Hace mucho tiempo que los vientos no soplaban tan fuerte para la derecha. Rememorando el primer año de este gobierno, quién hubiera imaginado que terminaría con una candidata del PC promoviendo la seguridad, el crecimiento económico y el empleo. En esta campaña los discursos sobre los derechos humanos, el feminismo o la desigualdad se han evaporado. Y la bandera mapuche solo flameó un segundo en la franja del profe Artés.
La administración de Boric ha logrado hacer posible lo imposible. Si comparamos la reciente encuesta CEP con la de diciembre de 2019, en medio del estallido social, hay cambios siderales. El desplome de las instituciones, alimentado y atizado por la izquierda, fue brutal. La confianza en Carabineros se desplomó a un 17%. Hoy es un 56%. La de las FF.AA. apenas alcanzaba un 24%. Ahora es 53%. Las redes sociales se alzaban con un 28%. Hoy bajaron a 13%, mientras las radios subieron de 29 a 43%, los diarios de 11 a 29% y las empresas privadas de 7 a 27%. Y en esa aciaga encuesta de 2019, Piñera era castigado con un 82% de desaprobación. Pero al final, con estallido social y covid a cuestas, logró cerrar su gobierno con una desaprobación promedio de 60%. Es la misma cifra que ostentará Boric. Vaya ironía.
El mejor augurio de la última encuesta CEP son las expectativas económicas. Al preguntar por “la situación económica del país” durante todo el gobierno de Boric, un promedio del 55% percibió que era “mala o muy mala” y un 32% que empeoraría en el año siguiente. En ambas preguntas este gobierno tiene el récord desde el regreso a la democracia. Sin embargo, cuando comienza a despedirse de La Moneda, aparece un renovado optimismo. Los que piensan que la situación es “mala o muy mala” bajan a 48%, y respecto a los próximos 12 meses, ese pesimismo disminuye a solo un 15%. Hay mayor confianza en el rumbo de la economía del país.
En este nuevo contexto, donde el empleo reaparece como una de las tres mayores preocupaciones de la ciudadanía, la última encuesta CEP arrojó un importante aumento de quienes se cuadran con la derecha. Esa identificación salta de un 12% al comienzo del gobierno del Frente Amplio a un 24% a su cierre. Históricamente es la más alta, seguida solo por un 21% a mediados del primer año del gobierno de Piñera, en medio de la exitosa reconstrucción después del terremoto del 2010.
Todo esto tiene un efecto electoral. Al preguntar si “en las elecciones parlamentarias votaría por alguien de derecha”, un 42% responde que sí. En cambio, solo un 28% lo haría por un candidato de izquierda. Y en las presidenciales se repite el fenómeno; un 28% optaría por un representante de derecha y solo un 15% por uno de izquierda. De hecho, un 25% ya tiene decidido votar por Kast, un 24% por Jara y un 13% por Matthei. Ahora bien, todavía hay aproximadamente un 20% de los votantes que aún no decide su voto. Su perfil es clave. Ya sabemos que la volatilidad es una realidad que hoy campea.
Para estas elecciones hay mayor interés y preocupación por la política. La identificación con partidos políticos es la más alta desde el primer gobierno de Bachelet, alcanzando un 42% (en diciembre de 2019 era solo un 14%). El 85% declara que irá a votar. La mayoría dice que lee noticias y conversa con amigos y familiares sobre política. Esta efervescencia, habitual en períodos electorales, es más intensa en esta contienda. Parece que hay mucho en juego.
Pero también hay señales de alerta. Solo un 47% cree que “la democracia es preferible a cualquier otra forma de gobierno” y un 23% que “en algunas circunstancias, un régimen autoritario puede ser preferible”. El germen autoritario está latente. Será tarea del próximo gobierno recuperar la confianza. No podemos olvidar que el poder sin responsabilidad solo es vanidad. Y de eso ya hemos tenido demasiado.