Se le atribuye a José Antonio Viera-Gallo la frase: “Al socialismo se llega en bicicleta”. Dicha en la época de Allende, invitaba a la gente a no quejarse por la escasez de combustible, y a empezar a sacrificarse pedaleando por la vida.
Hoy la bicicleta transporta el fascismo. Grupos de ciclistas de izquierda se dirigen a intimidar e insultar a personas cuyas ideas les molestan. El expresidente Piñera, las exministras Hutt y Schmidt, la jueza Acevedo, y ahora el poeta y columnista Cristián Warnken han sufrido estas funas. Los ciclistas le gritaban “fascista” al poeta que tuvo el coraje de condenar la violencia y llamar a “rechazar” honrando las palabras del Dante en la Divina Comedia: “los lugares más oscuros del infierno están reservados para aquellos que mantienen su neutralidad en tiempos de crisis moral”. El poeta tuvo el coraje de criticar la violencia usando 3 armas antifascistas: la inteligencia, la palabra y la evidencia. Eso llevó a que una lectora me pidiera que explicara qué era el fascismo. Querida lectora: así como Olivos, Olivares y Aceituno son uno, fascismo comunismo y nazismo son lo mismo.
El socialismo tiene varias deformaciones totalitarias, la más obvia es el comunismo, pero otras igualmente perversas son el fascismo y el nazismo. Como todas se pelean el mismo mercado de personajes mediocres, no es raro que se odien entre ellos. Estas deformaciones ponen al Estado y no al individuo en el centro de la vida pública. Así, las personas no son ciudadanos con dignidad y derechos (un fin en sí mismos), sino que súbditos (medios) al servicio de una causa superior como es el pueblo, la nación o el partido (piense cómo usaron a los niños en las reformas educacionales de triste resultado). Mussolini lo resumía muy bien en esta frase: “El pueblo es el cuerpo del Estado, y el Estado es el espíritu del pueblo. En la doctrina fascista, el pueblo es el Estado y el Estado es el pueblo. Todo en el Estado, nada contra el Estado, nada fuera del Estado”. Esta frase la podría haber dicho Fidel o Stalin.
Mussolini pasó de ser el Nº 3 del Partido Socialista a fundar el fascismo. Transitar entre estas ideologías es fácil, lo hizo Mussolini y ahora Putin. Como ideología, el fascismo es una amalgama de ideas viejas, pero en su praxis promovió el nacionalismo racista, el militarismo expansionista y la lucha contra el liberalismo (que combina democracia, globalización y capitalismo). Es común a estas ideologías la persecución religiosa y de ideas, la quema de libros, la creación de campos de concentración, el genocidio, la promoción de la eutanasia y la eugenesia (hasta Allende la defiende en su tesis “Higiene mental y delincuencia”) y la violencia política. Por eso crearon fuerzas de choque como los camisas negras o pardas; terroristas como las brigadas rojas o el FMR, y policías secretas como la Checa o la Stasi. Para ellos, la oposición no es un contradictor legítimo, sino que un enemigo a eliminar.
Muy propio de estas ideologías es humillar a sus rivales desnudándolos; obligándolos a bailar o a confesar crímenes inexistentes. Perseguir ideas es lo suyo: no toleran el pensamiento libre e independiente, inventaron la cancelación de personas y detestan la prensa libre. Carecen por completo de sentido del humor y cuando lo practican es macabro. Stalin, si se encontraba con alguien que no veía hace tiempo, le preguntaba: ¿cómo?, ¿todavía no te han arrestado?
El Gobierno tiene una vertiente fascista que si no abraza, al menos cohonesta la delincuencia y la violencia. Esto explica su homenaje a la primera línea; el retiro de las querellas contra saqueadores; la negativa a escuchar a Zelensky; el indulto a delincuentes o la construcción de un memorial en la plaza Baquedano. Por eso, yo les recomendaría que de una vez por todas se sinceren reemplazando la estatua del general en su corcel “diamante” por una del Pelao Vade en bicicleta paseando el “perro matapacos”. Así, en vez de celebrar las virtudes cívicas de Baquedano, honran la distinta escala de valores de la que se ufanan.