El editorial de la revista Nature instala un semáforo para la inteligencia artificial (IA).
Porque, por ejemplo, en Chile volveremos de vacaciones y los maestros se encontrarán sin saber qué hacer con alumnos que usen la aplicación ChatGPT para elaborar sus trabajos, escribir sus ensayos, contestar sus pruebas.
Dice Nature: “ChatGPT puede escribir ensayos estudiantiles aceptables, responder preguntas para pasar exámenes en Medicina y generar un útil código de programación de computadores”.
Los educadores en EE.UU., en pleno año académico, no tienen claro cómo proceder ante la capacidad de la IA. Tampoco en las escuelas de arte (https://bit.ly/3wx4lQP). La velocidad de los cambios nos sobrepasa, como el correcaminos.
Hablé con dos profesores escépticos ante el poder de los sistemas de creación de la inteligencia artificial: “Los escritos producidos son triviales, brotan de otros escritos y no pasan del término medio”, me dijo uno, partícipe del Centro Nacional de Inteligencia Artificial (cenia.cl). Me agregó algo así como que, en ciencia, son quienes no marchan con el montón quienes descollan.
El otro profesor, de Finanzas, me dijo que ya hay software para distinguir las obras de IA de la producción humana. Encontré Turnitin (https://bit.ly/2U12X8y).
Algunos en EE.UU. llaman a prohibir el uso de IA en las tareas y pruebas estudiantiles. Otros, los menos, aceptan que en la bibliografía se reconozca a la IA como un autor más. Algunos pocos apoyan el uso libre del ChatGPT. Reacciones ante los veloces cambios.
Cené la semana pasada con dos veinteañeros, un nieto, casi biólogo marino, y su polola, diseñadora y maquilladora. Cuando les expliqué lo del ChatGPT, sabían de lo que yo hablaba. Ella comentó lo que el programa DALL-E hacía con las imágenes (presenta la que uno le pida). Dijeron “¡Ah!” cuando les planteé la cuestión de la propiedad intelectual de estos robots inteligentes.
La propiedad intelectual solo es uno de los problemas. Unesco ya publicó sus recomendaciones sobre IA (https://bit.ly/405cPwf). Pero no había aparecido ChatGPT.
En Chile, el Cenia aborda las cuestiones tecnológicas y también las éticas. Y la ministra de Ciencia, Dra. Silvia Acosta, dirigiéndose a las autoridades de ese centro dijo, hace dos semanas:
“Debemos ir más allá de las redes neuronales y el reconocimiento de patrones estadísticos y preguntarnos qué se está optimizando, para quién y quién toma las decisiones”.
Me pareció que mi nieto y su polola estaban abiertos a usar ChatGPT o DALL-E. El cambio es más veloz que la elaboración ética o política.
Las aplicaciones de IA hablan español, pero sus bases son en inglés o en chino. Por eso, como dijo a este diario Carme Artigas, secretaria de Estado de Digitalización e IA de España, surge una oportunidad de desarrollar una industria IA en español.
Nuestra lengua distingue entre “ser” y “estar”, cuestión imposible en inglés (to be), y que hace una gran diferencia.
A la velocidad del correcaminos.