Señor Director:

A propósito de la eutanasia y otros asuntos que tienen fuertes implicancias morales, ¿por qué no confiar en la autonomía moral de las personas para decidir sobre los actos que les conciernen, incluido uno tan importante como determinar el momento de la propia muerte?

¿Por qué privar de esa posibilidad a quienes no creen que sea un Dios el que da y quita la vida o que, creyendo incluso en él, pudieran admitir la posibilidad de que un Dios razonable no se ofenderá gravemente porque una de sus criaturas, en circunstancias excepcionales, decide acabar con su vida muy poco antes de que esta se apague naturalmente?

¿Por qué imponer convicciones morales y cursos de acción de ese tipo, y ni qué decir religiosas, a quienes tengan otras convicciones de orden moral o carezcan por completo de creencias religiosas?

Al parecer, algunas iglesias -en verdad, todas ellas- pretenden cerrar las puertas a la autonomía moral de los individuos -incluidos quienes están fuera de ellas- como una manera de que sus dogmas y doctrinas continúen imperando sobre las conciencias y que sus fieles no se desbanden.

Agustín Squella