Las estrellas y el puré de papas dependen de su constitución íntima. Por eso me interesa la genealogía: es un relato de los genes que heredé, mi constitución, y que se ha transmitido a hijos y nietos, a lo menos, en parte.
El cosmos tiene sus elementos mínimos, las partículas elementales y las fuerzas que las mueven. Mueven lo mínimo y lo máximo.
Las partículas elementales, como el electrón, interactúan impulsadas por cuatro fuerzas fundamentales: una, el electromagnetismo; dos, la gravedad; tres, la fuerza nuclear fuerte (que cohesiona los núcleos atómicos), y cuatro, la fuerza nuclear débil (de la cual dependen las desintegraciones radiactivas).
José Manuel Nieves, en el diario ABC, recuerda que los físicos han observado los portadores de la unidad mínima de cada fuerza: en el caso de la fuerza electromagnética es el fotón, el gluón transporta la fuerza nuclear fuerte y, por último, la fuerza nuclear débil depende de los bosones W y Z.
Pero eso no basta para describir el cosmos. Falta explicar una fuerza más. ¿Cuál es el portador de la unidad mínima de la fuerza de gravedad? No se ha descubierto.
Es como cuando me pregunto por la genética de alguno de mis nietos, “¿y a quién salió este?”. No se conoce qué es lo que mueve la gravedad.
Es casi el colmo: nos falta explicar el universo. Los investigadores construyen aceleradores para impulsar las partículas elementales y medir cómo se comportan. A ver qué aparece.
Hace 13 días anunciaron en EE.UU. la conducta de una de las partículas elementales, el muón. La midieron en el Fermilab, uno de los mayores aceleradores de partículas del mundo, un anillo de 15 metros de diámetro, por donde impulsaron muones casi a la velocidad de la luz.
Es difícil medir la conducta de un muón. Se trata de una partícula subatómica inestable, que existe solo durante 2,2 milisegundos. Desplazado en torno a un imán poderoso, el muón se tambalea como un trompo, decae y toma una dirección inesperada. ¿Qué lo hace tambalearse, decaer y partir hacia donde no se usa?
Bueno, en el Fermilab midieron el tambaleo del muón (su salida de la ruta previsible) con un margen de error de una parte en 5 millones. Con tal precisión se acercan más a entenderlos.
Podrían estar chocando con otras partículas aún no descubiertas por la ciencia, como cuando una piedra choca con un montón de nieve que la desvía y la detiene. O, a lo mejor, hubo errores en los cálculos y habría que rehacerlos, como cuando uno hace su presupuesto mensual y los gastos no calzan.
Igual, el mundo científico aplaudió el resultado anunciado: es una medición de gran finura. Y una nueva pieza para armar el puzle del cosmos.
Hay todavía que calcular los efectos de este descubrimiento en la búsqueda de una teoría que explique el todo. Y no hay unanimidad sobre cómo hacerlo.
El mundo financia esta indagación fundamental de los investigadores que viene desde los primeros siglos. Todavía no llegan a una explicación definitiva: ¿qué y cómo construye el cosmos?