Partió el nuevo Consejo Constitucional de forma infinitamente más civilizada y republicana que nuestra experiencia previa. Reconozco que me gustó su instalación. Con la edad he empezado a apreciar la importancia de los símbolos y la solemnidad y que todas las autoridades estuvieran presentes, sin disfraces ni banderas exóticas, dice mucho del trabajo que nos espera.
Bajo los auspicios del cineasta socialista Miguel Littin, se largó la bolita. Elegante y vistiendo una correcta y sobria corbata, hizo un discurso breve pero profundo y en un tono más amistoso que la Convención que los precedió. Citando a Francisco Bilbao y Santiago Arcos, precursores del movimiento socialista chileno, Littin nos invitó con “mucha humildad” a construir un país en que todo chileno tenga derecho a su casa, trabajo, salud, felicidad, etc.
Quien podría disentir de esos deseos, pero sabemos que en la realidad no basta con escribir derechos, hay que tener un gobierno y una economía que los haga posibles. Por eso a la dupla Arcos-Bilbao se los consideraba socialistas utópicos.
Más realista, el mismo Arcos escribiéndole a Bilbao hace una descripción del gobierno y los riesgos de Estado todopoderoso. En carta de octubre de 1852, le dice a su amigo y compañero de ruta política:
“Pero nuestro gobierno no quiere tan sólo mandar sin que lo incomoden —ahogar todo pensamiento—, matar todo patriotismo; quiere más, quiere satisfacer sus caprichos, quiere que le paguen los miedos que ha tenido —los malos ratos que le han hecho pasar—, nuestro gobierno se venga, es rencoroso como un Corso y usa de medios de que se avergonzaría una ramera”.
Por eso la función de una Constitución no es prodigar dones y bondades a diestra y siniestra, sino que establecer reglas que impidan que el Estado sea utilizado como herramienta de injusticia, impidiendo ser feliz, privando de libertad, vida o propiedad a sus ciudadanos.
Las constituciones se hacen para limitar el poder y someter a las autoridades a la ley; para proteger a las personas y sus derechos inalienables; para construir un Estado de derecho, no de derechos; un Estado con deberes de resguardar la paz, mediar los conflictos, impartir justicia y proteger la libertad para que las personas elijan el proyecto de vida que las haga felices.
Una nota positiva y contrastante con la experiencia previa fue la presidenta. Con una adecuada mezcla de juventud y seriedad, y humildad y fortaleza, llamó a enfrentar un proceso que Chile mira con distancia, pero con optimismo, mal que mal, lo que salió de la comisión de expertos fue un texto razonable, que dibuja un Chile en que caben Elisa Loncon y Beatriz Hevia y que solo puede mejorar con el trabajo del Consejo. El desafío es de todos. La sociedad civil se movilizó para rechazar la Constitución anterior porque no fue escuchada ni el texto representaba la tradición, diversidad y riqueza de nuestra patria. Debemos participar con ideas y trabajo para no fracasar en este nuevo intento, porque sería el fracaso de todos. Viento a un largo a este esfuerzo que se inicia.