Señor Director:
A propósito de la eutanasia, volviendo por sus fueros,
Agustín Squella retoma lo discutido aquí hace una semana, invocando ahora, para quienes crean en Dios, la posibilidad de que este sea también "un Dios razonable", y que por ello mismo se incline ante la razón autónoma del ser creado, dando "razón" a lo que este, dentro de los límites que le son propios, cogite como bueno y malo, verdadero y falso (categorías todas ellas subjetivas y relativas para el columnista, según tantas veces lo ha expresado).
Por lo visto, una vez más cobra actualidad lo dicho por MacIntyre, en cuanto a aquello de que la discusión consiste hoy en partir conclusiones preestablecidas (la praxis dominaría al ethos, herencia muy propia del marxismo), desde donde, retrotrayéndose a las premisas, la cuestión pasa a ser un asunto de afirmación y contraafirmación, persistente y muchas veces estridente.
Para caminar mejor por la vereda de enfrente, digamos que si Dios fuese simplemente "razonable" y no fuese propiamente el "Logos" (la razón), como lo llamaron los griegos, creadores de la filosofía, no sería Dios. Porque el Logos es precisamente el creador de cuanto existe, y lo que nos anuncia la aparición del hombre en la tierra -el "microcosmos", el único ser amable por sí mismo-, mucho más que el marchar erguido de algún remoto antepasado, es que su inteligencia de creatura avistó y fue capaz un día de relacionarse con la de su Creador ( homo capax Dei ).
Aunque Agustín Squella pueda tal vez menospreciar como cuento para niños el relato varias veces milenario de la tentación del paraíso, también quizá sin darse cuenta se hace parte efectiva en él. Pues la tentación que allí se enseña fuera planteada por la serpiente a nuestros primeros padres, no consiste sino en seducirlos para emancipar su razón creatural de la de Dios, comiendo del árbol prohibido, lo que les proveería entonces a ellos el ser tan "razonables" como Dios. Ya no sería más el Logos el que precedería al ethos, la razón creadora, el actuar libre pero humilde de la creatura. A menudo, en cambio, acontecería al revés, como lo revelan trágicamente las muchas simas en la milenaria historia de la humanidad. Así cuando vemos -y tantos son hoy los ejemplos- que la praxis, o la concupiscencia o el deseo, enrostran al Logos.
El Dios "razonable" que postula Squella no es el que se deja vencer por el mal y la mentira, sino el del supremo sacrificio redentor del Logos hecho hombre.
Jaime Antúnez Aldunate