No es mi intención unirme al creciente grupo cultores del nuevo deporte nacional en que se está convirtiendo el lanzarle dardos a la administración de Pablo Milad en la ANFP.
El curicano acumula desaciertos operativos y comunicacionales que harían inviable su permanencia en la cabeza de cualquier organismo comparable en importancia con el que tiene asiento en Quilín.
Pero estamos en Chile y acá nadie renuncia. No hay desprolijidad, negligencia, error, estulticia ni contumacia lo suficientemente grave para que alguien decida voluntariamente dar un paso al costado y permitir que otros enmienden el rumbo.
Así como hubo parlamentarios y políticos a los que no se les movió un músculo cuando se develaron sus vínculos con grupos de interés sobre las materias en que tenían injerencia, en la ANFP tampoco es esperable un cambio de timón provocado por quien lo tiene hoy; ni por los clubes, que son los dueños del barco.
No, desabotonar la camisa y ofrecer el pecho a las balas no es lo que se estila, sino bajar la mirada, una sonrisa torcida y echarle pa'elante.
Así somos y no vamos a cambiar, y por esa porfía hay gente que sufre, como las futbolistas profesionales. Ahora que los resultados de la Roja femenina dejaron de ser brillantes como en el ciclo que terminó con la participación en el Mundial y los Juegos Olímpicos, la estantería se está moviendo en el balompié de mujeres.
Christiane Endler, máxima referente de la disciplina, dejó entrever su molestia con todos los estamentos de la selección. Se fue el entrenador José Letelier y asumió Luis Mena, quien fue recibido con una frialdad casi lacerante por las jugadoras más avezadas, a quienes no les convence el nombre del nuevo DT principalmente por su inexperiencia.
Las condiciones del torneo han mejorado, pero no sin antes una obligatoria dosis de lucha, como cuando los clubes reunidos en la ANFP propusieron jugar solo durante seis meses, lo que finalmente no fructificó, extendiéndose la temporada hasta diciembre. Y hubo protestas públicas (jugadoras sentadas en una cancha durante un partido) para impedir que el certamen de la B durara solo tres meses, lo que también se corrigió.
Claramente el fútbol femenino no es una prioridad de los clubes chilenos. Después del incidente del “caramelo” de Milad (que así calificó una propuesta totalmente fuera de lugar que él mismo le hizo al Gobierno), podría pensarse que hay una cuestión de género, pero es más probable que sean simples razones económicas las que hay detrás de la desidia.
No serán los clubes los que empujen ese carro, pero sí debería hacerlo la Federación de Fútbol de Chile, sentarse a conversar con la ANFP y afirmarse en los recursos que genera la selección masculina para fomentar el desarrollo de la rama femenina. Pero eso es imposible hoy, porque el mandamás de la FFCh es también Milad, y fue elegido por los mismos clubes que no quieren cambios.
Lo que necesita el balompié local es una dirigencia con altura de miras, objetivos claros y mejor preparada, pero es difícil con la base de votantes de hoy, un abigarrado grupo donde se distinguen con claridad los representantes-dueños, los neomecenas, propietarios con dedos muy gordos para el piano y, por supuesto, un grupo con buenas ideas pero que está perdido ahí, flotando al medio.
Andrés Solervicens
Coordinador de Deportes