Señor Director:
En su
carta, el señor Raúl Madrid manifiesta su preocupación por el tono que estaría adoptando el debate público. Y lo ilustra con las "descalificaciones a la posición argumental de Chomali" que contendría mi carta al llamarla "alarmista, homófoba y obsolescente".
Se equivoca. Como todo lector notará, yo afirmo que: (i) el tono de la carta de Chomali es alarmista -supongo que Chomali mismo entiende que está dando una voz de alarma-; (ii) diferencio lo que especulo es la posición de Chomali de la homofobia irreflexiva; (iii) y refiero a la amenaza de obsolescencia de la Iglesia Católica. Es evidente que no he usado los adjetivos mencionados para "descalificar" posición argumentativa alguna.
Superadas las dificultades de comprensión lectora, vamos a lo interesante.
Madrid acusa un tipo de "totalitarismo metodológico" que busca zanjar discusiones por un "simple tono de superioridad metodológica". Como ejemplo, recurre a mi afirmación de que las defensas teóricas del mayor valor de las relaciones heterosexuales a las homosexuales distan de validez intersubjetiva. Y afirma que este totalitarismo debe ser rechazado "si queremos conservar el derecho a la libertad de expresión".
Si por "simple tono de superioridad metodológica" Madrid entiende la exigencia de recurrir a argumentos que no se basen en peticiones de principio accesibles solo a los que sostienen las creencias religiosas correspondientes cuando se trata de reglar la vida en común, se equivoca: no es "simple tono", sino que es "superioridad metodológica". Si lo duda, imagínese lo que es vivir bajo reglas impuestas por un grupo religioso en razón de sus creencias, sin compartirlas (por ejemplo, como cristiano en el Estado Islámico).
Y afirmar que este "totalitarismo" de las razones amenaza el derecho a la libertad de expresión es ajeno al mundo e irónico. Irónico, porque las posiciones que amenazan la libertad de expresión suelen ser las que en razón de creencias de fe reclaman infalibilidad (por ejemplo, favoreciendo leyes que protejan la integridad religiosa). Ajeno al mundo, porque -como cualquier lector notará- no hay signo de que la exigencia de dar razones inhiba de opinar públicamente a aquellos que no se sienten interpelados por ella.
Daniel Loewe
Profesor Titular
Escuela de Gobierno, Universidad Adolfo Ibáñez