costos para ampliar la cobertura o, según algunas ONG, para que la educación sea un bien público global.
Si bien es difícil predecir cuáles de estas iniciativas sobrevivirán, los expertos anticipan que la educación se transformará a sí misma -y, esperanzadoramente, también al mundo- en solo una década. Crecientemente, las tecnologías de información y comunicación permitirán la interacción, mentoría y formación de comunidades de aprendizaje. Y cuando logren motivar al estudiante a aprender lo mismo que su mejor y más recordado profesor de escuela, estaremos realmente en la senda del cambio que estamos esperando.
Pilar RomagueraDecana
Facultad de Educación U. de Las Américas