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Cartas
Miércoles 25 de marzo de 2015
Reforma laboral y desigualdad
Señor Director:
El Gobierno ha dicho que esta reforma es una pieza clave en la lucha contra la desigualdad. Intuitivamente eso suena razonable. Sindicatos con más poder mejorarán los sueldos y ello puede hacernos menos desiguales, y eso nos preocupa a todos los ciudadanos. Pero surgen dudas: ¿Qué estudio ha presentado el Gobierno para probar esa afirmación? Queremos legislar por intuición. No sabemos si la reforma afectará la desigualdad.
La ministra del Trabajo, en estas mismas páginas, acusó a los críticos de ser "indiferentes" a la desigualdad. Bueno, esa no parece forma de dialogar y, al menos en mi caso, es precisamente mi preocupación por la desigualdad lo que me hace expresar dudas y críticas.
Al pensar en la desigualdad, sabemos que el primer drama que debemos enfrentar es la falta de empleo y las dificultades para emplearse. Para ilustrar: el 70% de los potenciales trabajadores del 20% más pobre del país no trabaja, mientras que solo el 30% del 20% más rico no trabaja. Eso sí es desigualdad.
Es contradictorio que el Gobierno quiera luchar contra la desigualdad y no tenga como primera prioridad el trabajo. Los propios defensores de la reforma han confirmado que esta no busca más empleo, y el desempeño económico del actual gobierno ha sido mediocre y con ello no ha favorecido una menor desigualdad. El dinámico crecimiento de los años 2010-14, en cambio, produjo un millón de empleos, aumentos persistentes en los sueldos, una drástica reducción en la pobreza y una leve baja en la desigualdad.
Si analizamos, uno de cada 14 chilenos en edad de trabajar está afiliado a un sindicato y podría beneficiarse con la reforma. Con la nueva ley ese número podría crecer como máximo a dos de cada 14, si todos los trabajadores que pueden afiliarse a sindicatos se incorporaran a ellos. Así, la reforma del Gobierno concentra sus efectos potencialmente en solo dos de cada 14 chilenos en edad de trabajar. La reforma no ofrece nada a los siete de cada 14 que no trabajaban ni a los seis que lo hacen por cuenta propia o en empresas pequeñas.
Los potenciales beneficiados por la reforma son empleados de las grandes empresas, precisamente los que ya tienen mejores remuneraciones. En promedio, sus remuneraciones son hasta 3,5 veces las remuneraciones promedios de los trabajadores por cuenta propia, por ejemplo.
Es correcto, bueno y necesario querer que ellos mejoren sus condiciones laborales, siempre que no generemos una categoría minoritaria de trabajadores privilegiados, que eleven artificialmente los costos en Chile, haciéndonos perder competitividad en los mercados internacionales, ralentizando nuestro desarrollo, empujando la mecanización que sustituye puesto de trabajo y marginando a otros de oportunidades de empleo. Ello sí puede ser más desigual. Si la reforma entorpece la creación de trabajos, estamos mal. Mayor desempleo es una mala noticia para la lucha contra la desigualdad.
Es bueno implementar una reforma laboral, nuestra legislación se ha vuelto añeja. ¿Pero es la reforma planteada por el Gobierno la que necesitamos? A la ministra le parece que "suena a majadería" insistir sobre la necesidad de la inclusión laboral. Pero los ciudadanos debemos exigir más trabajo, políticas que verdaderamente luchen contra la desigualdad y reformas técnicamente analizadas.
Bernardo Fontaine Talavera