En la calle del Gran Molino, ciudad de Bergerac, a 120 km de Burdeos, Francia, mira al cielo la estatua del orgulloso Cyrano, el feo narigón enamorado de Roxanne. Cuenta la historia el dramaturgo Edmond Rostand, en “Cyrano de Bergerac” (1897).
Roxanne ama al cadete Christian, un bello sin ingenio. Este consigue su corazón gracias a los parlamentos que le escribe Cyrano, un apasionado. Es como si el cadete recurriera a la inteligencia artificial (IA) para que lo suplantara.
El viernes, terminó en Santiago SIGMOD/PODS 2024, la máxima cita mundial de expertos y expertas en “ciencia de datos”. Primera vez en Latinoamérica. Se entendían en inglés los más de 700 participantes.
La ciencia de los datos sostiene la inteligencia artificial. Al principio, los datos, almacenados como en casilleros, formaban “bases de datos” donde los casilleros se iban relacionando, como en un árbol genealógico. Hoy ocurre más.
En los pasillos del Hotel Intercontinental trotaban los y las participantes que no querían perderse las conferencias sobre las nuevas “bases de datos de grafos”.
Estos son como si a cada dato se le agregaran propiedades, como adornos a un árbol de Navidad, que pueden ser infinitos. Luego, sin valerse de casilleros, las máquinas computacionales organizan los datos según sus propiedades. Por ejemplo, mostrando solo los adornos amarillos encendidos (perdón, profes, por lo simplista).
Un requerimiento puede incluir demasiados aspectos (“¿Y si autorizamos los autos voladores?”), exige un poder computacional inmenso. Para nuestro desarrollo en IA, me dijo Juan Reutter, Ph.D., de la U. Católica y del Instituto Milenio Fundamentos de los Datos, en Chile no contamos con todo el poder del que disponen poderosas empresas en el hemisferio norte. Incluso, me dijo, no existen universidades en el mundo con suficiente poder de cómputo para avanzar lo conveniente en este campo, un problema.
El poder de los nuevos Cyranos —Google, Apple, Meta— opera con sesgos.
La ciencia de los datos, como un Boeing, vuela con limitaciones. De ellas habló Ricardo Baeza, Ph.D., investigador del Instituto para la Inteligencia Artificial en la Experiencia, de la U. de Northeastern (EE.UU.), y profesor del Departamento de Ciencias de la Computación de la U. de Chile. Una charla magistral.
“No estamos tomando en cuenta la ética”, afirmó. Y fue fijando en pantalla una colección de errores y conflictos provocados por la IA.
El más divertido fue una pregunta formulada en 2022: “¿Cuál es la capital más alta de Europa?”. La respuesta de IA fue “La Paz, Bolivia”. Baeza llamó a no humanizar la tecnología basada en datos.
“La velocidad es el problema”, advirtió. Esto avanza y no alcanzamos a prepararnos. Hay que preguntarse “¿por qué estamos usando esta tecnología para esto?”. Citó a J. Lanier: “La IA nos está enloqueciendo”.
Triste episodio: el cadete Christian muere sabiendo que no era a él a quien Roxanne quería, era al imperfecto Cyrano de Bergerac, autor verdadero de sus declaraciones, una IA.