Señor Director
En
carta del día de ayer, el economista Bernardo Fontaine formula una crítica a la reforma laboral, señalando que ella podría no disminuir, sino que exacerbar la desigualdad. Fontaine sostiene, primero, que la reforma no se preocupa de quienes no participan de la fuerza laboral, que es donde estaría la primera gran inequidad. Segundo, sostiene que una regulación inadecuada puede terminar destruyendo empleo y, por ende, generando aún mayor desigualdad.
Sobre lo primero, cabe recordar que la reforma a la negociación colectiva es solo uno de los instrumentos de política pública que impulsamos como ministerio. Fontaine tiene toda la razón en referirse al serio déficit de empleabilidad que existe en nuestro país, especialmente en mujeres y jóvenes vulnerables. Como gobierno estamos trabajando el tema (por ejemplo, a través del programa + Capaz, que capacitará en oficios certificados a más de 450 mil mujeres y jóvenes de los tres primeros quintiles de ingreso de aquí al año 2018; o a través de la ampliación del Bono Trabajo Mujer o del Subsidio Empleo Juvenil; o a través del fortalecimiento institucional del Sence y Chilevalora). No parece justo criticar un solo instrumento por no abordar lo que otros instrumentos sí abordan.
El segundo argumento del señor Fontaine lleva a una reflexión más profunda. ¿Ayudan la sindicalización y la negociación colectiva a superar la desigualdad, o a la inversa, solo aumentan artificialmente los costos, ralentizan el crecimiento y destruyen el empleo? La literatura se divide a la hora de analizar el impacto de las normas laborales en el crecimiento económico y la creación de empleo, pero estudios empíricos más recientes (OCDE 2006; Deakin, Malmberg y Sarkar 2014, entre otros) tienden a descartar una asociación consistente entre desempleo y niveles de sindicalización y cobertura colectiva. Por otro lado, sí existe literatura que observa una fuerte correlación entre tasas de cobertura colectiva y coeficiente de Gini, así como entre tasas de cobertura colectiva e índices de concentración de riqueza. Por ejemplo, Wilkinson y Pickett (de gran influencia en Chile con su libro "The Spirit Level"), en 2013 se refieren a esta asociación, tomando países OCDE. También Eisenbray y Gordon (2012), y Piketty y Sáez (2002) han reportado la correlación negativa entre concentración de riqueza y afiliación sindical en Estados Unidos en las últimas nueve décadas. En breve: a mayor cobertura colectiva, menor desigualdad y menor concentración. Un reciente artículo del Fondo Monetario Internacional, de Jaumotte y Osorio (2015), profundiza en esta relación: controladas diversas variables relevantes (como cambio tecnológico o innovación), existe una correlación entre el declive de la sindicalización y la concentración de la riqueza y, por ende, el aumento de la desigualdad en economías avanzadas.
El señor Fontaine señala que a él también le preocupa la desigualdad. Es muy cierto que, como señaló Francis Fukuyama en su visita a Chile, muchas veces la concentración de la riqueza y la desigualdad también tienen efectos políticos. Se concentran las decisiones y se pone traba a las reformas necesarias para asegurar una mayor inclusión social. Todo ello confirma nuestra intuición: Se debe escuchar también la voz del pueblo.
Francisco Javier DíazSubsecretario del Trabajo