Pasados los 80 años uno asiste a tantos funerales. Amigos y amigas de quienes no alcanzo a despedirme. La fe religiosa nos alienta con la posibilidad de un cielo donde alguna vez nos reencontremos.
No pude sacarme esa imagen al leer un difícil trabajo de física cuántica publicado el miércoles de la semana pasada en Physical Review Letters (https://bit.ly/4is14bU). Habla de resolver la singularidad de un agujero negro.
No logré seguirlo, en verdad. Está escrito por la doctora en física y en matemática Lucía Menéndez-Pidal, de la Universidad Complutense de Madrid, y su tutor de doctorado Steffen Gielen, de la Universidad de Sheffield.
Me interesó mucho. Uno, porque el resumen de prensa que encontré en Eurekalert, (eurekalert.org) explica magistralmente esto de que los agujeros negros se convertirían en blancos; y dos, porque se cita la ecuación de Wheeler-DeWitt, y yo recordé al dulce John Archibald Wheeler, gran físico cuántico que creó el concepto de “agujeros blancos” y a quien entrevisté en los años 90 en Chile, en uno de esos encuentros que a un periodista le hacen agradecer su vocación. (Falleció a los 96 años, en 2008).
Según la teoría general de relatividad de Einstein, si un agujero negro me atrapara, yo caería hacia su centro, donde inmensas fuerzas gravitacionales me destruirían. Ese centro, bautizado “singularidad”, donde colapsó la materia de una estrella gigante para convertirse en un puntito mínimo, es el origen del agujero negro.
“En ese punto, nuestra comprensión de la física y del tiempo se descompone”, leo en Eurekalert.
El nuevo estudio señala que, en lugar de que la singularidad represente el fin, podría representar un nuevo comienzo.
Si los agujeros negros succionan todo, incluso el tiempo, el estudio teoriza que en la singularidad expulsan materia, energía y tiempo de vuelta al universo. Son agujeros blancos.
El profesor Steffen Gielen declara: “En mecánica cuántica, el tiempo, tal como lo entendemos, no puede finalizar, los sistemas están en un cambio perpetuo y evolucionan”.
Leo, “el espacio y el tiempo transitan a una nueva fase llamada agujero blanco. Como tal, un agujero blanco podría ser donde comienza el tiempo”.
Es cierto que, en general, se piensa el tiempo en relación al observador, pero —declara Gielen— “en nuestra investigación, el tiempo brota de la misteriosa energía oscura que subyace en todo el universo… y es responsable de su expansión”.
Dice Gielen: “…podrías concebir un observador —hipotético— que atraviese un agujero negro… y emerja al otro lado, en el agujero blanco”.
El comentarista del trabajo celebra, desde el punto de vista de la física teórica, que la investigación de Steffen Gielen y de Lucía Menéndez-Pidal relaciona el tiempo con la misteriosa energía oscura “que gobierna el cosmos”. Y reconcilia la gravedad con la mecánica cuántica.
Asombroso.