El embajador Luis Bravo, que dirige en la Cancillería la Dirección para la Ciencia, la Energía, la Innovación y la Astronomía, recordó nuestro primer tratado de amistad, comercio y navegación con Japón, en 1897.

Lo hizo en la ceremonia de inauguración del telescopio construido por la Universidad de Tokio sobre el cerro Chajnantor, a 5.640 metros sobre el nivel del mar. Allí, la presión atmosférica es la mitad de la que se mide en la playa. Los trabajadores respiraban desde sus botellas de oxígeno.

Es el telescopio a mayor altura del mundo, el TAO (University of Tokio Atacama Observatory).

(Alexis Ibarra, en “El Mercurio” del 1 de mayo, relató el evento).

TAO nació de la perseverancia. El tratado de hace 127 años generó la atmósfera para tantas colaboraciones entre Chile y Japón. Ignacio Sánchez, rector de la Pontificia Universidad Católica, me contó de las veces en que él mismo ha viajado a concertar acuerdos y cómo japoneses y chilenos abrieron sus laboratorios a sendos académicos en astronomía, en sismología, en oceanografía, en humanidades.

El profesor Eduardo Vera, de la Facultad de Ciencias Físicas y Matemáticas de la Universidad de Chile, subrayó la persistencia que el TAO representa. Porque los intentos aparecieron en 1998, hace 26 años. Él no necesitó traductor durante la ceremonia: estudió en Japón.

El doctor Vera ha sido siempre urgido por acelerar el avance de la ciencia, por apurar decisiones, simplificar burocracias. Y hoy contempla cómo se alza el TAO, superando la multiplicidad de gobiernos en Chile y Japón, las diferentes situaciones económicas. Y me apunta a Yuzuro Yoshii, el principal investigador del complejo astronómico, su tenaz iniciador.

Él habló. Explicó su visión de hace décadas, de un telescopio que observa en el infrarrojo desde tanta altura, superando las deformaciones generadas por la atmósfera. Para “desenmarañar los misterios del universo que subsisten en la astronomía moderna”.

“Yo también espero que la luz y las imágenes del espacio, obtenidas mediante las observaciones futuras, constituyan una esperanza para la humanidad”, dijo la ministra de Ciencia, Tecnología, Conocimiento e Innovación, Aisén Etcheverry (https://tinyurl.com/ynu5gad8).

Leonardo Vanzi, profesor de astroingeniería en la UC, subrayó la universalidad del proyecto: “En este mundo con guerras y conflictos tan pronunciados, es el tiempo para los países que no están en el centro de esas luchas, como Chile, que levanten la voz para buscar la sensatez, con proyectos para toda la humanidad, como TAO”.

Impresionaba ver la élite japonesa presente: rectos al caminar, imbuidos de su representatividad. De venias solemnes al saludar. Soichiro Imaeda, ministro de Educación, Cultura, Ciencia y Tecnología, nos deseó el desarrollo de esta colaboración académica.

“Uno de los socios más importantes mundiales de la Universidad de Tokio es Chile”, abrió en el evento Teruo Fujii, el presidente de esa universidad.

Y, al cierre, brindamos con vino y con sake: “¡Salud!” y “¡kampai!”.