Más allá de los gobiernos de turno, lo deseable es que el Estado siga funcionando. Que la implementación de un programa no signifique descuidar o paralizar las labores permanentes que este desarrolla. No es positivo partir de cero cuando asumen nuevas autoridades, ya que el costo de la inexperiencia la pagan sobre todo los más vulnerables, los sectores de la población que en muchos ámbitos dependen del Estado para acceder a ciertos bienes y servicios, como lo es, por ejemplo, atención de salud. Tal como dijo el Presidente de la República, al pedir la renuncia al ahora exsubsecretario de Redes Asistenciales: “No había espacio para curvas de aprendizaje”.
El cargo de subsecretario se entiende como uno de absoluta confianza política y, por ello, que cambie cuando asume un nuevo Gobierno. Necesariamente habrá un período de aprendizaje de las nuevas autoridades, el que se espera que sea lo más corto posible. Pero si los cambios políticos además se traducen en cambios en las áreas técnicas del Estado, sin duda que la curva de aprendizaje se alarga. En el caso de los cargos políticos —ministros y subsecretarios, los llamados a empujar e implementar un determinado programa de gobierno—, hace sentido que exista una comunión de ideas con el proyecto político del Presidente de la República. Ello hace menos sentido en los cargos que son eminentemente de gestión; aquellos que determinan e influyen directamente en la capacidad de funcionamiento del Estado, lo que trasciende a las definiciones políticas del gobierno del momento.
En el área de salud estatal existen 29 servicios de salud y más de 70 hospitales públicos, cuyos directivos corresponden a cargos que deben ser provistos por la Alta Dirección Pública. Ello, luego de que hace 20 años se creó el Servicio Civil, con el propósito de profesionalizar y darle continuidad a la administración del Estado, más allá de los gobiernos de turno. Pero en la práctica, se sigue observando cómo cada cuatro años cambian los cargos de corte más técnico en el Estado, lo que, si bien es legal, no resulta deseable. Esto refleja que en la administración estatal es menos valorada la experiencia de quien ejerce una posición técnica que la confianza y cercanía política con el gobierno de turno, lo que nos lleva a que las curvas de aprendizaje se reinicien una y otra vez.
Cuando asumió este Gobierno, y con ello las nuevas autoridades de salud, de los 29 servicios de salud, 21 contaban con jefes de servicios nombrados. En el caso de los cargos de segundo nivel, que corresponden a directores de hospitales y otros cargos de segunda línea de los servicios de salud —un total de 289 puestos—, 152 se encontraban con profesionales titulares a cargo. Es decir, en el caso de los cargos de primer nivel el 28% y en los de segundo nivel el 47% no contaban con directivos titulares nombrados. Esta situación prende las primeras alertas en cuanto a la dificultad que se observa para contar con profesionales titulares en estos cargos, a lo que se suma que de los 21 directores de servicio en ejercicio, a la fecha solo quedan tres. En cuanto a los directores de hospitales y cargos de segundo nivel en los mismos servicios, de los 152 profesionales que estaban nombrados al 11 de marzo del 2022, solo quedan un poco más de 100, es decir, casi uno de cada tres ha salido.
Así, continuidad en las direcciones en el área de la salud estatal más allá del gobierno de turno hay poca. Ello es per se complejo, pero aún más en un contexto de pospandemia, donde el sector salud ha estado fuertemente tensionado y las listas de espera de pacientes requieren de una mejor capacidad de gestión para ser abordadas.
Si bien cada vez se escuchan más voces que plantean la necesidad de un cambio de cómo hoy funciona nuestro Servicio Civil y la Alta Dirección Pública, en la práctica se ha hecho poco. Una reforma de esta naturaleza se demora en implementar y para que tenga viabilidad política, se requiere que los cambios entren en vigencia una vez que se hayan nombrado nuevas autoridades bajo nuevas reglas de contratación. Es decir, al menos se requiere un ciclo político más. Así como en salud, la salida de buenos y competentes gestores públicos se observa también en otras áreas de la administración pública, realidad que se ha visto también durante otros gobiernos.
Si seguimos con las cosas tal como están, cada cuatro años observaremos cómo las nuevas autoridades políticas aprietan el botón reset en la gestión estatal y nos encontramos al inicio de una nueva curva de aprendizaje.