David Benavente, dramaturgo, autor de “Tres Marías y una Rosa”, me contó cómo imaginaba el Juicio Final: todos resucitados, nos sacaríamos un casete del cráneo y los intercambiaríamos. Sería muy entretenido, me dijo, porque conoceríamos la vida de cada cual.
La vida. Yo tenía 31 años para el Golpe, en 1973. Mucha agua ha fluido. Libros, comisiones, llagas. Tanto protagonista ya muerto.
Así, el martes, en la Sala Raúl Devés de Ingeniería de la U. Católica, yo veía el aporte de jóvenes historiadores, psicólogas, lingüistas, cientistas sociales y expertos en computación involucrados en el análisis tecnologizado de las violaciones a los derechos humanos entre 1973 y 1990.
La mayoría no vivió los acontecimientos, tal vez por eso, pueden sacar los “casetes” guardados y, digitalizándolos, abrir el pasado con sus ojos contemporáneos.
Presentaron un proyecto: recorrer los archivos de la memoria en Chile (1973-1990) “desde la ingeniería”, recurriendo a la inteligencia artificial, a la transcripción de audios, al mejoramiento de fotografías…
Yo vibraba porque, si resulta la herramienta que esperan construir, podría analizar no solo más eventos históricos, sino que también datos en salud, conductas jurídicas, desarrollos en filosofía, en combate al crimen… Y avanzar en mejorar la propia inteligencia artificial, la seguridad y la confidencialidad.
Sin informática, el empeño fracasaría. Ningún equipo humano podría leer los 10 millones de fojas en archivos del Poder Judicial, los 85 mil registros en la Vicaría de la Solidaridad, los 250 mil registros del Museo de la Memoria, los documentos de la Comisión de Verdad y Reconciliación, los millones de fojas en el Archivo Nacional…
Ya lo hacen… pero falta mucho para formar una nube donde puedan, por ejemplo, escribir “Pisagua” y que aparezcan todos los documentos que contengan la palabra.
“Podremos encontrar mejores respuestas”, dijo el vicerrector de Investigación UC, Pedro Bouchon.
Recordó cómo el profesor Domingo Mery le presentó el proyecto: analizar con inteligencia artificial los archivos de la memoria.
La decana de Ingeniería, Loreto Valenzuela, dijo: “Es nuestra responsabilidad, como miembros de la comunidad académica, contribuir al estudio y la conservación de esta memoria histórica. En el fondo, si nos olvidamos de lo que ha pasado es mucho más probable repetir los errores. Y los archivos de esta época son tesoros con información que necesitan ser explorados, comprendidos y preservados para las futuras generaciones, con mucha responsabilidad y mucho cuidado”.
El problema es que nada de esto funciona —dijo Juan Reutter, director del Instituto Milenio Fundamentos de los Datos— sin datos. “Pero por supuesto que lo vamos a construir: necesitamos ayuda también”. Piden más archivos, más datos.
Domingo Mery nos recordó cómo el celular agrupa solito fotos relacionadas… Produce resultados hoy que mañana mejorarán.
Tal como los casetes ya obsoletos: el libro de la vida ahora es digital. Y su lectura con inteligencia artificial, abrirá mundos.