Un 20 de marzo de 1925, Arturo Alessandri Palma retornaba al país de un exilio de seis meses en Europa. Había sido elegido Presidente de la República en 1920, enarbolando un programa de gobierno que instituiría profundas reformas sociales y políticas en favor de los sectores más vulnerables y clase media. ¿El culmen? Terminar el seudo parlamentarismo vigente desde 1891, estableciendo el régimen presidencial mediante una nueva Constitución.
Apoyado por la Alianza Liberal (radicales, demócratas y liberales afines), derrotó al candidato de la Unión Nacional (Conservadores y Liberales tradicionalistas), la cual obstruyó en el Congreso la mayoría de las iniciativas reformistas, al punto que después de la elección parlamentaria de 1924 (marzo), gobierno y oposición quedaron empantanados sin salida política posible.
La oficialidad joven del Ejército, de perfil mesocrático y conteste con el programa, seguía atenta los hechos. Acarreaba problemas institucionales que la postergaban y uno apremiante: le adeudaban meses de remuneraciones sin auxilio del Congreso. Y al enterarse de que el Senado analizaba y discutía una ley relativa a la creación de una dieta parlamentaria (5 de septiembre), provocó un alzamiento que, a poco andar, fue dominado y capitalizado por los altos mandos militares (pro élite dirigente). Se sumó la Armada y se formó una Junta de Gobierno. Y comprendiendo que el poder no estaba en sus manos, Alessandri emprende su autoexilio a Europa vía Buenos Aires. Entre tanto, la Junta decretó la renuncia presidencial y disolvió el Congreso. Meses después, convocó a elecciones parlamentarias.
Se evidenciaba así una estrategia para restablecer el poder de la Unión Nacional, generando la reacción de la oficialidad para deponer —blandamente— a la Junta y demandar el regreso de Alessandri en calidad de Presidente (enero de 1925). Restituido en La Moneda, en su cabeza se agitaba obsesivamente sancionar el cambio constitucional.
Debía surgir de una Asamblea, pero se temió fuera copada por los partidos, que rechazarían la transformación, como se constató finalmente. Se optó por una “comisión consultiva” integrada por la diversidad partidaria y personalidades representativas de entidades considerables (122).
Fue dividida en dos: una analizaría el modus operandi, que en la práctica no funcionó, y la otra trataría las modificaciones. En esta participó Alessandri, el cual había analizado el tema, incluso tenía su propio proyecto que fue conocido y rechazado por oponentes de la “triple alianza”, como se dijo: radicales, conservadores y comunistas.
Asomó la posibilidad de un fracaso, mas el nuevo inspector general del Ejército, general Navarrete, intervino in extenso sobre la realidad y estancamiento del país, de la necesidad del cambio y preguntó: ¿Qué ocurriría si las esperanzas de la juventud (oficialidad) fueran defraudadas?... Eso bastó.
El proyecto fue sometido a plebiscito y aprobado, con la abstención de la “triple alianza”. El 19 de septiembre fue promulgada y rigió hasta 1973.