Si en una final de tenis se enfrenta Alcaraz con Sinner, y Alcaraz gana el primer set 6/0, pero Sinner gana 7/6 y 7/6 los dos siguientes, el vencedor del partido será Sinner, aunque Alcaraz haya ganado más juegos. El tenis consiste en ganar más sets, no más juegos. En cualquier competencia lo más importante es entender las reglas para ganar.
Se discute si la oposición debe ir en una o dos listas al Congreso y la respuesta definitiva es en una lista. La presidencial es una competencia por quien saca más votos, la parlamentaria por quien elige más congresistas. Con varias listas usted sacará más votos, pero logrará menos parlamentarios y perderá la elección. En la pasada elección de gobernadores en la Región de Los Lagos, la derecha sacó casi el 60% de los votos en dos listas y salió elegido el candidato del Gobierno con el 40%. La derecha ganó la votación, pero la izquierda la elección. Así de simple y así de fácil. La izquierda —que de esto sí que sabe— lo tiene clarito y van en una lista. El peor escenario es el que se está dibujando: dos listas parejas de oposición. En un sistema proporcional es mejor que una lista arrase a que haya dos parejas y eso es lo que veremos en la oposición si no se ponen de acuerdo.
Con más listas y candidatos, más votos se saca, más plata pública se recauda, pero se eligen menos parlamentarios; por eso dos listas tienen más de negocio que de política. Por supuesto, ningún análisis es perfecto y si la izquierda se divide en dos, el análisis cambia, pero igual si la oposición va en una lista, prácticamente asegura elegir la mayoría del Congreso. Los mejores cálculos dan que si la oposición va en una sola lista puede sacar 87 diputados, siendo 78 la mayoría necesaria para liderar la Cámara Baja. En dos o más listas sacará probablemente 68 diputados, y le van a pasar la máquina si el PC gana la presidencia, y si no la gana, le harán la vida imposible a cualquiera, sea Matthei, Kast o Kaiser el elegido. Sacar la mayoría de la Cámara asegura tener la mesa por cuatro años y la presidencia de todas las comisiones. Eso es mucho poder. El total de candidatos que se puede llevar en una lista es de 183, no me digan que no hay espacio para todas las figuras de los partidos.
En el Senado el tema es todavía más simple y más dramático. De los 23 senadores que se renuevan, si la oposición fuera en una sola lista, es probable que consiga 13. Sumados a los 14 que permanecen y no se renuevan, la oposición tendría 27 senadores de los 50 totales, hecho único en la historia. Esto también permitiría tener la mesa del Senado y la presidencia de todas las comisiones. Acá se puede llevar 30 candidatos, número más que suficiente para dar cupo a todas las figuras de la oposición. Hay tres regiones que eligen cinco senadores (Valparaíso, Maule y La Araucanía). Hay que mantener los tres en La Araucanía y Maule y elegir el tercero en Valparaíso, eso se logra con una sola lista. Pueden participar en esa lista seis candidatos (uno más que los cargos a elegir), un republicano, un nacional libertario, un RN, un UDI, un Evópoli y un amarillo, y que ganen los más mejores. En la regiones binominales donde se elige a dos senadores (Arica y Parinacota, Tarapacá, Atacama y Aysén), basta mantener uno en cada región y se pueden llevar tres candidatos, un republicano, un UDI y un RN, por ejemplo. Las regiones en riesgo, si la oposición se divide, son Arica, Tarapacá y Atacama y por eso la oposición no puede darse el lujo de ir en dos listas. Por cierto habrá perdedores, pero el próximo presidente se debe comprometer a incorporarlos en su equipo de gobierno. Mal que mal no sobra gente buena con vocación pública.
En esto de una lista parlamentaria con varios candidatos a la presidencia hay precedentes. En la elección de 2005 la entonces oposición fue en una lista parlamentaria y 2 candidatos a presidente (Piñera/Lavín). La lista parlamentaria sacó más parlamentarios que nunca y la Concertación terminó con los doblajes.
Acá es donde se deben notar los liderazgos de Kaiser, Matthei y Kast. Ellos deben detener los dimes y diretes y son los llamados a lograr un acuerdo en el que sus adláteres han fallado. Como en la elección de Papa, enciérrense hasta que salga humo blanco. Pero para que ellos arreglen el pastel se necesita la generosidad y patriotismo de los presidentes de partidos y de todos los candidatos que deben delegar en sus líderes una negociación unitaria donde desde luego habrá afectados, pero será por un bien mayor. Sería trágico que los que unidos salvaron Chile en el plebiscito del 2022, desunidos lo pierdan en la elección del 2025. Y esta no será una derrota huérfana, tendrá muchos padres.