Señor Director:
Uno de
sus lectores confiesa que
mi última columna es "extraña" e "insensible". No veo por qué. En ella simplemente se critica el hecho de que la renuncia de Pablo Longueira fuera comunicada por sus familiares y no por su partido. Lo que la columna afirma es que esa es una muestra de confusión entre lo privado y lo público y una manera, harto obvia por lo demás, de eludir las consecuencias políticas que el hecho causaba.
Lo extraño es que al lector (y a la generalidad de la prensa) ese hecho no le parezca digno de reflexión ¿Qué les hubiera parecido que la renuncia de Benedicto XVI hubiera sido comunicada por un familiar y no por la Iglesia? ¿O que la reciente abdicación del Rey de Bélgica hubiera sido comunicada por sus hijos y no por la Casa Real? ¿Nadie recuerda acaso que fue el propio Reagan -y no sus familiares- quien comunicó en una carta que padecía Alzheimer, argumentando que lo hacía dada la índole pública del asunto? ¿No se sabe acaso que incluso en la reservada Francia se divulgó oficialmente el cáncer de Mitterrand?
Algo dice de la cultura pública en Chile que se confunda ante las narices de todos lo privado con lo público y a casi nadie le parezca que hay motivo de alarma.
Carlos Peña