Señor Director:
En su carta acerca del Nobel de Economía, el
profesor Rodrigo Delaveau se refiere al escepticismo existente respecto de la metodología de la economía del comportamiento "basada principalmente en encuestas y experimentación de laboratorio". Es verdad, el razonamiento económico, digamos, más ortodoxo ha formulado esa crítica. Sin embargo, lo que esa crítica -acaso justa- no debería ocultar es que resulta difícil imaginar algo menos descriptivo de la realidad de la gran mayoría de los seres humanos que el modelo del maximizador racional que subyace a la economía neoclásica.
Como alguna vez sugirieron Hirsch, Michaels y Friedman ("'Dirty hands' versus 'Clean models': Is sociology in danger of being seduced by economics?", en Theory and Society, Vol. 16, No. 3, mayo 1987, p. 319), no obstante la estabilidad, el poder y la consistencia lógica de las asunciones centrales del pensamiento económico, su defecto fatal (al menos para los sociólogos) es que ignora el mundo real que lo rodea. Este conspicuo defecto del razonamiento económico, posiblemente, contribuye a explicar el Nobel de Thaler y, antes, el de Kahneman y Tversky.
Iñigo de la Maza Gazmuri