Este 2 de septiembre se cumplen 80 años del término de la guerra. Es un evento de tales proporciones que todavía configura la escena mundial. La guerra empezó el 1 de septiembre de 1939 y terminó el 2 de septiembre de 1945. Durante 6 años y 1 día murieron en promedio 27 mil personas diarias. Fue una guerra genuinamente global. Se luchó en los desiertos de África, en las selvas de Borneo, en las estepas rusas, en el río de La Plata, en los fiordos noruegos y en las playas de Normandía, se luchó en tierra y aire, bajo el mar y sobre la superficie. Partió con unos tanques alemanes terroríficos, pero que comparados con las armas que se desarrollaron al final de la guerra parecían de juguete, incluyendo misiles, aviones a reacción y las bombas atómicas que se lanzaron sobre Japón en agosto de 1945.
Fue una guerra que pudo evitarse, si el dictador comunista Stalin no hubiera colaborado con el dictador nazi Hitler; si Francia e Inglaterra no hubieran hecho concesiones a un dictador que las interpretaba como signos de debilidad y si EE.UU. no se hubiera mantenido aislado, como si lo que ocurriera en el resto del mundo no le fuera a afectar.
Para algunos la guerra empezó antes en Oriente, con la conquista de Manchuria en 1931 por los japoneses. El mundo no hizo nada cuando Japón invadió Manchuria ni cuando atacó China en 1937. Los aranceles aplicados por EE.UU. en 1930 con la ley Smoot-Hawley indujeron a Japón a hacerse de un imperio ya que, si no podía comerciar, su alternativa era conquistar y explotar.
De la guerra el mundo salió dividido en dos bloques: el comunista y el democrático. Como describió Churchill, un telón de acero dividió Europa desde Stettin en el Báltico hasta Trieste en el Adriático. El comunismo se apoderó de toda Europa central, salvo Austria. En Oriente, nacieron Corea del Sur y del Norte, Vietnam del Sur y del Norte, China y Taiwán y si no es por la rendición de Japón, la Rusia comunista se hubiera apropiado de la isla de Hokkaido como lo hizo con las islas Kuriles, que todavía tensiona las relaciones ruso-japonesas.
China, Reino Unido y Rusia ganan la guerra, pero pierden la paz. Japón y Alemania al revés, pierden la guerra y ganan la paz. China y Rusia permanecen comunistas y eso ahoga la prosperidad y libertad de sus pueblos, lo que recién China cambiaría en 1978 y Rusia en 1990. El Reino Unido opta por el socialismo en julio de 1945; usa las platas del Plan Marshall y la reducción de su gasto militar en crear un Estado benefactor y en nacionalizar industrias clave, que la llevan a la ruina económica (hasta 1979, cuando eligen a Thatcher), al punto que ya en 1960 la economía alemana la ha superado.
Alemania bombardeada, depredada por los rusos, dividida en dos y ocupada militarmente, nombra a cargo de su economía a Ludwig Erhard, un liberal que pone a Alemania de pie y usa el Plan Marshall (recibió la mitad que UK) para reconstruir la infraestructura destruida. Japón, ídem, acepta la constitución que le impone MacArthur, opta por la democracia, renuncia a la guerra, se favorece por el gasto americano en la guerra de Corea y a través del comercio recupera rápidamente su prosperidad económica. Tanto que cuando Deng Xiaoping visita Japón se sorprende de su prosperidad, lo que motiva que se acerque a EE.UU. y se aleje de la órbita soviética. EE.UU. la recibe con los brazos abiertos y le confiere el estatus de nación más favorecida. De ahí comienza la recuperación económica china, en que el PC mantuvo el monopolio político, pero permitió el desarrollo de la empresa privada.
Se discute si debieron lanzarse las bombas. Japón tenía una población armada, 3 millones de soldados y 7 mil aviones kamikazes listos para defenderlo. EE.UU. había inventado el napalm, tenía 12 mil aviones desocupados de Europa para bombardear Japón 24/7 y ahora podía hacerlo desde la vecina Okinawa. La invasión de esa isla les costó a los americanos 12.500 muertos y a los japoneses, 100 mil. Ningún ejército japonés se había rendido jamás y se preparaba para luchar hasta el fin. Como dijo Churchill, la carnicería que se preveía hacía que no hubiera ninguna decisión que tomar en relación con lanzar una bomba que terminaría con la guerra.
Si aprendimos algo de la guerra es que el libre comercio genera paz y prosperidad, que el comunismo ahoga la libertad y la economía, que EE.UU. debe mantenerse conectado con el mundo y que su poder —cuando lo usa— disuade a los dictadores y, finalmente, que tan importante como ganar una guerra es saber ganar la paz.