El director del SII ha sostenido que las contribuciones de bienes raíces son una preocupación del 20% más rico. Esto me recordó la reflexión de Milton Friedman acerca de los impuestos: “En EE.UU. solo se pueden subir los impuestos cuando se logra convencer a una facción grande del Congreso que los impuestos los pagarán otros”.
Según la Fundación Sol —que en prácticamente todo está equivocada, pero que acá la usaré como fuente para que no me digan que estoy protegiendo a los ricos—, se describe ese 20% de la siguiente manera: “En el quinto quintil, el 20% más rico de Chile, se pueden encontrar aquellos hogares donde el ingreso mínimo por persona es $286 mil y el máximo es casi $15 millones al mes. Aquí, por tanto, convive el esforzado estudiante-trabajador que gana $300 mil, la pareja de jubilados que gasta más de la mitad de sus ingresos en remedios —cuya pensión suma $600 mil—, la familia de 4 personas con 2 hijos estudiando en universidades privadas, cuyo ingreso mensual es de $1.200.000, del cual más de la mitad se va en pagar los aranceles de sus hijos. Incluso, también podemos encontrar a la familia de 4 personas que tiene un ingreso de $30 o $40 millones mensuales”. Ahora bien, el 10% más rico según la última Casen son las personas que ganan 1,7 millones de pesos mensuales en promedio. Con esta descripción del 20% “más rico” me acordé del sketch de TV en Plan Z “Mapuches millonarios”.
Chile se ha transformado en un lugar paradójico: los pobres de Latinoamérica, arrancando del socialismo del siglo XXI (cuyos resultados son iguales a los del siglo XX), emigran a Chile para hacer una vida mejor, y el socialismo chileno hace ingentes esfuerzos para que los ricos emigren de Chile. Los ricos primero remesaron su plata al exterior, después muchos se mudaron fuera y finalmente los ricos del futuro que están estudiando afuera no quieren volver por falta de oportunidades. Así se destruyen los países, persiguiendo a los ricos en vez de preocuparse de invertir y generar trabajo y riqueza para los más pobres. Hoy cuando Italia, Portugal, Uruguay, Suiza y varios más tratan de atraer a los ricos, dándoles beneficios y agradeciéndoles por sus impuestos, nosotros los correteamos.
El chancho está mal pelado en Chile. Según el SII, 77 mil chilenos ricos dan cuenta de más del 80% de los impuestos personales que se pagan en el país. Los “millonarios” del 20% pagamos impuestos cuando trabajamos, cuando compramos una casa, cuando la vendemos, la arrendamos, nos endeudamos, la donamos y hasta cuando morimos. Además debemos contratar alarmas, poner rejas y manejar atentos a los portonazos. Eso respecto de la casa, pero además, debemos pagar tags, patentes de autos y sociedades, impuestos al diésel, al lujo y al ejercicio de una profesión.
El director del SII parece no haber captado el fastidio del contribuyente frente a una repartición estatal cuyos funcionarios son tan amables y amistosos como los publicanos bíblicos. Cuando el Colegio de Abogados y el de Contadores le representan la prepotencia del servicio y la antijuridicidad de su actuación, empieza siendo hora de que al menos se haga una introspección del servicio que está prestando. Es hora que empatice con el hastío del contribuyente cuando ve que sus impuestos los políticos se lo gastan en el “coaching ontológico” de Orrego, en pagarle la franja publicitaria a ME-O, en maquillar a ministros (sería bueno conocer a la maquilladora de Jeannette Jara que le disimuló su comunismo), en “comprarle” los cuadros a la Fundación de Allende, en financiar las vacaciones de 25 mil empleados públicos “enfermos”, en pagarle los piscos sours a Monsalve, en tapar el hoyo de la farmacia de Jadue, en financiar los viajes en business a Isla de Pascua de Procultura, en pagarles los sueldos a los amigos de Catalina Pérez. “Cómo quieren que no lo quememos todo”, declaraba ella indignada por los abusos mientras su pareja y amigos se repartían el “gasto social” de Antofagasta.
Las contribuciones en su forma actual son abusivas e injustas. Se aplican sobre ingresos ya tributados, no consideran la deuda hipotecaria sobre la propiedad ni los ingresos actuales del dueño, el SII los calcula en una pieza oscura, el procedimiento de reclamo es kafkiano y el contribuyente no recibe el beneficio, sino que en su gran mayoría esos dineros se destinan a comunas donde no vive.
Por eso es hora de que en Chile se revise el tema completo y al menos los jubilados queden exentos de contribuciones a la primera vivienda, mal que mal, cuando mueran, ni ahí el SII los dejará tranquilos, y les cobrará el impuesto de herencia por ella.