Jeannette Jara ha propuesto una nueva arma para el uso por parte de carabineros: “las boleadoras”. “¡Alto o te amarro las patas!”, dirá un carabinero para detener a un narcotraficante disparando. Es una idea novedosa, que complementada con silbatos y espuelas pueden transformar a nuestras policías en un arma disuasiva del crimen organizado comparable con la legión romana. Esta idea debe provenir de los mismos que lanzaron el proyecto empresarial “gas a precio justo”, donde vimos a Giorgio con una gorra fucsia, lanzando el negocio de los balones de gas igualmente fucsia, para resolver el problema de energía de Chiguayante. Lo peor es que para ellos era en serio lo que para el resto que trabajamos en el mundo real parecía un sketch del “Jappening con Ja”. Como dice Cayetana: “Como no pueden hacer la revolución hacen el ridículo”.
Nunca se debe culpar a la maldad cuando la explicación es fácilmente atribuible a la incompetencia o la ignorancia. Las boleadoras y el gas a precio justo son un reflejo de algo más dramático. La total falta de ideas y de políticas públicas viables que muestra esta izquierda chilena. Nacen y se nutren de identificar problemas y son hábiles en explotarlos políticamente, pero son absolutamente incapaces de distinguir entre causas y correlaciones, entre síntomas y enfermedades, de generar soluciones y de gestionar algo que se parezca a una administración eficiente y responsable de recursos públicos.
Su vida política nace y muere en la retórica. Su falta de experiencia vital en algo parecido a un trabajo con jefe, metas y disciplina laboral los transformó en unos expertos en nada. Tuvimos suerte de que no tuvieron que enfrentar un terremoto o una pandemia, y que eso le tocó al expresidente Piñera (QEPD), que estaba en las antípodas del FA, era bueno para la eficiencia y malo para la narrativa. Si para la izquierda la pobreza es un dolor permanente, para la derecha era un desafío a superar; si para la izquierda la política consiste en empatizar con los problemas, para la derecha es identificarlos, medirlos y solucionarlos; si para la izquierda el cambio climático es una amenaza vital que inmoviliza, para la derecha es un desafío que con tecnología, innovación e inversión se resuelve.
La mejor prueba de esto es la educación. El FA nació y se desarrolló a partir de sus reclamos en educación. No les interesó entender las causas, los desafíos ni las soluciones a los problemas, todo en ellos era consigna y una excusa para capear clases, sentirse virtuosos y hacerse famosos. Así —y con la complicidad de los concertacionistas que no supieron defender su gestión— desfinanciaron y estancaron la educación, limitaron las libertades de elegir y educar, bajaron a los mejores de los patines, empeoraron la educación pública y fracasaron en mejorar la inclusión como pretendían. Y la famosa gratuidad resulta que la financiaron endeudando al país. Hoy, cada chileno debe 9.421 dólares de la deuda pública solamente, lo que demuestra que simplemente nos endeudaron en silencio para regalarnos derechos sociales con publicidad. Un intercambio macabro de deuda por votos.
Su incompetencia e inexperiencia se notó en todo. Partieron oponiéndose a los tratados de libre comercio y terminaron firmando el TPP11; ponderaban el decrecimiento y ahora se florean por crecer 2%, hablaban de encadenamientos productivos y lanzaron el gas fucsia, se pavoneaban con el feminismo y protegieron a un camarada acusado de violación, querían desmilitarizar La Araucanía y mantuvieron el estado de excepción. La verdad es que hemos sido testigos de 4 años perdidos en espera de que un grupo de adolescentes aprendiera. Esto me recuerda la frase “si usted cree que la educación es cara, piense cuán cara es la ignorancia”.
Nos salió caro, pero han aprendido muchas cosas y en el futuro tendremos una mejor versión, una más realista y menos ideológica de esta izquierda. Una que entienda que puede tener todo el socialismo que el capitalismo sea capaz de financiar. En ese contexto, fui a la ceremonia de la primera piedra del NuMu, ese magnífico museo donado por el empresario Claudio Engel a Chile. Asistió el Presidente y mostró su mejor cara, la empática y que habla bien. Pero como buen cura que reta a los que van a misa por los que no van, le pegó una repasada a los empresarios que según él donan poco. Si tan solo supiera todo lo que reservadamente contribuyen los empresarios (Tantauco, Pumalín, Escuelas Matte, Fundación Yrarrázaval, Museo de Santa Cruz, Teatro a mil, etc.), se quedaría callado, pero bueno, algo le queda todavía por aprender.