
La muerte del padre detona el proceso que vive Sara, de casi 50 años. Pertenece a esa generación “sacrificada”: vislumbran restos del pasado en los relatos de sus padres; ven el futuro como el espacio que protagonizarán sus hijos. Es la vida de muchas personas nacidas cerca de 1970, ajenas a la política de la época. Se abren paso, sin pasado y sin futuro, teniendo para sí el regalo del presente. Aunque sea doloroso.
En Nosotros en la arena, Sara se instala con sus pies en el presente para mirar como niña a sus padres; como adolescente las experiencias fuertes; con un amor que la convoca y la decepciona en momentos. Con fina pluma, la autora se relaciona con el tiempo de modo novedoso en su forma y grato en el contenido. Se lee con gusto, porque aun sin grandes sorpresas, dibuja un paisaje emocional que muchos hemos vivido y cada escena –previsibles o no – nos conecta con experiencias propias o conocidas de muy cerca.
La escritora exhibe lírica y pasión, dramatismo en el dolor íntimo, expectativa, miedos. Como en toda buena novela, la clave está en la calidad de relato y no en el final. Más allá del título, el contenido releva el yo, poniendo el nosotros en una bruma. No parece primera novela y promete el nacimiento de una escritura emocional desafiante./ Jaime Hales Dib