Señor Director:
Otro elemento a considerar en la renuncia de
Benedicto XVI es la prudencia, una de las cuatro virtudes cardinales que, al juzgar rectamente, guía al resto.
Presupuesto un fin bueno, la prudencia juzga los medios mejores para tal fin. “Es prudente quien dispone lo que hay que hacer en orden a un fin”, afirma Tomás de Aquino.
Una buena decisión pide conocer los elementos en juego: fin y medios, además de las circunstancias y lo referente a la persona en cuestión, y las normas universales a aplicar; no ha de ser precipitada, pero sí, después de ponderar y juzgar, llevar a cabo con determinación lo decidido —en conciencia y libre frente a las opiniones.
Creo que estos elementos están en la decisión del Papa Benedicto XVI y que ha obrado con prudencia. El fin, en este caso, es cumplir la voluntad de Dios y desempeñar la misión encomendada. Conoce el Código de Derecho Canónico, las exigencias del servicio petrino y sus cualidades y fuerzas físicas y espirituales; en conciencia y a la luz de Dios consideró todo, y decidió.
El hombre prudente aplica los principios generales al acto concreto atendiendo a personas y circunstancias. Y sería “poco prudente” comparar y juzgar dos personas distintas situaciones distintas: Juan Pablo II y Benedicto XVI.
Dios, que crea las cruces, reparte a cada uno las espaldas para llevarlas; pero a cada uno le da una espalda y fuerzas distintas.
Esther Gómez de Pedro
Centro de Estudios Tomistas
Universidad Santo Tomás