La oposición, hoy integrada por grupos de derecha, centroderecha y centro, no tendrá primarias. ¿Se trata de un astuto cálculo electoral o de la miope ambición de sus líderes? No tiene sentido gastar un minuto en responder esa pregunta. Mejor preguntarse si, atendido cómo están las cosas, es posible sacar algún provecho de esta situación.
El hecho de disponer de tres candidatos les puede permitir a las derechas algo muy interesante: si todos están de acuerdo en algunas cosas básicas, ella tendría tres altavoces para instalar en la opinión pública ciertos temas. No sabemos quién ganará las elecciones presidenciales, ni siquiera conocemos si será de derecha o de izquierda, pero lo que sí está claro es que el próximo período presidencial será dificilísimo y que resulta necesario preparar el terreno a quien venga.
No basta con ganar la elección. Si los electores votan simplemente con el fin de evitar un mal menor, si no están convencidos de la necesidad de sacar adelante ciertas grandes tareas nacionales, el suyo será un amor de verano, mezquino, voluble. La experiencia del segundo gobierno de Piñera muestra a las claras que si no han cambiado las mentes de los ciudadanos, no podrá cambiar la política.
Veamos, entonces, algunos de esos puntos en los que, en principio, los tres candidatos de oposición están de acuerdo, de modo que si insisten una y otra vez sobre ellos en los próximos meses, habrán preparado el terreno para que tengamos una mejor política.
Lo primero apunta a la relación de los candidatos con el electorado. ¿Van a hablarle con la verdad o preferirán subestimarlo? Si vemos que el país está más pobre y endeudado, si la inversión es baja y tenemos graves problemas de seguridad, educación, natalidad, con un Estado gigantesco e ineficiente, conviene decirlo con toda claridad, tal como algunos candidatos ya lo están haciendo. Todos los chilenos deben haber oído que vienen tiempos difíciles.
El país tiene que saber que la oposición no posee ninguna varita mágica y que las medidas de ajuste de los próximos años serán dolorosas, dolorosísimas. La meta del próximo gobierno ha de ser muy modesta: poner la casa en orden. Esta tarea no se refiere tan solo a la economía, sino al resto de la sociedad. En Chile se ha perdido el respeto a la ley y la autoridad y es necesario recuperarlo.
Sabemos que, junto con funcionarios públicos ejemplares, hay varios miles que carecen de las condiciones que les permitan ser llamados “servidores públicos”. Les falta la moralidad mínima que los lleve a no servirse del Estado o, al menos, no poseen la calificación técnica necesaria para servir a la sociedad. Sin embargo, no se puede despedir a varios miles de personas sin que estos queden sin trabajo, lo que resulta doloroso y no puede llevarse a cabo sin un claro sostén de la opinión pública.
Los ciudadanos deben saber que el futuro gobierno apoyará decididamente a la policía. Es evidente que habrá huelgas y manifestaciones ilegales. De hecho, como no quieren que parezca que comenzaron el 11 de marzo de 2026, ya vemos que empiezan a organizar algunos paros. La ilegalidad deberá ser reprimida, pero, aunque no sea el objetivo de las fuerzas de orden, probablemente tendremos lesionados. Hay gente que está dispuesta a lanzar bombas molotov o ácido a los policías u otras autoridades. Si queremos que ellas cumplan con su deber, deben sentir nuestro respaldo. Quien no se atreva a ser especialmente transparente con la ciudadanía no podrá quejarse después de que tengamos el caos en nuestras calles, ya que no tendrá la fuerza política para hacer que se respete la legalidad.
La aplicación de la ley no solo se refiere a los desórdenes callejeros o a las tomas de liceos. Hay claras normas de probidad que deben ser respetadas y en ellas se establecen sanciones muy precisas que incluso contemplan la cárcel.
El mismo criterio debe aplicarse a las faltas de honestidad de los privados. Las licencias médicas fraudulentas son un delito aunque ni el médico ni el cliente sean funcionarios públicos, y el futuro gobierno debe evitar la impunidad. Tampoco deben ser toleradas las evasiones en el transporte público. Lo sorprendente no es que muchos evadan, sino la enorme cantidad de personas que todavía pagan sin que haya casi controles.
Todo esto es bastante evidente, pero estamos en Chile y sabemos que después llegarán los llantos y la petición de perdonazos. Todo lo que hagan los candidatos de oposición para sensibilizar a la opinión pública en estas materias es poco. No se trata aquí de proponer un Estado policial: todo esto es lo básico para que simplemente podamos hablar de un Estado de Derecho.
Finalmente, es necesario ser muy explícitos en el tema de la educación. La prioridad debe ser la primera infancia y la educación básica, porque allí se juega el partido principal. Los universitarios protestarán y querrán conservar y acrecentar sus privilegios; sin embargo, si el país tiene claro dónde están las mayores necesidades, el futuro gobierno podrá cumplir su deber de apoyar no a quienes más gritan, sino a aquellos que más los necesitan.
Nada de esto basta para ganar gobierno, pero sin decir al país estas verdades básicas, se hará imposible gobernar.