Abril me pone de mala con los impuestos y la burocracia. A medida que se acerca el 30 y que empiezo a pedir plata al banco para pagarlos, me pongo mal genio con pagar las primarias del gobierno, con pagarle a ME-O y Artés por sus votos, con la cartita del SII que en forma pasiva agresiva me comunica que sabe todo lo que yo hago y tengo, así que no se me ocurra omitir nada en mi declaración.
El Estado solo se esmera en amenazar, perseguir y sancionar a los que trabajan, porque a los que roban, asaltan y asesinan los homenajean en el Congreso, los indultan en La Moneda o los van a visitar a Temucuicui.
Me irrita abrir el diario y ver un titular informándonos que los empleados públicos ganan un 15% más en promedio que los privados (se entiende ese sueldo a la mejor directora de Presupuestos de la historia, pero el resto…). Se suponía que los empleados públicos ganaban menos, porque tenían inamovilidad. Pero ahora a los burócratas no los pueden echar, e igual ganan más y trabajan menos. Esa mayor remuneración se agrega a los 33 días de licencia médica anual promedio que tienen los empleados públicos (la exigencia del sector público debe ser feroz para la salud, y debiera tener sellos) más 15 días de vacaciones, 6 días administrativos y los 19 días feriados que tenemos (5 irrenunciables), hacen que con nuestros impuestos paguemos 12 sueldos a gente que trabaja 9 meses. La cueca desnuda.
Estas cifras de ausentismo de un 25% de año demuestran que al Estado le sobra al menos un 25% de empleados (leí que el Ministerio de Cultura tiene 161 periodistas, una profesión que se define como desafiadora del poder se transforma en su vocera). Alguna vez escuché que Latam había decidido reestructurarse cuando se dio cuenta de que en verano tenía más pasajeros, menos personal trabajando y prestaba mejor servicio. Conclusión: le sobraba gente. Como Latam tenía dueño y fines de lucro, le preocupaba la eficiencia.
En el Estado a nadie le preocupa ese concepto neoliberal de ser eficiente y prestar buen servicio.
Este fenómeno es antiguo, internacional y debe ser controlado. La flota británica tenía como doctrina ser más grande que la sumatoria de las flotas de los 2 países que la seguían. Cuando su economía no fue capaz de sostener esa ratio tuvo que ajustarse. Entre 1914 y 1928, el número de barcos disminuyó 67%; el número de marinos, un 31%, pero el personal de tierra creció un 78%, llevando a algún parlamentario a decir que ahora Gran Bretaña tenía la marina de tierra más grande del mundo. El año pasado visité la comunidad económica europea en Bruselas, y le pregunté al gentil encargado de relaciones públicas (parecido a C-3PO de Star Wars) cómo combinaban Bruselas con Estrasburgo, sede del Parlamento Europeo, y me dijo que allá se trasladaba toda la burocracia de Bruselas (más de 5.000 personas) para 2 plenarios al año. Imagínese el costo en transporte, alojamiento, comidas e ineficiencia de ese traslado. Con razón pensé: hay tanto descontento con una comunidad, que nació como un área de libre comercio empujada por derechistas como Adenauer y De Gaulle, y anclada en el marco alemán, y se transformó en una enorme burocracia socialista dedicada a dictar regulaciones, sobre todo y para todo, y a devaluar su moneda. Una vez más se valida la ley que toda organización sin dueño que no se declare de derecha termina capturada por la izquierda (Cepal, ONU, etc.).
Solo leyendo “El Mercurio” el último mes, vemos los reclamos de los arquitectos contra la burocracia del MOP y de las direcciones de obras, los mineros y salmoneros contra los servicios medioambientales, los académicos contra la ANID, los pacientes y doctores contra la Compin, los conductores contra las municipalidades, los directores contra el Mineduc, y podríamos seguir hasta el infinito. El Estado hoy es el principal obstáculo para el desarrollo de Chile y nuestra salud mental.
Los políticos se especializan en multiplicar ministerios (25 en Chile contra 15 en EE.UU.), regiones (partimos con 13 y vamos en 16, y en todas debe replicarse la organización del Estado), organismos autónomos elegidos por nadie y responsables ante nadie (INDH, Defensoría de la Niñez, etc.), y en meterse a cuanta organización internacional existe, así se aseguran su gratitud eterna, y cuando pierden elecciones, para allá se van a “trabajar” (ONU Mujeres, Cepal, Banco CAF). ¿Y después usted se pregunta por qué tenemos déficit fiscal? Al Papa Juan XXIII le preguntaron alguna vez cuánta gente trabajaba en el Vaticano. Lo pensó un minuto, y contestó: “Yo creo que menos de la mitad”. En Chile andamos parecido, pero con una diferencia: nuestros burócratas son menos piadosos.