“¡Ahora el poeta va a dormir siesta!”, decía Homero Arce, secretario de Pablo Neruda, cuando correspondía concluir el almuerzo en Isla Negra. Todo se suspendía, el poeta se ponía de pie y dejaba a sus comensales.
La siesta debe haber desatado su creatividad.
Hace dos semanas, los doctores Martin Lercher, bioinformático de la U. de Düsseldorf, e Itai Yanai, de la U. de N. York, y otros, publicaron una carta en la revista Science pidiendo a las universidades fomentar la creatividad en ciencia. La titularon “Ciencia diurna y ciencia nocturna”.
En el currículum hay que enseñar creatividad, los procesos creativos, es el mensaje.
El Dr. Lercher sostiene que se puede enseñar creatividad. Llamar a abrirse a ideas nuevas, desarrollar la capacidad de reconocer preguntas novedosas, y la generación de muchas ideas diversas.
“Las analogías, las metáforas, ayudan en esto”, dice. Destaca la importancia de conectar disciplinas y, “sobre todo, aprender a aceptar las contradicciones”.
Los autores citan al premio Nobel François Jacob hablando de ciencia diurna y ciencia nocturna. La ciencia diurna: el proceso sistemático, planificado, guiado por hipótesis; la ciencia nocturna es la parte no sistemática de la ciencia, el pensamiento libre, y la exploración —a veces intuitiva— de ideas. “Y este proceso creativo en particular es el que lleva a avances cualitativos de la ciencia”.
El 20 de septiembre, en Harvard, el Centro Internacional de investigadores y científicos jóvenes (JUNO) ofrecerá un curso del Dr. Lercher. La pena es que hay que ir, no es por Zoom. En inglés es “Night Science - A workshop on the creative side of the scientific process”.
El profesor mostrará herramientas para crear ideas científicas. Empezará con “Ciencia improvisacional”, seguirá con “Encontrar preguntas y contradicciones”; luego, “Los dos lenguajes” e “Importar y exportar”, y más.
Lo debe haber pensado durante su siesta.
Los profesores Lercher y Yanai habían publicado en Science (2021) “Los orígenes irracionales de la ciencia”. Partían analizando el libro “La máquina del conocimiento”, donde Michael Stevens pide reconocer la naturaleza indisciplinada y emocional del ser humano que desarrolla la ciencia. Y recorre la historia de los científicos.
Esta columna es el producto de mi dormir. Leí la carta en Science hace una semana y me quedó dando vueltas. Al ir despertando esta mañana, angustiado, porque no me satisfacía ningún tema, se me apareció la publicación.
Me levanté a releerla. Y cuando la busqué, me encontré con el artículo de 2021. Y se me apareció la experiencia que tuve en 1968 en Isla Negra con la siesta del poeta, cuando tuve la fortuna de almorzar con él y Matilde, con Alfonso Calderón y Homero Arce.
Qué bendición, el sueño, el trabajo del inconsciente, las siestas de Neruda.