Hace dos años llegó el Presidente Boric a La Moneda, apoyado por una mayoría ciudadana que votó con esperanza por una larga lista de promesas sectoriales, que con el tiempo quedó claro que se trataba de un envoltorio exterior, el envase visible para un objetivo programático distinto: “generar el salto definitivo hacia la construcción de una sociedad distinta”.
En cuanto existe, el respaldo ciudadano al Gobierno es básicamente un leal respaldo político de sectores que en muchos casos esperan efectivamente un salto hacia una sociedad muy distinta a la que pide la gran mayoría de los chilenos. Cuando hace un par de años un entusiasta partidario del Gobierno planteó la aspiración por el “decrecimiento”, más que una anécdota, nos dejó una metáfora para describir el desdén con que algunos miran las aspiraciones concretas de las mayorías que los eligieron.
Por ello, que desde la percepción de la gente no solo no haya progreso, sino claras muestras de deterioro, no es sorprendente. Es que no se trata simplemente de que no se cumplan las promesas, sino de un Gobierno cuyo impulso político principal es avanzar en sus propósitos ideológicos, no de entregarse, ni mucho menos agotarse, tratando de satisfacer aspiraciones ciudadanas que son consideradas pedestres, y que en su momento sirvieron para construir un atractivo “envoltorio” con fines electorales.
En materia de seguridad, los delitos violentos alcanzan máximos históricos. De acuerdo a cifras de Carabineros, la suma total de delitos violentos registró la cifra más alta de los últimos nueve años. En la encuesta “Pulso Ciudadano” de enero recién pasado la delincuencia es el principal problema del país, subiendo 13 puntos en relación con lo registrado en marzo del 2022 y duplicando en menciones al problema que le sigue en la lista. Un 31% de las personas de los sectores de mayores ingresos ha sido víctima de un robo o intento de robo en los últimos tres meses, mientras que en el caso de los de menores ingresos esta cifra se eleva a casi un 44%.
En relación con salud, mientras la atención política está centrada en el destino del sistema de isapres, la cantidad de personas en listas de espera ha seguido aumentando. Si bien el número de días de las listas de espera ha bajado, este sigue siendo excesivamente alto, afectando en mayor medida a las familias de menores ingresos, ya que no cuentan con la posibilidad de acceder a otros prestadores de salud fuera de la red estatal.
Otro tema sensible y de retroceso para los sectores de menores ingresos ha sido la educación escolar. El deterioro de los liceos emblemáticos afecta de mayor manera a las familias más humildes, ya que perdieron esa opción educativa como mecanismo de movilidad social. Asimismo, quienes no cuentan con los recursos necesarios para enviar a sus hijos a un colegio particular pagado son los que se han visto afectados por un sistema de admisión escolar que es ciego al mérito y a la afinidad con un determinado proyecto educativo.
El estancamiento de nuestra economía se ve reflejado en el nulo crecimiento de nuestro producto por habitante. En estos dos años su expansión en promedio ha sido de un 0,4%, el más bajo desde el retorno a la democracia. Si bien se han creado empleos en estos 24 meses —solo un 37% de estos son formales y del sector privado—, el nivel de ocupación sigue casi 2 puntos porcentuales por debajo de lo que había antes de la pandemia, registrándose durante los últimos 15 meses aumentos en las tasas de desempleo. En relación con los países de la OCDE, Chile es el cuarto país con mayor tasa de desempleo. “Pulso Ciudadano” contiene un dato dramático: mientras en los sectores de mayores ingresos un 16% indica estar cesante, en los sectores de menores ingresos esta cifra se eleva a un perturbador 42%.
Los ejemplos dados no debieran sorprender cuando el país y el Gobierno se levantan cada día con prioridades muy distintas. En ese contexto, evitar que se agudice el deterioro se convierte en una meta política valiosa en sí. Para ello es esencial que el debate en el Congreso se centre en la realidad, en un análisis técnico, no ideológico, de las reformas que se requieren y no en consignas buenistas concebidas para avanzar en “la construcción de una sociedad distinta”. Si “llegar a acuerdo” es sinónimo de consolidar el estancamiento o de agudizar el retroceso en aspectos clave para el progreso del país, adquiere sentido esperar a un Congreso con otra composición y a un Gobierno con objetivos alineados con la población.
La realidad es que a la mayoría de los chilenos le pasó lo mismo que a ese pueblo que celebró cuando recibió un caballo de regalo, sin darse cuenta de que el caballo era un simple envoltorio. Tras dos años de gobierno hay ya abundante evidencia sobre lo que contenía ese envoltorio, y actuar con la ingenuidad de los troyanos sería sinónimo de negligencia.