Recomiendo el nuevo libro “Nexus”, del historiador Yuval Noah Harari.
“Una breve historia de las redes de información, desde la edad de piedra hasta la inteligencia artificial (IA)”. Remece.
Yo he alegado que la IA no es ni inteligencia ni es artificial: es incapaz de crear por sí sola, y, además, todo lo que produce se basa en información que se le proporciona. Resguardo así el ser humano, la creatividad intuitiva, los grandes sentimientos.
Pero Harari me hace ver más. Señala un episodio clave en la historia de la IA: el 10 de marzo de 2016, DeepMind, de IBM, derrota a Lee Sedol, campeón surcoreano del juego Go, de más de 25 siglos. El supercomputador, alimentado con miles de partidas anteriores, en la movida 37, opta por un camino nunca transitado. Los expertos comentan que es “una movida muy extraña”.
La IA, sin prejuicios, explora áreas nuevas. Y gana la partida. Los expertos en IA no pueden explicar la ruta seguida. “Muchas tecnologías y sistemas se ponen tan complejos que superan la capacidad de cualquier individuo de verdaderamente comprenderlos…”, escribe Harari.
Me golpea: podría ser esto inteligencia, porque el sistema se aventura por lo desconocido. Algo nuevo surge, aunque su fundamento sean reglas humanas.
Lleno de datos —el libro registra 38 páginas de maravillosas notas y 15 páginas de un índice onomástico—, es mejor su lectura electrónica, para poder visitar las fuentes.
Harari analiza los sistemas políticos de hoy. (Me recordó la carta de Cristián Warnken donde llama a conversar entre nosotros). Describe a lo largo de la historia las redes de información y los sistemas políticos que ellas construyen. Algunos centralizados, otros distribuidos, con sendas catástrofes y bondades. Y se detiene en cómo las redes sociales fomentan adversidades.
Habla de Putin y de Trump, de Einstein y del Papa Francisco. De Lutero, Oppenheimer y del covid-19. De la invasión a Ucrania y de la masacre de Rohingya. Y proyecta la historia.
Las potencias armarán sus propios sistemas de IA, que no conversarán entre sí. Es el peligro. Y pueden desatarse en catástrofes terminales.
Hay que insertar la IA en la historia. Algo “potencialmente más tremendo que la invención del telégrafo, la imprenta, o incluso la escritura, porque la IA es la primera tecnología capaz de decidir y generar ideas por sí misma”, escribe en el epílogo.
Advierte contra una visión ingenua y optimista de la IA; y también contra una visión extremadamente cínica, siguiendo a populistas que afirman que el poder es la única realidad. No descarta la IA, imposible, pero:
“Ya que los humanos se interesan por la verdad, tenemos la oportunidad de resolver a lo menos algunos conflictos en paz, hablándonos los unos a los otros, reconociendo errores, abrazando nuevas ideas, y revisando las historias en que creemos. Es esa la suposición fundamental de las redes democráticas y de las instituciones científicas. Ha sido la motivación básica para escribir este libro”.
Leer “Nexus” es caminar por el jardín del Edén, ante el árbol del bien y el mal. Apasionante.