Un niño pregunta por los parlantes:
“¿Y si las estrellas desaparecieran?”.
En el proscenio, el profesor de ingeniería astronómica en la Universidad Católica, Leonardo Vanzi, no trepida: “¡Difícil! Es muy improbable que las estrellas desaparezcan”. Pausa. “Es mucho más probable que nosotros desaparezcamos. Hay que conectarse con nuestra fragilidad; el universo puede existir sin nosotros”.
Pero agrega: “A la vez, las estrellas se nos desaparecen por la contaminación lumínica. La luz de las ciudades nos oculta las estrellas. Es algo triste… perdemos nuestra conexión con el espacio”.
Este maravillarse fue la tónica del Festival de las Ciencias que todo el país celebró hasta ayer. Más de 200 actividades organizadas por el Ministerio de Ciencia, municipios, universidades, escuelas y cientos de maestros y maestras. Y estudiantes (festivaldelasciencias.cl). Una ciencia que se toca, se canta, se pinta, se conversa y se baila.
Los asistentes a esta conversación habían recién visto una obra teatral, “Foster, el observatorio del cerro Tupahue”, con la participación del Tryo Teatro Banda. Para palpar la vida, pasión y descanso de ese telescopio en el cerro San Cristóbal, hoy dedicado a difundir la astronomía.
Los actores Daniela Riveros y Martín Feuerhake reciben preguntas. Ella explica cómo tuvieron que elegir las emociones clave del argumento. Y, cuándo corresponde conmover, decir con la música.
Por ejemplo, agrega, ¡la luz! “Es algo mágico, hay que relevarla, ¡es una belleza!”. Entonces la música eleva. O bien, idear una melodía para cuando el telescopio Foster cae en desuso, “y viene el desamor por esta herramienta abandonada en la punta del cerro, en nuestra pequeña Tierra, y dejamos de observar la naturaleza y las cosas perdurables”.
El profesor Vanzi se ve conmovido. “¡Tenerlos a ustedes acá es un sueño!, ¡más de 700 abiertos al universo!”, le dice al público, mientras decenas de manos se alzan para preguntar.
Dos inquieren por el esfuerzo en la obra teatral. El actor Martín Feuerhake contesta que ensayaron cuatro meses. “Pero la creación cambia cada vez que se presenta. Recién, tras darla unas 50 veces, aparece la versión más limpia”.
Una feria nos recibe al aire libre. Los estudiantes prueban robótica, inteligencia artificial aplicada a la medicina y, en un mesón, esperan muestras de la “Colección Patricio Sánchez Reyes”, iniciada en 1960 en la UC: mamíferos y aves de Chile ahí, disecados. El profesor Eduardo Palma, su director, presenta cada animal y transmite su saber, encantado.
Yo nunca había visto un monito del monte. Ninguna digitalización, ninguna fotografía, reemplaza la experiencia del tacto. El cráneo de un puma me amenaza. “Y todas estas especies, salvo unas pocas, habitan 50 km a la redonda de Santiago”, me dice Benito Rosende, curador de la colección.
Me explica cómo el búho ve en tres dimensiones. Ahí está, mirándome penetrante.
Y la juventud pasa y observa aquí más que en las pantallas. La cosa, la naturaleza, tocable. Para preguntar.