Señor Director:
Detrás de cierta ponderación del
señor Huenchumilla en su respuesta a nuestra carta opinión sobre su actitud en La Araucanía, se revela una profunda indignación.
Muchas son sus opiniones que merecen ser objetadas. Detengámonos en unas pocas.
En su absoluto desconocimiento conceptual de la historia, cree que la incorporación de La Araucanía se debió a los intereses de una aristocracia deseosa de enriquecerse. La verdad es que existía una gran demanda mundial de alimentos y era necesario explotar hasta el último rincón. El mismo país experimentaba esa necesidad y era inaceptable que hubiese tierras desperdiciadas en manos de los naturales de La Araucanía. Incorporar esos territorios era una necesidad para la nación chilena y ello explica que el avance más allá del Biobío se efectuase por elementos de la clase media y gente del bajo pueblo.
Por otra parte, los círculos gobernantes procuraron que el avance se efectuase ordenadamente, en lo posible sin violencia y dictando medidas para reservar tierras suficientes a los araucanos o, mejor dicho, a los mestizos descendientes de aquellos.
No tengo la menor duda de que las tierras eran mal trabajadas, porque de acuerdo con la cultura ancestral, el hombre escasamente participaba en faenas. Era fundamentalmente un guerrero y un cazador, que vivía relajadamente y entregado al alcohol. Las mujeres, sometidas totalmente, eran las que desempeñaban las pocas tareas productivas.
Una nación moderna no podía aceptar esa situación. El futuro de Chile debía ser distinto.
En su falta de conocimientos y de razones, el señor intendente las emprende en contra mía. Alude a mi desempeño en la Dibam, que se debería a una militancia cercana a la DC. La verdad es que nunca he tenido nada que se parezca a ello y mi designación se debió a cierta proximidad con el Presidente Aylwin y su entorno de personas amigas.
Contrariamente a lo que supone el señor Huenchumilla, jamás he buscado cargos públicos ni rentas especiales, de modo que suponer variaciones ideológicas no pasa de ser una fantasía suya.
No sé con qué base de conocimientos mi contradictor sentencia que he dejado de ser historiador, ignorando que el verdadero estudioso del pasado se caracteriza por su independencia de pensamiento.
Agrega, todavía, que mi discípulo y amigo, el profesor Jorge Pinto, nunca fue realmente discípulo, por diferir en ideas, desconociendo de esa manera un hecho fundamental en el quehacer intelectual: un verdadero maestro respeta la independencia del discípulo en su formación.
Cabría preguntar al señor intendente por qué el profesor Pinto al recibir el Premio Nacional de Historia manifestó que su mérito lo debía a mi influencia intelectual.
Es indudable que el señor Huenchumilla ha actuado de manera precipitada y sin la serenidad que corresponde a una autoridad importante.
Sergio Villalobos R.