El crimen cometido en Nueva York contra el máximo ejecutivo de una compañía de seguros de salud ha provocado toda clase de análisis y autoexámenes en ese país. Se inspecciona tanto la forma en que funcionan ahí los seguros de salud, como la violencia de motivación política, la sorpresiva admiración por el asesino expresada en redes sociales y el propio estado de la sociedad americana, así como aquellos factores que podrían explicar las acciones de un supuesto enfermo mental.
Si bien los actos de violencia selectiva de inspiración política son hechos de rara ocurrencia, se ha registrado un aumento de ellos en el último tiempo en Estados Unidos. En 2022 hubo un atentado en su hogar contra la jefa de la Cámara de Representantes, Nancy Pelossi, que terminó con su esposo mal herido; en 2023, se detuvo a un asaltante en la casa del expresidente Obama y este año hubo dos intentos de asesinato contra Donald Trump. Históricamente se han producido magnicidios que han dejado huellas significativas, pero en todos los casos registrados hasta ahora la sociedad en su conjunto había reaccionado en defensa de los principios democráticos y del Estado de Derecho. Esta vez, en cambio, han surgido voces que expresan admiración por el asesino, lo que, a juicio de muchos, revelaría una sociedad enferma.
La inspiración que habría motivado al autor, según se desprende del cuaderno encontrado en su mochila, provendría de sentimientos de frustración con la sociedad capitalista y el estado del mundo actual. El primero en actuar basado en esas premisas fue el llamado Unabomber, Ted Kaczynski, doctor en matemáticas, quien escribió un manifiesto contra la civilización occidental y, pese a sus crímenes, encontró amplios grupos de respaldo en las juventudes. Entre ellos, posiblemente haya que inscribir al actual acusado de cometer el crimen en Manhattan. Proveniente de una familia acomodada, estudió en excelentes colegios y universidades, y luego trabajó en compañías tecnológicas de buen nivel. Una afección a la espalda lo puso en contacto con el sistema de salud, donde parece haberse sentido frustrado por el trato económico recibido. Más tarde se esfumó, aislándose de sus conocidos, y su madre denunció su desaparición seis meses antes de que emergiera con un plan acabado para asesinar al máximo ejecutivo de United Health. Pero su planificación resultó frustrada, gracias a un empleado de MacDonald's que lo denunció.
La fiscalía prepara acusaciones graves contra él y, aunque inicialmente se procuró hacer colectas públicas para su defensa, a medida que se conocen más y más antecedentes, pareciera que ese impulso se ha ido debilitando. Los fiscales, por el contrario, han aumentado la gravedad de sus imputaciones y ahora se discute si el crimen corresponde a un acto terrorista, lo que podría significar hasta la pena de muerte. Las reacciones no han tardado y se afirma que se trata de tácticas para evitar un juicio, porque podrían llevar a una negociación con la defensa donde, a cambio de abandonar los cargos más graves, se acepte una pena de cárcel prolongada. El juicio, en cambio, pondría al gobierno y al autor del crimen en la luz pública, donde podría hacerse visible un respaldo popular para el asesino, e incluso con la posibilidad de que el hecho se politice, puesto que grupos de izquierda no han disimulado su admiración por el autor, en tanto sectores de la derecha defienden la industria de los seguros de salud, de baja rentabilidad, pero muy impopular.