La autoridad canceló el proyecto del Centro de Neurociencias en Valparaíso, sector de La Matriz.
Para quienes nos solazamos con cada pisada en esa área, que sufrimos su deterioro y nos deleitamos en su palpitar, que conocimos ese monolito que marca adonde llegaba el mar, que imaginamos los besos marineros, que aspiramos en la iglesia los inciensos, que contemplamos esas calles como tentáculos que succionan hacia el cerro Santo Domingo, esta decisión resulta penosa. El Centro de Neurociencias sería una joya para ese lugar.
No es que la autoridad sea perversa.
Los investigadores del Centro de Neurociencias de la Universidad de Valparaíso, que rasguñan recursos difíciles de conquistar, que continúan una tradición chilena en las neurociencias con Joaquín Luco, Humberto Maturana, Francisco Varela, Juan Asenjo, Nibaldo Inestrosa y tantos otros más, y que, en el puerto, protagoniza un grande.
Se trata de uno de los científicos chilenos miembro de la Academia de Ciencias de EE.UU., premio nacional de Ciencias, amplio divulgador de su conocimiento: el doctor Ramón Latorre, impulsor y conquistador, y obrero de la construcción del ahora desechado Centro de Neurociencias.
Están atónitos. Llevaban doce años en esta generosidad del construir.
Tantos respaldaban su sueño. Porque ellos mismos saben y pueden y están en las redes mundiales con otros urgidos por conocer un cerebro aún misterioso, aún enfermo, aún indicador de la vida, de la pena y la alegría y de la muerte.
¡Alto!
Excavemos primero. ¡Oh! ¡Aparecen restos humanos! Vengan los arqueólogos.
Sublime es, brocha en mano, rescatar el fémur de un antepasado, conquistar la vida que fue, aquí. ¿A quién pertenecería este hueso, mi adelantado?
La arqueología resulta tan reveladora.
Pero ¿cuál es la jerarquía de las ciencias?, ¿a cuáles científicos priorizamos? ¿A quienes ofrendan nuestra historia o a quienes trabajan en el más complejo y significativo músculo del cuerpo?
Es que ya ni esa pregunta puede responderse. Porque vencen los plazos. Las exigencias del Consejo de Monumentos Nacionales paralizaron las obras. El Mercurio de Valparaíso citó su declaración… “el proyecto estuvo siempre dentro de las prioridades del Consejo (…) con el propósito de contribuir a la ejecución de la obra y a resguardar el patrimonio arqueológico”.
No optan, no jerarquizan. Doce años. Pero el dinero ya no alcanza para neurociencias y también arqueología: el presupuesto de 10 mil millones de pesos sube al doble. El Ministerio de Obras Públicas, MOP, el gobierno regional y la Universidad de Valparaíso —informó el viernes “El Mercurio”— bajaron la cortina. Tal vez en otro lugar… Sugiere el consejero regional Manuel Millones.
El doctor Ramón Latorre habló. Declaró que, si bien valora el rol del gobierno regional y del MOP, no entiende a “una parte del Gobierno de Chile y el Consejo de Monumentos que, en lugar de echar a andar proyectos en un barrio tan alicaído como La Matriz, paraliza todas las obras…”.
Las jerarquías evitan jerarquizar.