El incidente que se ha desatado entre José Antonio Kast y el Presidente Gabriel Boric —o al revés— es del máximo interés público, puesto que permite examinar el deber de neutralidad en el ejercicio de la presidencia y el deber de transparencia que pesa sobre las candidaturas.
Veamos.
El Presidente, en una intervención por cadena nacional con motivo del proyecto de presupuesto, formuló críticas a la idea de disminuir en seis mil millones el gasto público. Aunque no lo nombró, se refería, como es obvio, a lo formulado por el candidato José Antonio Kast.
¿Infringió, al hacerlo, su deber de neutralidad? Veamos.
Una buena forma de evaluar racionalmente el problema —hasta donde la política deja espacio a la racionalidad— consiste en distinguir entre imparcialidad y neutralidad.
Desde luego, el Presidente Boric no es imparcial y nadie puede, razonablemente, pretender que lo sea. Una persona imparcial es quien, en una disputa o litigio, no adhiere ni participa de ninguno de los dos puntos de vista en juego. Bajo ese concepto, no cabe duda de que es absurdo pretender que el Presidente sea imparcial, o sea, carezca de opinión frente a los puntos de vista en juego. Pero, claro está, sino es imparcial, debe ser, sin ninguna duda, neutral, es decir, no debe intervenir favoreciendo —más allá de lo que logre su propia opinión— a una de las partes en competencia.
¿Violó su deber de neutralidad el Presidente, es decir, fue más allá de dar una opinión relativa a las ideas en competencia?
Evidentemente, no. El Presidente en este caso, en este caso cabe insistir, no fue imparcial (nadie esperaría ni creería que lo fuera); pero no violó por eso el deber de neutralidad que supondría ejecutar actos o movilizar recursos en favor de uno de los candidatos o en perjuicio del otro. Pero, se dirá, ¿acaso no equivale a abandonar la neutralidad emplear una cadena nacional para calificar a un candidato?
Por supuesto, si el Presidente hubiera calificado al candidato Kast (tildándolo de fascista o autoritario o ultraderechista, como a veces hacen sus adversarios), eso desde luego habría sido ilegítimo. Pero el Presidente no hizo eso, sino que planteó una cuestión estrictamente racional que admite una respuesta también racional: ¿de qué manera —cómo y dónde— se efectuaría el recorte del gasto de seis mil millones?, ¿qué debería sacrificarse al hacerlo?
Esa pregunta ni es ofensiva, ni importa alterar los recursos disponibles en la competencia, ni supone abandonar el deber de neutralidad.
Es una pregunta que, incluso, puede dar la oportunidad al candidato Kast (quien, seguramente por falta de tiempo o por la brevedad de las intervenciones públicas, no ha podido hasta ahora responderla) de hacerlo de una vez, dando un tapabocas definitivo al Presidente. Junto con ello, sometería esa idea al escrutinio de los técnicos, quienes podrían, así, aplaudirlo, dejando, de paso, en evidencia el error del Presidente y haciendo plausible la ignorancia económica que suele imputársele. Es verdad que hay preguntas que esconden acusaciones (es famoso el discurso que Shakespeare pone en boca de Marco Antonio: le ofrecí tres veces una corona real, y tres veces la rechazó. ¿Eso era ambición? Pero Bruto dice que era ambicioso, y es indudable que Bruto es un hombre de honor); pero no ha sido ese el caso de las palabras del Presidente. El Presidente no ironizó de ese modo, ni deslizó calificativos personales, ni llamó a rechazar a este o aquel, sino que se refirió a una idea que ha causado dudas de su factibilidad incluso en la candidata Evelyn Matthei (a quien nadie acusaría de ignorancia en materia económica). ¿Por qué entonces no responder pormenorizadamente la pregunta y dejar en evidencia al Presidente en vez de acusar falta de neutralidad en el ejercicio del cargo?
La neutralidad no obliga a ser imparcial, ni a enmudecer en el debate, ni a abandonar el escrutinio racional que exige la esfera pública. Obliga, en cambio, a no usar recursos materiales para favorecer una opción, ni a ser desleal con las opiniones ajenas. Y nada de eso —al menos en la intervención que tanto se ha comentado—hizo el Presidente.