Aparecieron los resultados de la encuesta sobre cómo vemos la ciencia y la tecnología. La respondieron 8.344 personas en todo el país (https://tinyurl.com/2epmuwk3)
Podemos comparar los resultados con las encuestas similares de 2015 y 2018. De 2018 a hoy, sube la convicción de que la ciencia y la tecnología ayudarán a disminuir las desigualdades sociales (del 32,5% al 47,9%), y contribuirán a mejorar el medio ambiente (de 57,7% a 63,4%). Apenas sube el aprecio del impacto de la ciencia y la tecnología en facilitar nuestras vidas (de 79,4% a 81,2%), pero es alto.
La gente tiene menos temor al desarrollo de la ciencia y tecnología, de 74% que percibía riesgos a 51%, hoy. Persisten prejuicios sobre la menor capacidad matemática de las mujeres (18,2% de los encuestados). Algo a superar.
Inmenso es el porcentaje de personas que siente que el desarrollo de la ciencia y la tecnología acelera excesivamente los cambios de vida (86,3% en 2018, 83,9% hoy). Y 61,4% afirma que dependemos demasiado de la ciencia y no lo suficientemente de la fe (en 2018 era el 67,3%).
Vendrá más. El miércoles les hablé a alumnos de periodismo, desde mis 80 años. Les pedí imaginarse cuando ellos y ellas tuvieran mi edad, en 2079, y les hablaran a jóvenes nacidos en 2054. ¡Cómo habrá cambiado todo!
Les sugerí que vieran, a las 13:00 horas de ese día, los anuncios que haría Sundar Pichai, el mandamás de Google. Muchos desarrollos de inteligencia artificial (IA), claro.
Para mí, lo principal fue la apertura a todos de la aplicación Bard (bard.google.com, solo en inglés, japonés y coreano–). Por su parte, Microsoft abrió el uso en español de su aplicación Bing (bing.com).
Sundar Pichai mostró cómo aplicaciones cotidianas, como el procesador de texto y otras, ampliarán nuestras capacidades gracias a la IA. Para mejorar nuestros conocimientos y nuestra productividad, dijo. Para abrir nuestra creatividad. Y, finalmente, para ofrecer la IA “en forma responsable para que todos y todas puedan beneficiarse en forma equitativa”.
Mostró controles sobre los procesos de IA, para tranquilizar a los temerosos.
Probé Bard y Bing. Mundos diferentes.
Preocupado por nuestra Constitución, le pedí a Bard que me delineara principios constituyentes para una democracia digital. Me respondió que hay que garantizar el derecho universal al acceso digital, a la privacidad, a la seguridad y a la participación digital.
Pero todo esto cambia. Y esos jóvenes a quienes les hablé se ven más habituados al flujo de este río, más sueltos en esta aceleración de los cambios.
Lo que es yo, confieso que hace unos días conseguí que Simón, mi nieto de 16 años, me instalara un simulador de DOS. Así puedo correr un juego antiguo (de Sid Meier) que me permite refugiarme, a veces, en ese modo de vida que yo tenía durante el siglo pasado.
Pero, sin encerrarme, abro la puerta a escenarios que se abren. Como Bard y Bing, que suenan como el yin y el yang. Pruébenlos.