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RenovarEditorial
Domingo 20 de abril de 2025
Aves en el aeropuerto
Aunque hay medidas de mitigación, habrá que aprender a convivir con el problema.
En estos días, el aeropuerto de Santiago ha debido suspender operaciones sucesivas veces por la presencia de aves que podrían poner en riesgo los despegues y aterrizajes de aeronaves. Afortunadamente, han sido solo unas horas cada día y en un período limitado del año en que las aves migran, pero quienes ven retrasados sus vuelos seguramente tendrán una visión más negativa.
Las causas del aumento de estos eventos son varias. Desde luego, la presencia de vertederos ilegales, atractivos para diversos tipos de gaviotas. En el caso de otras especies, la protección del humedal cercano al aeropuerto ha acrecentado su número. El terminal ha utilizado diversas medidas de mitigación, como sonidos, imágenes de aves rapaces e incluso proyectiles no letales. El problema es que esas disposiciones se tornan menos efectivas a medida que los pájaros se habitúan. Una opción en preparación son aves de caza amaestradas, que ahuyentarían a especies que son sus potenciales presas. La combinación de medidas audiovisuales más un cierto riesgo real para los pájaros ha demostrado ser una fórmula más efectiva y perdurable.
El problema de los impactos con aves no ocurre solo en Chile, sino en muchos otros aeropuertos. Puede recordarse el llamado “milagro del Hudson”, en Nueva York, cuando un avión se encontró con una bandada de gansos canadienses. Producto del incidente, perdió ambos motores y debió aterrizar en el río, consiguiendo salvar a todos los ocupantes. A fines del año pasado, en Corea, una aeronave perdió su sistema hidráulico, probablemente también debido al impacto con aves en sus motores. En ese caso, tal vez los pasajeros se habrían salvado de no existir una barrera al final de la pista con la que el avión se estrelló y estalló en llamas.
Los reguladores aéreos han tratado de reducir la vulnerabilidad de los aviones comerciales a estos eventos; por ejemplo, las normas indican que deben resistir el impacto de un ave de 1,8 kg. Y si el golpe es en un motor, este podría dejar de operar, pero no causar otros daños. Pero el problema más serio ocurre cuando la aeronave se encuentra con una bandada, lo que puede inutilizar ambos motores. En ese caso, los aviones pueden perder gran parte de sus sistemas aeronáuticos y, si el accidente es a baja altura, no es posible activar los controles de respaldo manuales. Sin embargo, es técnicamente difícil mejorar mucho más estos estándares.
En las últimas décadas ha aumentado la incidencia de impactos con aves, en parte debido al aumento de los vuelos, pero también como resultado de medidas de protección de la naturaleza. En el caso del aeropuerto de Santiago, el mayor humedal de la ciudad se encuentra en sus cercanías y su recuperación ha aumentado la presencia de aves. Además, un corredor biológico para gaviotas dominicanas pasa por sobre el terminal.
No hay pues una solución óptima, a menos que se quiera abandonar la protección de humedales y aves. Sí se puede actuar para reducir los riesgos, buscando evitar que esas especies se acerquen y despejando los microbasurales. Con todo, es probable que viajeros y aerolíneas deban aprender a convivir con este problema.
Las causas del aumento de estos eventos son varias. Desde luego, la presencia de vertederos ilegales, atractivos para diversos tipos de gaviotas. En el caso de otras especies, la protección del humedal cercano al aeropuerto ha acrecentado su número. El terminal ha utilizado diversas medidas de mitigación, como sonidos, imágenes de aves rapaces e incluso proyectiles no letales. El problema es que esas disposiciones se tornan menos efectivas a medida que los pájaros se habitúan. Una opción en preparación son aves de caza amaestradas, que ahuyentarían a especies que son sus potenciales presas. La combinación de medidas audiovisuales más un cierto riesgo real para los pájaros ha demostrado ser una fórmula más efectiva y perdurable.
El problema de los impactos con aves no ocurre solo en Chile, sino en muchos otros aeropuertos. Puede recordarse el llamado “milagro del Hudson”, en Nueva York, cuando un avión se encontró con una bandada de gansos canadienses. Producto del incidente, perdió ambos motores y debió aterrizar en el río, consiguiendo salvar a todos los ocupantes. A fines del año pasado, en Corea, una aeronave perdió su sistema hidráulico, probablemente también debido al impacto con aves en sus motores. En ese caso, tal vez los pasajeros se habrían salvado de no existir una barrera al final de la pista con la que el avión se estrelló y estalló en llamas.
Los reguladores aéreos han tratado de reducir la vulnerabilidad de los aviones comerciales a estos eventos; por ejemplo, las normas indican que deben resistir el impacto de un ave de 1,8 kg. Y si el golpe es en un motor, este podría dejar de operar, pero no causar otros daños. Pero el problema más serio ocurre cuando la aeronave se encuentra con una bandada, lo que puede inutilizar ambos motores. En ese caso, los aviones pueden perder gran parte de sus sistemas aeronáuticos y, si el accidente es a baja altura, no es posible activar los controles de respaldo manuales. Sin embargo, es técnicamente difícil mejorar mucho más estos estándares.
En las últimas décadas ha aumentado la incidencia de impactos con aves, en parte debido al aumento de los vuelos, pero también como resultado de medidas de protección de la naturaleza. En el caso del aeropuerto de Santiago, el mayor humedal de la ciudad se encuentra en sus cercanías y su recuperación ha aumentado la presencia de aves. Además, un corredor biológico para gaviotas dominicanas pasa por sobre el terminal.
No hay pues una solución óptima, a menos que se quiera abandonar la protección de humedales y aves. Sí se puede actuar para reducir los riesgos, buscando evitar que esas especies se acerquen y despejando los microbasurales. Con todo, es probable que viajeros y aerolíneas deban aprender a convivir con este problema.