Una familia de rasgos chinos salía feliz del Museo Nacional de Historia Natural, en la Quinta Normal.
Entré a ver qué les había tocado el alma: la muestra “El viaje de Guan Gong”.
Carol Chan, antropóloga y académica de la U. Mayor, corresponsable de la exhibición, me relató la emoción de descendientes de inmigrantes chinos ante estos objetos e imágenes. Algunos viajaron desde Antofagasta.
Guan Gong preside el salón central. Un verdadero emperador, pensé, en exquisitos ropajes de oro, con armadura, una cierta sonrisa budista y cabellos, barba y bigote que fluyen como ríos de prosperidad.
Tallado en un solo bloque, el poderoso me mira de frente, como si me conociera. Antiguo: donando por Wenceslao Díaz en 1882, decano de la Facultad de Medicina de la U. de Chile; durante la Guerra del Pacífico dirigió el Servicio Sanitario del Ejército.
¿Quién será este “dios”? Al costado se lee “Un personaje histórico divinizado”. Guan Gong surge de una figura histórica, GuanYu, general y héroe de finales de la dinastía Han (206 a.C. a 280 d.C.). En templos budistas, en el siglo VIII, comenzaron a venerarlo.
Él protege negocios y riqueza; es signo de conducta virtuosa, del respeto a la confianza, la justicia, la lealtad, la valentía. Por eso, familias chinas mantienen a este benefactor en sus locales.
Entrevistada por Carol Chan, la familia propietaria de un restaurante chino santiaguino contó que la dueña había traído su voluminoso Guan Gong en la mochila. Conocía los ritos de purificación y activación de la figura. Se trata de lavarla con agua hervida y, luego, al ritmo de un sutra budista, rociarle el líquido con una ramita de pomelo.
Pero esta activación no dura; un devoto debe viajar a China periódicamente a “recargar” los instrumentos de purificación y activación.
Los descendientes de inmigrantes chinos en el país alcanzan unos 60 mil. Francisco Garrido, realizador de la exhibición y curador del Área de Antropología del museo, se esforzó en incorporar a esas comunidades en la preparación de la muestra.
Pantallas muestran sus fotos antiguas de los primeros antepasados. Y encuentros familiares y ceremonias cubren dos grandes paneles. Importantes integrantes de sus ciudades, especialmente en el Norte Grande.
Un listado agradece a 22 personas y tres agrupaciones por su colaboración: el Centro Cultural Cheng Ning Hui, de Antofagasta; el Centro Chung Hwa, de Tocopilla, y el Club de Jóvenes Taiwaneses en Chile.
Recordé la canción “Los chinos del cerro azul”, de Los 4 cuartos, celebrando a los chinos que se sumaron a las tropas chilenas en la Guerra del Pacífico. Las penurias que sufrieron en las salitreras.
Francisco Garrido me recordó causas de las migraciones desde China: la guerra del opio, las promesas falsas de buenos trabajos en América, el comercio por mar… Pero me insistió en que la muestra quiere rescatar la migración como parte fundamental de nuestra identidad. Y mostrar la religiosidad, con esa divinidad, Guan Gong.
Sorprendente, visible hasta septiembre.