“Tengo una convicción, una sola relativa a la literatura, bueno, al género de literatura que yo practico: es el lugar donde no se miente”, escribe el autor francés Emmanuel Carrère en Yoga, y solo unas líneas después debe rectificar: precisa que sobre este libro no todo es cierto. Lo escribe como quien confiesa un pecado: tras años vanagloriándose de escribir novelas basadas estrictamente en hechos reales, acá debe recurrir a la ficción. Yoga iba a ser la autobiografía de una crisis, pero en medio de la escritura se divorció y firmó un contrato que le impedía mencionar a su exmujer en sus libros. El obstáculo alcanza a notarse, pues Carrère narra con numerosos detalles un episodio de depresión que lo llevó a una clínica psiquiátrica donde recibió varias sesiones de electroshock, pero nunca explica exactamente qué le pasó. O sí, aunque es elusivo y a veces más autorreferente de lo aguantable. Pero el acuerdo está claro desde la primera página del libro, en la que informa que su plan de escribir un libro sobre la práctica del yoga se vio interrumpido por una crisis existencial y que lo que leeremos es justamente todo ese enredo: Yoga es la historia de un libro que no llegó a escribirse, pero que es reemplazado por otro que cuenta ese fracaso. En el centro, Carrère envuelto en un huracán, alejándose de la idea del hombre que soñó con ser, cayendo en un hoyo. Es una madeja enredada y es posible que otro escritor no hubiera salido airoso.

Aunque Carrère comenzó escribiendo novelas, sus libros más célebres son de no ficción, especialmente El adversario, acerca de un hombre que engañó y mató a su familia, y Limónov, sobre un poeta nacionalista ruso. Y aunque en Yoga habla mucho de sí mismo, hay pasajes en los que relata historias de maestros de meditación, investigaciones en Medio Oriente y sigue las vidas de un grupo de inmigrantes afganos tratando de llegar a Europa. En esos pasajes el libro brilla. / Roberto Careaga C.